Exitoso por donde lo miren, Edgardo Giménez, una gran estrella del pop argentino, se mueve con comodidad en el campo interdisciplinario del arte. Se autodefine como "artista visual autodidacta" y, lo es, en el sentido más amplio del término. Ningún arte le resulta ajeno. A partir de la nueva muestra, “Fancy Monas” en la galería María Calcaterra, Giménez estrecha nuevas alianzas con la tecnología y el arte digital.
Edgardo Giménez, estrella del pop, vuelve a deslumbrar
Su nueva exposición en Calcaterra, "Fancy Monas", estrecha nuevas alianzas con la tecnología y el arte digital, y persiste en el gesto innovador que tuvo desde los años 60.
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Una de las monas de Edgardo Giménez en su nueva exposición.
Hay 25 monas en la galería, algunas que hasta miran de reojo, ladinas, con la ambición de no perderse ninguna oferta de arte actual y, acaso, a la vez, registrar el interés de un público atento a estas novedades. Es decir, a las posibilidades ilimitadas del universo generativo, exploradas con el mismo criterio estético abarcador que acompaña a Giménez desde los comienzos de su trayectoria.
Allí están las monas, vestidas con los elementos de diseño tomados de décadas anteriores, como las estrellas y las palmeras, entre otros. En las 1942 impresiones sobre papel y pantallas de video (número que coincide con el año de su nacimiento), el artista recupera a través del sistema de algoritmos, la producción seriada característica del pop. Además, con su desbordante energía, planificó toda una semana de actividades destinadas a sellar la alianza de su arte con la moda de Jazmín Chebar. Calcaterra y Beyond Art Group (BAG), empresa dedicada a la fusión de la ciencia, el arte y la tecnología, presentan con la producción de las “Fancy Monas”, un híbrido donde se mezclan lo físico y digital, obras únicas generadas con algoritmos, pero supervisadas por el ojo siempre atento del artista. Giménez inspira confianza. Presenta piezas únicas, aunque elaboradas a partir de las obras realizadas anteriormente. Con el aporte actual de las tecnologías generativas convierte el pasado en un despliegue inagotable de su estilo inconfundible.
A la muestra de Calcaterra se suma la colaboración con los diseños de ropa de Jazmín Chebar y los motivos más reconocibles de Giménez. Este encuentro potencia el derroche de talento de ambos, capaces de crear y seleccionar imágenes pregnantes, que atraen la mirada de la gente en las redes y en las tiendas de Jazmín Chebar, convertidas en salas de museo. Entretanto, las performances de los modelos por las calles, parecen museos a cielo abierto. Estampados en las prendas o convertidos en joyas, los insectos, las panteras, las flores y las nubes, ostentan la alegría característica del pop argentino y la de Edgardo Giménez en especial.
Alegría sumada al humor que el artista defiende a capa y espada como un valor esencial en la vida. Ambos se cruzaron el año pasado con las Monas. Y desde el primer momento, se consolidó la afinidad. Cuando Giménez visitó las oficinas de Jazmín, descubrió en ese espacio una escultura de pantera, uno de los motivos de su arte durante décadas. Un lenguaje juguetón les permitió conectarse de inmediato. “El resultado es una colección única, donde cada prenda fue tratada como una obra de arte en sí misma. La propuesta trasciende la moda tradicional y se convierte en una experiencia sensorial”, relatan.
La campaña, ambientada en un escenario industrial con aires neoyorquinos, refleja la ironía y el mundo irreal de Giménez, con modelos rodeados de esculturas y objetos fuera de escala que reivindican el carácter pop y el humor de la colección. “La unión representa un nuevo paradigma en el que la ropa no solo viste, sino que también comunica y transporta el arte a nuevos escenarios”, concluyen.
Dueño de una brillante trayectoria que lejos de apagarse se enciende, Giménez fue una figura clave del Instituto Di Tella conocido por su audacia sesentista que deslumbró a los porteños cuando en la esquina de Viamonte y Florida apareció un afiche publicitario que lo retrataba sonriendo junto a Dalila Puzzovio y Carlos Squirru, y los presentaba con una pregunta por demás provocativa: "¿Por qué son tan geniales?". La impronta de Giménez se extiende a sus bellas arquitecturas, como la Casa Azul de Romero Brest que figuró en la exposición Transformaciones del MoMA (1979) y la uruguaya reciente Neptuna, publicada en la editorial Taschen, al igual que varios trabajos que integran “La Historia del Diseño Gráfico” de la misma editorial.
La escenografía es otra disciplina para destacar: en primer lugar, figuran las del film “Los neuróticos” con Norman Brisky y Susana Giménez para Héctor Olivera (1968) y “Psexoanálisis”, también de Olivera con Libertad Leblanc. Los diseños de muebles y de moda, áreas colmadas de creatividad, se articulan con el dominio del dibujo, la pintura y la escultura, la fotografía y el video. Los afiches de Giménez, como el de “Danza Actual”, expuesto en el MoMA y los que realizó para el Teatro San Martín, le dieron fama internacional. Su última exhibición “No habrá ninguno igual” (2023) en el Malba, atrajo más de 200.000 visitantes.
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