11 de mayo 2025 - 00:00

El descanso como acto soberano: cuando la Generación Z deja de correr y se micro jubila

La historia del trabajo está escrita con palabras como “progreso”, “sacrificio”, “productividad” y “ascenso”. Pero cada cierto tiempo, aparece una generación que decide cambiar el guión.

Los jóvenes de hoy no tienen grandes sueños de escalar sin parar. No buscan el despacho en el piso más alto. Buscan tener salud. Estar bien.

Los jóvenes de hoy no tienen grandes sueños de escalar sin parar. No buscan el despacho en el piso más alto. Buscan tener salud. Estar bien.

La Generación Z -esas personas nacidas entre 1997 y 2012 aproximadamente- no solo está repensando cómo trabajar, sino también cuándo parar, cómo descansar y para qué vivir.

No es una generación que se haya declarado en huelga permanente. Es una generación que, en medio de la hiperconexión, la inflación psicoemocional y el desdibujamiento entre lo laboral y lo personal, eligió poner en pausa el mandato del hacer constante. Lo que para algunos es desconcierto, para ellos es coherencia.

El cansancio ya no es símbolo de prestigio

Por décadas, estar cansado fue casi un mérito. El que se quedaba hasta tarde era un ejemplo. El que no tenía tiempo para sí, era un modelo de compromiso. Hoy, la narrativa cambió. La Gen Z entendió algo que a muchas organizaciones les cuesta procesar: no se innova desde el agotamiento. No se crea bajo presión permanente. Y no se construye una vida digna si el precio es perder la salud física o mental en el camino.

Por eso, tomarse una pausa ya no es visto como un fracaso, sino como una decisión lúcida. El descanso no es un premio. Es un derecho, una estrategia de bienestar e incluso un límite necesario ante sistemas que muchas veces naturalizaron el abuso como parte del contrato.

El nuevo núcleo del cambio: aceptar la transición

Lo que necesitamos comprender —de una vez— es que estamos en etapa de transición. No solo de cómo trabajamos, sino del concepto mismo de trabajo, del consumo, de los vínculos, de cómo lideramos, cómo ascendemos y hasta de cómo existimos en los sistemas productivos.

Y, sí: ya cansa escuchar a los egos rotos, desesperados porque sus títulos ya no brillan, o porque saben que pronto dejarán de servir como pasaporte al poder. Egos que se niegan a soltar lo que ya no funciona, y que intentan “eliminar” o “procrastinar” lo nuevo, con tal de seguir defendiendo procedimientos obsoletos que solo perpetúan la acumulación de cucardas, trofeos y un éxito noventoso que ya fue.

Hay que aceptar la transición para evolucionar. En poco tiempo veremos caer a las figuritas repetidas, las frases de coaching sin alma, y las fábricas de líderes moldeados con la misma máquina. Y surgirán otras formas. Más genuinas. Más humanas. Más conscientes. Porque este cambio no se puede frenar: se puede resistir o se puede habitar.

Mini-retiros: más allá del capricho

En 2007, Timothy Ferriss escribió The 4-Hour Workweek y propuso intercalar mini-retiros —pausas laborales largas— en vez de esperar a los 65 para descansar. Para entonces, parecía una excentricidad. Hoy, esa idea fue adoptada, adaptada y resignificada por una generación entera.

No es solo irse de viaje. Es redefinir la relación con el tiempo, con el cuerpo, con la vocación, con el deseo. Es no llegar al lunes con miedo ni al domingo con angustia. Es permitir que el tiempo tenga textura y no solo velocidad. Una de mis pacientes, de 26 años, me dijo algo que todavía me resuena: “Yo no quiero renunciar a trabajar, quiero renunciar a enfermarme por trabajar.” Y en esa frase está toda una filosofía.

¿Qué hacemos con el vacío?

La pausa no es cómoda. Trae preguntas, silencios, comparación social. Pero también activa otra cosa: la oportunidad de construir un vínculo con el trabajo que no sea ni tóxico ni idealizado. El problema es que muchas empresas siguen buscando el “compromiso” en clave siglo XX: permanencia, silencio, lealtad ciega. Pero el nuevo compromiso no se mide en horas extras, sino en calidad del vínculo. Y eso —malas noticias— no se compra con frutas gratis ni frases motivacionales en la pared.

No quieren ser héroes. Quieren ser personas

Los jóvenes de hoy no tienen grandes sueños de escalar sin parar. No buscan el despacho en el piso más alto. Buscan tener salud. Estar bien. Tener tiempo. Alquilar sin miedo. Tomar decisiones sin ansiedad. Compartir un mate sin mirar el reloj. ¿Significa que no se esfuerzan? No. Significa que quieren esforzarse en lo que vale la pena.

El nuevo pacto (que todavía no firmamos)

Estamos en transición. En ese interregno donde lo viejo ya no funciona y lo nuevo todavía no está del todo claro. Y como toda transición, incomoda a quienes crecieron con certezas.

Quizás por eso esta nota no es para convencer a nadie, sino para dejar algo en suspenso. Tal vez lo que la Generación Z está diciendo con sus micro jubilaciones, sus pausas estratégicas y sus silencios incómodos es simple: necesitamos otra forma de trabajar. No perfecta, pero más humana. No rígida, sino posible. No eterna, sino sostenible.

Y quizás esa no sea una demanda generacional. Tal vez sea una pregunta que todos nos deberíamos estar haciendo mientras ya tenemos en cola los deseos de los hijos de los millenials y algunos X cómo Yo (los llamados Generación Alpha) que definitivamente no vienen a adaptarse, vienen a reprogramar.

Psicóloga del trabajo, Consultora & Coach Laboral de la Nueva Era | CEO @Trabaja.Mejor | Especialista en IA y automatización empresarial.

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