29 de junio 2025 - 00:00

Una alternativa racional para una Argentina en crisis

La situación que vivimos como país es crítica. En ese contexto, desde la Unión Cívica Radical impulsamos la necesidad de conformar un espacio de centro, amplio y democrático para volver a ser un partido de mayorías, con vocación de gobierno, ideas modernas, visión federal y con apertura a nuevos liderazgos.

Juan Loupias, vicepresidente de la UCR CABA.

Juan Loupias, vicepresidente de la UCR CABA.

La Argentina atraviesa una de sus etapas más complejas desde el regreso de la democracia. La crisis económica se combina con una creciente tensión social, un deterioro profundo del tejido institucional y una cultura política que ha dejado de valorar el disenso como parte del juego democrático. En ese contexto, desde la Unión Cívica Radical se impulsa la necesidad de conformar un espacio de centro, amplio y democrático, que convoque a la sociedad desde la sensatez y la reconstrucción de los consensos básicos.

La situación que vivimos como país es crítica en muchos niveles. En lo económico, estamos atravesando una recesión profunda. La inflación sigue activa, el consumo se desploma, las pymes cierran, los salarios pierden valor todos los días y los niveles de pobreza alcanzan cifras alarmantes. Pero el problema no se agota en lo económico. Hay algo más grave que está en juego: el modo en que se está ejerciendo el poder en la Argentina.

El Gobierno nacional ha decidido avanzar con una lógica de violencia política sistemática, especialmente contra quienes piensan distinto. No hay espacio para el disenso, ni para el debate, ni para la construcción colectiva. Todo aquel que no coincide con las ideas del oficialismo es descalificado públicamente, ridiculizado o señalado como enemigo. Gobernadores, docentes, artistas, periodistas, trabajadores, legisladores, científicos, estudiantes, médicos, organizaciones sociales e incluso organismos internacionales han sido blanco de ataques permanentes por parte del presidente o de sus funcionarios. Es un ejercicio del poder basado en la humillación, el agravio y la deslegitimación del otro.

Esto no es una cuestión de estilos. Es un modelo de conducción que rompe los códigos democráticos más básicos. La política se vacía de contenido y se llena de odio. Se gobierna desde redes sociales, pero sin sensibilidad, sin escucha y sin soluciones reales para la ciudadanía. Frente a este panorama, la responsabilidad del radicalismo es enorme: debemos construir un espacio político que recupere el valor de la política como herramienta de transformación, de encuentro, de respeto mutuo y de diálogo democrático.

El radicalismo tiene que ser la fuerza que convoque desde el centro, desde la moderación y desde la coherencia. Construir un camino distinto, sin atajos ni especulaciones. No todo vale para ganar una elección. Lo importante es representar una idea de país posible, solidario, moderno, justo, democrático y profundamente humano.

Nuestros límites están marcados por nuestros valores. Y son innegociables. El radicalismo no puede —ni debe— construir alianzas con expresiones políticas que atenten contra la democracia, los derechos humanos o la justicia social. No hay lugar para acuerdos electorales con el kirchnerismo, que durante años desdibujó las instituciones, ejerció el poder con una lógica cerrada y verticalista, y no pudo dar respuesta a los grandes problemas estructurales del país. Pero tampoco hay espacio para confluir con La Libertad Avanza, que hoy encarna una idea de país sin Estado, sin igualdad, sin diálogo, sin cultura y sin ciencia. Un proyecto que se basa en la violencia política, el desprecio por el otro y la destrucción de todo lo construido.

Actualmente hay cuestiones que son acuciantes. La situación de las universidades es un claro ejemplo. Estamos frente a uno de los ataques más graves al sistema universitario público desde 1983. No se trata solo de un recorte presupuestario: hay una intención deliberada de deslegitimar el valor de la universidad pública como motor de igualdad y desarrollo. Se promueve el desprestigio con discursos falsos —como que las universidades no rinden cuentas o que son focos de adoctrinamiento— cuando en realidad estamos hablando de instituciones que forman miles de profesionales por año, producen conocimiento, integran a los sectores más humildes y son reconocidas a nivel internacional.

El veto a la ley de financiamiento universitario no fue un error técnico: fue una decisión política. El mensaje es claro: para el gobierno, el conocimiento, la investigación y la formación académica no son prioridad. Lo mismo ocurre con la salud pública. El caso del Hospital Garrahan es emblemático: un hospital de referencia que atiende miles de niños de todo el país en situaciones críticas, sostenido hoy por la vocación de su personal médico, pese a los bajos salarios, la falta de insumos y el abandono presupuestario.

Estamos hablando de decisiones que ponen en riesgo vidas, proyectos, sueños, y que además atacan el corazón mismo de lo que debe ser un Estado democrático: garantizar derechos básicos.

En el contexto actual, el radicalismo tiene una doble responsabilidad. Por un lado, tiene que fortalecer su presencia territorial, seguir creciendo como fuerza política con identidad clara, con unidad interna y con capacidad de representar a sectores diversos de la sociedad. En la Ciudad de Buenos Aires venimos trabajando de manera sostenida con todos los sectores del partido, con fuerte presencia en los barrios, con comités activos, y articulando con nuestras organizaciones internas: la Juventud Radical, Franja Morada, la OTR y UCR Diversidad. Esa red militante y comprometida es una de nuestras mayores fortalezas.

Además, el partido debe recuperar su centralidad a nivel nacional. Necesitamos volver a ser un partido de mayorías, con vocación de gobierno, ideas modernas, visión federal y apertura a nuevos liderazgos. La unidad partidaria es la base para poder construir un proyecto sólido, con raíces en el territorio y con propuestas concretas para cada rincón del país.

Las elecciones del 18 de mayo fueron un proceso difícil, en un contexto nacional muy polarizado y con una fragmentación importante del arco opositor. Sin embargo, logramos sostener una propuesta honesta, con candidatos jóvenes, con un mensaje claro y con una estructura partidaria organizada. No alcanzó en términos electorales, pero eso no nos desanima. El radicalismo ha demostrado a lo largo de su historia que sabe reinventarse, resistir y volver a crecer.

Lo importante es que seguimos firmes, con vocación de construir, con presencia real en la Ciudad y con la certeza de que estamos en el camino correcto. Seguiremos fortaleciendo nuestras estructuras, ampliando nuestras bases, y convocando a todos aquellos que hoy se sienten huérfanos de representación política.

La Argentina necesita con urgencia un espacio político que vuelva a poner en el centro a las personas. Que hable con respeto, que escuche con empatía, que planifique con seriedad y que gobierne con sensibilidad. Un espacio que no niegue el conflicto, pero que no lo use como forma de dominación. Que defienda la educación, la salud, la ciencia, el trabajo y la cultura. Que no le tenga miedo al Estado, pero tampoco al mercado. Que promueva la libertad, pero también la justicia social.

Juan Loupias, vicepresidente de la UCR CABA

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