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Señal: Francisco recibe hoy a Cristina a solas
Así, el encuentro de hoy no será uno más. Cristina de Kirchner llegará a la Casa de Santa Marta, donde el papa Francisco aún se encuentra alojado antes de mudarse a la residencia apostólica que está en refacciones.
Allí, a las 12.50 (9.50 hora de Buenos Aires) habrá un almuerzo simple a solas, impensado hace un mes.
La Presidente llegó ayer a Roma a las 16. En el aeropuerto de Ciampino la esperaban Torcuato Di Tella, embajador ante Italia, y en el Vaticano, Juan Pablo Cafiero, representante ante la Santa Sede.
Junto con la comitiva que la acompañó (ver nota aparte), partió hacia el hotel. Allí había hecho base Héctor Timerman, que organizaba desde un día antes el despliegue argentino en Roma, junto con el secretario de Culto, Guillermo Olivieri. El vuelo de Cristina de Kirchner (avión alquilado) había partido de la Argentina el sábado a las 20.40, adelantándose la agenda 24 horas. Esa decisión se tomó cuando desde Roma se avisó a la Casa Rosada que la entrevista a solas estaba acordada y que la Presidente sería la primera persona en hablar con el Papa. Así participará hoy de las actividades oficiales previas a la asunción del nuevo pontífice, al igual que Dilma Rousseff, que llegó ayer a Roma, y el chileno Sebastián Piñera. En la lista de aterrizajes para hoy están el ecuatoriano Rafael Correa; de Honduras, Porfirio Lobo, y los vicepresidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Uruguay, Danilo Astori.
Junto con Cristina de Kirchner estarán, más allá de los legisladores, empresarios y sindicalistas que llegarán hasta la Plaza San Pedro, Timerman y el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti. Además, integran la comitiva los titulares de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, y de la Pastoral Social, Carlos Alberto Acaputo.
Anoche no hubo más movimiento en la delegación. Tras la llegada al hotel, y como suele hacer, algunos grupos salieron a cenar, pero la Presidente se quedó recluida en su hotel.
Mientras, Bergoglio siguió comunicándose con Buenos Aires. El jueves y el viernes habló con su oficina en el arzobispado para seguir de cerca la organización de la liturgia de Semana Santa, la que debería haber presidido como estaba arreglado antes de su elección. En uno de esos llamados se tomó el tiempo de desearle feliz cumpleaños a Julia Torres, secretaria de la Pastoral.
No fueron las únicas llamadas: también su hermana María Elena, con la que no hablaba desde que dejó Buenos Aires para asistir al cónclave que lo eligió como sucesor de Benedicto XVI.
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