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Schiff condujo admirable diálogo Beethoven-Schumann
Dos meses y medio después del primer concierto del Abono Bicentenario prosiguió este ciclo organizado por el Teatro Colón con un recital del pianista Andras Schiff, intérprete de referencia en especial en Mozart y Beethoven. Fue justamente este último autor el elegido para abrir y cerrar el programa con dos de sus sonatas más célebres, en el medio de las cuales Schiff ofreció música del joven Robert Schumann.
La disposición, original en su planteo, permitió repensar el romanticismo incipiente de Beethoven y hacerlo «dialogar» a través de su música con uno de sus sucesores, que también goza de una temporada excepcional en Buenos Aires por estar celebrándose el bicentenario de su nacimiento. Schiff comenzó con la «Sonata en do sostenido menor», número 14, la segunda del opus 27 y conocida universalmente como «Claro de luna»; dado que no se trata de una denominación de Beethoven sino del poeta Ludwig Rellstab, se la omitió por pedido del intérprete en el programa de mano, aunque a esta altura el agregado se encuentra en el inconsciente colectivo de toda audiencia.
El célebre comienzo, «Adagio sostenuto», fue vertido por Schiff con un uso notorio del pedal (no indicado en la partitura), lo cual le dio un sesgo casi impresionista a la sección inicial de esta sonata a la que Beethoven subtituló «quasi una fantasia» por no responder estrictamente a la forma canónica.
El pianista húngaro, de 57 años, posee una madurez e inteligencia interpretativas fuera de serie, y un sonido característico que le otorga personalidad a su técnica perfecta. Tanto en la «Sonata en Fa sostenido mayor» opus 11 de Schumann como en la obra que abrió la segunda parte, su «Fantasía en Do mayor» opus 17, Schiff, especialmente inspirado por un público ferviente y respetuoso, recorrió el universo del compositor alemán en versiones profundas y concentradas.
Pero el punto más alto fue indudablemente la «Sonata en Do mayor» número 21 opus 53 dedicada al conde de Waldstein por su protegido Beethoven. Al igual que Daniel Barenboim, que logró revelar detalles nuevos en la integral de sus sinfonías que ofreció hasta anoche en ese mismo escenario, Schiff puede mostrar bellezas desconocidas de obras tan transitadas de la producción beethoveniana como las dos sonatas interpretadas el martes. La «Waldstein», una partitura rica en colores, adquirió en las manos de Schiff todas las luces y sombras que es posible poner en relieve. El artista respondió al clamor del auditorio con tres bises, el último de los cuales lo sacó del siglo XIX para llevarlo a un autor cuya integral para clave ha brindado en piano. Así, con el primer movimiento del «Concierto en estilo italiano» de Bach, Schiff coronó un recital memorable, como seguramente lo será su interpretación del concierto número 5 de Beethoven, esta noche junto a la Filarmónica de Buenos Aires.
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