Como en toda
película con
Jackie Chan (y
de la serie
«Rush Hour»),
cada coreografía
de kung fu
garantiza
entretenimiento;
no importa si la
trama es
endeble.
«Rush Hour 3» (EE.UU., 2007, habl. en inglés, francés y mandarín). Dir.: B. Ratner. Int.: J. Chan, C. Tucker, H. Sanada, N. Lenoir, M. von Sydow, Y. Attal, R. Polanski, Tzi Ma.
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No hace falta ver los créditos finales, ilustrados con bloopers actorales y varios momentos realmente dolorosos, para comprobar que Jackie Chan se sigue tomando las cosas tan en serio como siempre. Las escenas de acción no dan lugar a dudas sobre el compromiso de Chan con cada coreografia de kung fu.
También hay un esfuerzo por no volver gratuita la ubicación de esta tercera «Rush Hour» en suelo francés. Antes de viajar a París, el dúo de policías que integran Chan y Chris Tucker, interroga salvajemente a un maleante con la ayuda de una monja en calidad de intérprete francoparlante. En el aeropuerto de la ciudad luz el jefe de policía (Roman Polanski haciendo acordar un poco su aparición en «Barrio Chino»), los tortura sin piedad. Y equilibrando las cosas, Tucker obliga a punta de pistola a un taxista a cantar el himno estadounidense, no encontrando mejor modo de convencerlo de las buenas intenciones de su pueblo. La visita turística obviamente incluye un brillante uso de los atractivos parisienses como escenario de las peleas, incluyendo un brillante climax en la mismísima torre Eiffel.
En el medio de todo esto hay una trama muy endeble sobre el poder de las tríadas chinas como máxima mafia globalizada, una inclusión digna pero no muy jugada de Max von Sydow, y todas las tonterías esperables de una tercera parte de «Rush Hour». Al menos, el villano Hiroyuki Sanada es lo bastante temible como para compartir las mejores escenas junto a Jackie Chan, la música sigue estando a cargo de Lalo Schifrin -con aportes del más clásico pop francés de Serge Gainzbourg- y, a contramano de su argumento lleno de diplomáticos, esta película le gana lejos en incorrección política a sus predecesoras.
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