El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) dio a conocer esta semana los datos de la balanza de pagos del primer trimestre de 2025, que muestran un déficit de cuenta corriente de u$s5.191 millones, un marcado contraste con el superávit de u$s176 millones registrado en el mismo período de 2024. Este deterioro, impulsado por un abultado déficit en la balanza de servicios y una caída del 60% en el superávit comercial, ha desatado alarmas sobre la sostenibilidad de la recuperación económica de Argentina. En el centro del debate se encuentra un tipo de cambio que parece estar atrasado, alimentando desequilibrios externos que podrían poner en riesgo los logros fiscales del gobierno.
El déficit de cuenta corriente de Argentina reaviva preocupaciones sobre el tipo de cambio
El déficit de cuenta corriente de u$s5.191 millones registrado en el primer trimestre de 2025 ha desatado alarmas sobre la sostenibilidad de la recuperación económica de Argentina.
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Caputo justificó el déficit externo: "Es absolutamente razonable y hasta sano"
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La tendencia es preocupante: el balance cambiario del Banco Central (BCRA) reportó un déficit de u$s149 millones en mayo.
Un déficit de cuenta corriente en ascenso
La cuenta corriente, que mide la diferencia entre los ingresos y egresos de divisas por bienes, servicios, rentas y transferencias, refleja un creciente desbalance en las transacciones externas de Argentina. El déficit de u$s5.191 millones en el primer trimestre de 2025 contrasta con el superávit de u$s903 millones del trimestre anterior, o de los u$s176 millones del primer trimestre del 2024, evidenciando un deterioro en la posición externa del país. El principal factor fue la balanza de servicios, que registró un déficit de u$s4.502 millones, con los gastos en turismo aportando u$s3.464 millones al rojo.
Aunque la balanza de bienes mantuvo un superávit de u$s2.060 millones, este resultado representa una caída del 60% respecto a los u$s5.070 millones del primer trimestre de 2024, señalando un debilitamiento significativo del resultado. Por su parte, la cuenta financiera mostró un ingreso neto de capitales de u$s7.229 millones, impulsado por el uso de activos externos y un mayor endeudamiento, lo que permitió financiar temporalmente el déficit de cuenta corriente. Sin embargo, esta dependencia de flujos de capital externos plantea serias dudas sobre la sostenibilidad a largo plazo, especialmente en un contexto de acceso limitado a los mercados internacionales de crédito.
La tendencia es preocupante: el balance cambiario del Banco Central (BCRA) reportó un déficit de u$s149 millones en mayo, marcando 12 meses consecutivos de déficits en la cuenta corriente. Este desequilibrio se ve agravado por un aumento del 48,9% interanual en los viajes al exterior en mayo, mientras que la llegada de turistas extranjeros cayó un 10,1%, según datos del INDEC.
El tipo de cambio atrasado como catalizador
El núcleo del problema radica en la política cambiaria de Argentina. La apreciación real del peso, evidenciada por un Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM) que promedió 80,4 puntos en el primer trimestre de 2025 —apenas por encima del nivel de 79,8 previo a la devaluación de diciembre de 2023—, ha encarecido al país en términos de dólares. Indicadores como el Big Mac Index de The Economist, que posiciona a Argentina con el segundo Big Mac más caro del mundo a 7 dólares, o un relevamiento de El País que señala a Buenos Aires como la ciudad con el café más costoso de América Latina, reflejan un aumento de los precios internos frente a un tipo de cambio nominal relativamente estable. Esto ha estimulado la demanda de bienes importados y viajes al exterior, exacerbando el déficit externo.
El sector del turismo ilustra claramente esta dinámica. En el primer trimestre de 2025, los gastos por viajes al exterior alcanzaron u$s4.923 millones, superando ampliamente los u$s1.459 millones ingresados por visitantes extranjeros, lo que resultó en un déficit neto de u$s3.464 millones. Los datos de mayo muestran un aumento del 48,9% en el turismo emisor y una caída del 10,1% en el turismo receptivo, una brecha que se atribuye a la apreciación del peso.
El cambio hacia un régimen de flotación administrada en abril de 2025, que reemplazó el anterior esquema de crawling peg y “dólar blend”, ha mejorado marginalmente la competitividad. El ITCRM subió a 86,6 puntos tras una depreciación nominal del 8,9%, pero este ajuste es insuficiente para corregir el atraso cambiario. El déficit en servicios igualó el total de 2024, una clara señal de una apreciación explícita del tipo de cambio.
La respuesta del gobierno: optimismo bajo escrutinio
El gobierno de Javier Milei ha intentado minimizar la gravedad del déficit, presentándolo como un subproducto de un crecimiento económico robusto. En el Congreso Somos Pymes, el ministro de Economía, Luis Caputo, afirmó que el déficit es “absolutamente razonable y hasta saludable para una economía que crece al 6%”. En una línea similar, el viceministro de Economía, José Luis Daza, señaló en el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas que un déficit del 2% del PBI es “esperable” en una economía en expansión.
El gobierno subraya que el déficit está impulsado principalmente por el sector privado —familias y empresas—, gracias a un superávit fiscal. Sin embargo, esta narrativa omite la contribución del sector público a la demanda de divisas, que incluye pagos de intereses de la deuda externa y los viajes al exterior de empleados públicos, que también inciden en el déficit turístico.
El secretario de Finanzas, Pablo Quirno, defendió la política cambiaria en X, afirmando: “El dólar flota, y si alguien considera que está atrasado, puede tomar decisiones en consecuencia”. Sin embargo, el aumento en el gasto turístico y la demanda de importaciones sugieren que los actores del mercado ya están reaccionando ante un peso sobrevaluado, lo que agrava el desequilibrio externo. En mayo, un millón de personas compraron u$s2.262 millones en moneda extranjera, reflejando una demanda acumulada de dólares en un contexto de apreciación del peso.
Implicancias para inversores y policymakers
El creciente déficit de cuenta corriente enciende alertas sobre las vulnerabilidades externas de Argentina. Históricamente, los déficits persistentes se han financiado mediante inversión extranjera directa (IED), endeudamiento o uso de reservas internacionales. Sin embargo, las opciones de Argentina están limitadas por su acceso restringido a los mercados internacionales de crédito. Este modelo se cierra con más endeudamiento, pero la historia de Argentina muestra que los déficits altos financiados con deuda rara vez son sostenibles.
El gobierno confía en el crecimiento de las exportaciones para restablecer el equilibrio externo. Sectores como la agricultura, la minería y la energía —impulsados por desarrollos como Vaca Muerta— se proyectan para generar un superávit comercial de u$s50.000 millones para 2032 o 2033. Sin embargo, la caída de los precios internacionales de los commodities, el aumento de la demanda de importaciones, alimentado por la recuperación económica y un peso fuerte, y la diferencia de velocidades entre la demanda y oferta de dólares podrían socavar estas proyecciones.
El dilema del tipo de cambio
El atraso cambiario es el núcleo de los desafíos externos de Argentina. Sin embargo, el gobierno ha resistido los llamados a la eliminación de restricciones, priorizando la estabilidad del tipo de cambio flotante y evitando un repunte inflacionario, que sigue siendo una preocupación a pesar de su estabilización. El vicegobernador del BCRA, Vladimir Werning, expresó confianza en el régimen actual, destacando la acumulación de u$s2.000 millones en reservas mediante acuerdos de recompra.
No obstante, la flotación administrada, con sus bandas de intervención, es insuficiente para corregir la sobrevaluación estructural. Una liberalización más amplia del mercado de cambios —permitiendo a las empresas, no solo a los individuos, acceder libremente a dólares— es necesaria para aliviar la presión sobre el tipo de cambio.
Perspectivas: riesgos y oportunidades
De cara a la segunda mitad del 2025, la trayectoria de la cuenta corriente dependerá de varios factores clave. Primero, la capacidad del gobierno para impulsar las exportaciones en sectores como la agricultura, la minería y la energía será crucial. Segundo, la acumulación de reservas internacionales determinará la capacidad del BCRA para gestionar las presiones cambiarias. Tercero, el resultado de las negociaciones con el FMI, que proyectó un déficit anual de u$s2.700 millones, mucho menor que las estimaciones actuales, influirá en el acceso al financiamiento externo.
La disciplina fiscal del gobierno y un crecimiento del PBI del 5,8% en el primer trimestre de 2025 pueden generar cierta confianza. Sin embargo, la combinación de un peso sobrevaluado, un aumento de la deuda externa y un déficit impulsado tanto por el turismo como por el incremento de las importaciones plantea el riesgo de volatilidad cambiaria, especialmente con las elecciones de finales de 2025 en el horizonte. Se espera una mayor presión sobre el dólar, que podría acercarse al límite superior de la banda de flotación para fin de año.
Conclusión
El superávit fiscal del gobierno, un logro innegable, no parece suficiente para contrarrestar las presiones de un déficit de cuenta corriente que amenaza la estabilidad externa. Los desarrollos en Vaca Muerta, el campo y la minería son prometedores, pero no bastan para compensar la creciente demanda de dólares por importaciones, turismo, pagos de deuda externa y atesoramiento. La dependencia de los mercados internacionales de crédito, en un contexto de acceso limitado, aumenta la vulnerabilidad de Argentina.
La solución, radica en permitir que el mercado de cambios funcione con mayor libertad, incluyendo a las empresas, para corregir el atraso cambiario a través del precio. Sin una acción decisiva para abordar la apreciación del peso, el déficit de cuenta corriente podría erosionar los avances fiscales.
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