20 de mayo 2009 - 00:00

Premio Nobel tentado por la cursilería

Premio Nobel tentado por la cursilería
J.M.G. Le Clézio, «Diego y Frida. Una gran historia de amor en tiempos de la revolución» (Bs.As., Emecé, 1009, 250 págs.)

La tormentosa historia de Diego Rivera y Frida Kahlo, que se quisieron revolucionarios, se ha vuelto esencialmente mediática. No se habla de sus delirios militantes, sino del precio alcanzado por los cuadros en las casas de subastas. La dolorosa imagen de la enfermiza Frida ya está cubierta por la de Salma Hayek en la película «Frida». Este ensayo del reciente Premio Nobel francés encuadra precisamente en esa tónica.

A Le Clézio le gusta conmover a su lector, y en ese sentido convierte este ensayo biográfico en otra de sus novelas del género sentimental, bien intencionada y con el pintoresquismo propio que da estar localizada en un país periférico, ese al que ha dedicado obras como «La conquista divina de Michoacán». Tres etapas se destacan en la narrativa de Le Clézio, la primera vanguardista y epígona del «nouvelle roman», la segunda viajera, progresista, emotiva y ecologísta, y la última donde produce una interesante renovación austera del relato autobiográfico y que lo hizo merecedor del Nobel. «Diego y Frida» pertenece a la segunda etapa, ésa donde se deja caer en la tentación de la cursilería.

El francés explica: «La historia de Diego y Frida -esa historia de amor inseparable de la fe en la revolución- está viva todavía hoy porque se mezcla con la luz particular de México, con el rumor de la vida cotidiana, con el olor de las calles y mercados, con la belleza de los niños en las casas polvorientas», y agrega «hoy, en un mundo que ha conocido tantas desilusiones, cuando la belleza de las culturas amerindias es abofeteada cada día por la uniforme fealdad de los imperios mercantiles, las imágenes que Diego y Frida nos han dejado -imágenes de amor, de búsqueda de la verdad, en las que la sensualidad se mezcla siempre con el sufrimiento- siguen siendo igual de fuertes, igual de necesarias».

El sentirse fascinado por «una pareja fuera de lo común» hace que Le Clézio lleve al lector por un recorrido que no deja de ser atractivo, entre otras cosas porque sus personajes se llaman Henry Ford, León Trotsky, Andre Bretón, Joseph Stalin, la familia Rockefeller, y que recuerde a Frida confesando que «a mi padre no le gustaba Diego porque era comunista y porque decía que parecía un Brughel gordo, gordo. Decían que era como casar a un elefante con una paloma». O a Guillermo Kahlo, el padre, diciéndole a Rivera: «Tenga en cuenta que mi hija es una enferma, y que lo será toda su vida; es inteligente, pero no guapa; si quiere, piénselo bien, y si después sigue con ganas de casarse, yo le daré mi permiso».

M.S.

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