Hay objetos que usamos casi sin pensar. La bolsa, por ejemplo. La pedimos, la aceptamos, la descartamos. Y sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar qué implica esa acción tan simple y repetida.
Medio ambiente: repensar la bolsa de plástico como hábito cotidiano
Cada 3 de julio, el Día Mundial sin Bolsas de Plástico nos recuerda que hasta los gestos más pequeños tienen impacto. Cambiar la forma en que usamos una bolsa es también cambiar la forma en que habitamos el planeta.
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Las bolsas compostables pueden tener más de un uso. Si se mantienen limpias y secas, sirven para transportar productos, guardar alimentos o como bolsa de residuos.
Cada minuto se usan en el mundo más de un millón de bolsas plásticas. La mayoría dura apenas unos minutos en nuestras manos, pero puede tardar hasta 500 años en degradarse. El 3 de julio, Día Mundial sin Bolsas de Plástico, nos recuerda que hasta los gestos más pequeños tienen impacto. Pero más allá del símbolo, la fecha invita a mirar con atención nuestras decisiones diarias y a preguntarnos si existen otras formas, otras opciones, otras maneras de hacer las cosas.
Hoy, por suerte, las hay
En los últimos años, las bolsas compostables se consolidaron como una alternativa concreta, funcional y ambientalmente responsable. Están fabricadas a partir de materiales de origen vegetal, como almidón de maíz, y pueden descomponerse en pocas semanas bajo condiciones adecuadas de compostaje, sin dejar residuos contaminantes. Pero además, cumplen con la misma función que cualquier otra bolsa. Son resistentes, prácticas y pueden reutilizarse varias veces si se las cuida —por ejemplo, manteniéndolas alejadas de la humedad o el calor excesivo—.
Aun así, no se trata solo de reemplazar una bolsa por otra. Se trata de transformar el vínculo que tenemos con los objetos que usamos todos los días. De elegir con más conciencia. De entender que lo descartable no tiene por qué ser sinónimo de dañino. Que lo práctico también puede ser responsable. Que no todo tiene que durar para siempre para ser útil.
Elegir una bolsa compostable no es una solución mágica, pero sí un gesto con sentido. Es una forma de comprometerse con un modelo más circular y coherente, donde lo que producimos y consumimos tiene un destino más amable con el planeta.
Para aprovecharlas al máximo y hacer un uso más consciente, compartimos algunas recomendaciones prácticas:
- Reutilizar antes de compostar. Las bolsas compostables pueden tener más de un uso. Si se mantienen limpias y secas, sirven para transportar productos, guardar alimentos o como bolsa de residuos.
- Evitar exponerlas al calor o la humedad. Al estar hechas de materiales vegetales, son más sensibles al entorno. Guardarlas en un lugar seco y fresco ayuda a prolongar su vida útil.
- Usarlas para residuos orgánicos. Son ideales para separar restos de comida y residuos compostables en casa, ya que pueden ir directamente al compostador o a centros de tratamiento habilitados.
- Verificar que sean realmente compostables. Es importante buscar productos con certificación que aseguren su biodegradabilidad bajo normas reconocidas. No todo lo que parece “eco” lo es.
- Elegir opciones locales y con trazabilidad. Apoyar productos hechos en el país con procesos responsables también es parte de la sostenibilidad. El impacto ambiental se reduce cuando se evita el transporte innecesario y se conoce el origen del producto.
Los cambios reales no siempre empiezan por decisiones grandes. A veces basta con mirar de nuevo lo que tenemos en la mano… y elegir distinto.
(*) Cofundadora de Conciencia Circular, empresa dedicada a la fabricación de bolsas compostables en Argentina.
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