“Pareciera que cada uno se puede salvar solo y pensando que podrá zafar. Hoy el individualismo está puesto en boga como algo bueno pero hay que recordar todo el tiempo que es todo lo contrario”, dice Rodrigo Raffeto, quien integra el elenco de “Incidente en Vichy”, de Artrhur Miller, que se estrena el jueves en Espacio Callejón, Humahuaca 3759, a las 20.30.
Se estrena una obra de Arthur Miller sobre el nazismo, tan vigente que duele
Después del éxito de "Un judío común y corriente" o "El cazador y el buen nazi", llega "Incidente en Vichy" a Espacio Callejón. La acción sucede en una comisaría de Vichy, Francia, a mediados de la Segunda Guerra Mundial.
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Parte de los 15 actores que integran "Incidente en Vichy", de Arthur Miller, que se estrena el jueves a las 20.30 en Espacio Callejón.
Es inusual encontrar hoy en el circuito de teatro alternativo una obra coral con nada menos que 15 actores en escena así como no hay en cartel textos de Miller, que aquí aborda el nazismo en Francia pero habla de tantos temas como la anulación del ser humano. La acción sucede en una comisaría de Vichy, Francia, a mediados de la Segunda Guerra Mundial, ciudad “liberada” de la ocupación nazi. Es la ciudad francesa donde se instaló el mariscal Philippe Petain, presidiendo un gobierno autoritario colaboracionista de la ocupación nazi en Francia.
Nueve hombres y un adolescente fueron detenidos en la calle para verificar sus documentos de identidad, aunque las circunstancias son sospechosas. Ellos no demuestran saber por qué están detenidos, aunque comienzan a sospechar. Un actor homosexual, un psiquiatra ex combatiente, un príncipe vienés, un electricista comunista, un gitano y un pintor judío son sólo algunos de los personajes en esa sala de espera, por la que circulan los rumores de campos de concentración y trenes de la muerte.
Entre ellos deambulan los captores: oficiales nazis, antropólogos y detectives franceses, que demuestran la furia y la violencia del ser humano. A medida que son llamados por los oficiales, algunos prisioneros salen de esa oficina y otros no. De a poco, esos prisioneros descubrirán que aquello que parecía ser una simple revisión de documentos, resulta ser la ratificación de los rumores sobre uno de los mayores crímenes raciales cometidos en la historia de la humanidad.
Adaptada y dirigida por Pablo Gorlero, cuenta con actuaciones de Mateo Chiarino como el príncipe austríaco; Patricio Coutoune como el psiquiatra; Rubén de la Torre como un comandante alemán; Mario Petrosini como el actor; Junior Pisanu como el pintor; Rodrigo Raffetto como el mecánico; Pablo Turchi el mozo; Enrique Iturralde como el hombre de negocios; Santiago Lozano como el antropólogo racial; Jerónimo Dodds como el muchacho; Marcelo Rodríguez como el propietario del café; Julián Mardirosian como el viejo judío; Mauricio Méndez como el gitano; Mariano Sgallini como el capitán de policía y Marcelo La Valle como el inspector y guardia.
El Museo del Holocausto y el Hogar Le Dorvador se interesaron de inmediato en el proyecto y sumaron apoyo, así como Horacio Acosta Producciones y diversas instituciones judías que suman apoyo y difusión. La escenografía y vestuario son de Gabriella Gardelics; el diseño de luces de Ricardo Sica; la música y diseño sonoro de Fernando Nazar; la asistencia de dirección de Carlos Farías; la producción comercial de Susana Jarabroviski, fotografía de Fiorella Romay y diseño gráfico de Juan Salvador de Tullio.
Conversamos con Raffeto sobre la obra.
Periodista: ¿Qué te atrajo de la propuesta para querer sumarte a este elenco multitudinario, para una obra del off?
Rodrigo Raffeto: En primer lugar que sea un clásico, las obras de Miller siempre me gustaron aunque esta no la conocía. De Gorlero tenía buenas referencias como director, quien me dijo que tenía un principio político por el que quería hacer la obra. Es raro que un director te convoque para algo que tenga un sentido personal y social, que no sea solo un capricho. Algo que Gorlero quería darle a la sociedad y eso me pareció excepcional, ponerme al servicio de algo. Muchas veces la actuación es el arte por el arte, y hacer esto hoy, como vivimos, tiene mucho sentido. Desde que empecé a ensayar todo el tiempo tiene sentido, todo el tiempo se está revelando la condición humana de algo que se escribió hace tanto tiempo. Tiene tanta actualidad que parece que no cambiamos nunca.
P.: ¿Cuál es la vigencia de esta obra?¿Por qué hacerla hoy?
R.R.: Hay varios factores pero destacaría el individualismo. En la obra, pareciera que cada uno se puede salvar solo, todas las posiciones enfrentadas de los personajes que están detenidos son diferentes. Cada uno tira para su lado pensando que podrá zafar. Hoy el individualismo está puesto en boga como algo bueno pero hay que recordar todo el tiempo que no es así. Las redes tienen algo de eso, cuando uno dice que está sin trabajo te dicen hacete influencer o cripto. Manejá Uber, todo por tu cuenta, si no podés es porque no querés, hacé Onlyfans, vendete vos, no hay excusas, se puede solo contra todo, y hay que recordar que es todo lo contrario. Hay poca aceptación de trabajar juntos, cuesta la idea de equipo, a la gente le cuesta entrar a un trabajo en relación de dependencia y ser parte de un engranaje mayor.
P.: ¿Cómo podés relacionar lo que decís con la obra y tu personaje, Bayard?
R.R.: Mi personaje está metido en el sindicato de los trenes y si uno ve los empleos de aplicaciones hoy, que tienen que ver con los repartos, hubo iniciativas para para unir a los trabajadores y fueron rechazados por ellos mismos, que piensan que es mejor estar solos que hacer algo juntos. Se le dio tanta mella a los sindicatos y los derechos ganados, se los criticó tantos por entender que estaban pegados a los gobiernos de turno y se enriquecían a costa de los trabajadores, que la gente piensa que es todo una basura. Sin embargo el que trabaja de Uber si se enferma no le le paga nadie, lo mismo las vacaciones. Se perdió esa conciencia y devino en individualismo.
P.: ¿Qué más podés decir de tu personaje y el contraste con los otros?
R.R.: Es un comunista que decididamente está en contra del fascismo y lo pone de manifiesto. Es el primero que abre el juego político en la obra, hasta que él habla parece que nadie habla de política. Cada uno tiene su opinión sobre el asunto y mi personaje está convencido de que la unión de trabajadores salvará a la humanidad y que el capitalismo no es la respuesta a que estemos todos bien. Uno se acomoda dentro del espectro que nació pero la gente caída es difícil que pueda subirse. Las grandes fortunas dejan de lado a quienes no se pueden incorporar. En la Segunda Guerra los trabajadores tenían un dilema: sentían que sus patrones estaban venciendo a su patria por recursos y al mismo tiempo querían luchar por la patria y alistarse en el ejército. Existe esa ambivalencia de dar batalla a los nazis sabiendo que quienes habían hecho los arreglos para la guerra fueron justamente sus patrones. Una guerra además por disputas económicas. Mi personaje sabe que es mejor agruparse y yo estoy de acuerdo con eso .
P.: Esta obra es atractiva además en el contrapunto de los personajes, ¿cuál otro te atrae y te interpela?
R.R.: Lebeau, el pintor, me encanta porque comparto mucho el sentimiento y la mirada artística de la vida, más irracional, cuando uno está en su camino artístico y vive colgado de una palmera sin estar haciéndose cargo todo el tiempo de cómo tienen que ser las cosas. Me encanta la gente que piensa en colores y pintor representa eso.
P.: ¿Cuánto sabías del Holocausto antes de vincularte con este proyecto?
R.R.: Lo conocía como hecho histórico, por de haber visto películas y leer, sin embargo, nunca tuve relación directa con gente de la comunidad, no me tocó ni por barrio, ni por cercanía, ni en el colegio, ni familia, nada por el estilo, pero siempre me pareció un tema central en la historia. No lo vi lejano, quizá porque vi muchas veces con mi viejo “La lista de Schindler”. También me marcó el libro “El hombre en busca del sentido”, me conmovió, nunca me pasó por el costado. Tanto sufrimiento humano es una herida importante en la historia de nuestra humanidad. Además de ser algo bastante reciente. Me gusta estar abordandolo, creo hacerlo con respeto, en el grupo hay mucho respeto. Fuimos al Museo del Holocausto, a Le Dorvador, me siento cerca de las comunidades diferentes a mi, quizá tenga que ver con que el sentir porteño o argentino, estando en comunidad con el otro y aceptarlo, ser curioso y tratar de entender la diversidad. Ojala el público después de las funciones quiera hablar con nosotros y compartir historias, para eso hacemos teatro, para seguir nutriendonos de vida.
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