30 de junio 2011 - 00:00

Los Castro necesitan curarlo para retrasar la agonía del régimen

El diario Granma de La Habana publicó ayer una imagen de Hugo Chávez y Fidel Castro. A ambos los une el secretismo de sus gobiernos sobre sus enfermedades.
El diario Granma de La Habana publicó ayer una imagen de Hugo Chávez y Fidel Castro. A ambos los une el secretismo de sus gobiernos sobre sus enfermedades.
La Habana - La atmósfera similar, la trama casi idéntica, pero el personaje principal es otro. Los cubanos asistimos así a la nueva puesta en escena del secretismo gubernamental, que esta vez tiene como centro la salud de Hugo Chávez.

Resulta imposible no relacionar el actual mutismo sobre el estado físico del líder venezolano con aquel otro que rodeó a la enfermedad de Fidel Castro a mediados de 2006. El sigilo de entonces se instituyó como una suerte de ensayo general que en estos momentos tiene su segunda oportunidad de ponerse a prueba.

Si algo sabe muy bien la cúpula de La Habana es el peligro de la indiscreción, la importancia que tiene la desinformación popular en el mantenimiento del poder. De ahí que dosifiquen de una manera casi desesperante las noticias sobre lo que sucede en el cuerpo del inquilino de Miraflores. Detrás de tanto misterio se percibe también la intención de no dañar la imagen de «invicto» y «vigoroso» que posee el locuaz presidente, pues todo proyecto político que se ha basado demasiado en la figura de un solo hombre se vicia con la fragilidad de sus tendones, de sus vísceras, de sus huesos.

Enfermarse se interpreta, en el lenguaje de la más pura ortodoxia revolucionaria, como una forma de claudicar.

Millones de personas intentan descifrar desde hace semanas lo que ocurre en esa sala hospitalaria y no sólo por la morbosidad humana ante los padecimientos y el dolor ajenos. Más que la robustez de un individuo, allí se define el derrotero -en los próximos años- de esta isla y de todo un proyecto regional que implica a varias naciones.

No se trata pues de un simple absceso pélvico y de las repercusiones de éste en la calidad de vida del paciente, sino de una verdadera conmoción política que brota de quien ha sido considerado por muchos como el líder del llamado socialismo del siglo XXI.

La cirugía practicada no ha hurgado solamente en la carne de Hugo Chávez, sino que se ha constituido en una herida a través de la cual se puede ver la flaqueza de su obra. No en balde las señales de luchas intestinas por el poder ya se perciben entre quienes hasta el 10 de junio parecían fervientes seguidores de su figura. También en la Plaza de la Revolución habanera las cavilaciones son intensas.

Para Raúl Castro, la existencia saludable de Chávez se erige como garantía de que podrá llevar las reformas económicas al ritmo y a la velocidad que no le hagan perder el control. Los 100 mil barriles de petróleo que entran diariamente a Cuba provenientes del país sudamericano sostienen en parte el proceso de «perfeccionamiento» del sistema que le está permitiendo ganar tiempo frente a la oposición y a la presión internacional. De cortarse repentinamente ese subsidio, la situación social empujaría sin dudas al exministro de las Fuerzas Armadas a acelerar la apertura.

Por ese motivo, la salud del presidente bolivariano se constituye en un bien tan valioso para el Partido Comunista cubano como la propia existencia del comandante en jefe. Cuidar a Chávez es preservar sus asientos en el consejo de ministros. Perderlo podría apresurar sus propias caídas. En los últimos días han sentido nuevamente el vértigo del abismo en el que se hundieron con el desmembramiento de la Unión Soviética, e intuyen que no podrán sobrevivir a la pérdida de otro aliado poderoso.

Mantener a Chávez respirando es la más urgente prioridad hoy en la agenda de nuestros políticos. No se trata solamente de que se sostenga sobre sus propios pies en el desfile del próximo 5 de julio por la el Día de la Independencia, debe quedar también la idea de que su enfermedad ha sido simplemente un percance pasajero del cual está totalmente repuesto. La vitalidad del caudillo certifica su futuro; la debilidad le hace perder apoyo apresuradamente.

Presenciamos una auténtica lección de la inconsistencia de los personalismos que ojalá haga repensar a quienes calcan la verticalidad de la estructura chavista. Sin el incendiario ponente de foros internacionales, sin el líder que lanza ataques verbales casi semanales contra los vecinos del norte, de pronto la región parece más ensimismada, más centrada. Es como si en un coro plural se hubiera apagado de pronto la voz del barítono que no dejaba escuchar el tono de los otros.

Ya vendrán los discursos bajo el sol, las largas peroratas para demostrar que está enteramente restablecido, las horas frente a la cámara de su «Aló Presidente» para que lo vean rozagante. Hugo Chávez querrá meterse nuevamente en el papel de figura invencible, pero algo ha ocurrido irremediablemente para él. Algo que no previeron ni los opositores ni los asesores cubanos que lo rodean, ni los empalagosos exégetas que amplifican sus ideas. Algo relacionado con la quebradiza composición del ser humano, con un pequeño detalle de su anatomía que se negó a seguir secundándolo en tan pomposas campañas.

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