3 de agosto 2001 - 00:00

Deben ceder todos y hablar para acordar

Un fin de semana sin fútbol no es nada. Dos comenzaría a complicarse... Ni hablar si el conflicto se prolonga. Los dos «contendientes» tienen hoy sus razones. Futbolistas Argentinos Agremiados cuando sostiene que «se debe cumplir con lo pactado» y la AFA cuando esgrime que «en las actuales condiciones no se puede cumplir con el compromiso contraído» hace tres meses.

En verdad, uno no sabe si esta crisis que padece el país le vino como anillo al dedo a los clubes o si de cualquier manera no hubiesen estado en condiciones de proceder al cumplimiento de lo firmado. Estas especulaciones invaden el campo de las suposiciones, pero hoy en día hay una situación cierta que se debe superar y se puede estar seguro que no se logrará con posiciones rígidas.

Sin embargo, hay verdades incontrastables. En la actualidad, donde la publicidad brilla por su ausencia, donde para pedir un crédito hay que pensar (en el mejor de los casos) en una tasa superior a 30%, los ingresos de los clubes bajan mes a mes y sólo quedan documentos a futuro como única manera de salida. Ante esta «única propuesta posible» de AFA, escapa al sentido común que -en lugar de sentarse a una mesa de discusiones-FAA amenace con una convocatoria a asamblea en cambio de buscar alternativas de salida a esta realidad incontrastable.

Por lo menos, confeccionar una contrapropuesta que satisfaga en algo las necesidades de sus afiliados. El mismo Marchi dijo que «no necesitaba una asamblea para tomar determinaciones» porque estaba permanentemente al habla con sus afiliados. También es cierto que este tipo de «cónclave» suele ser más informativo que resolutivo, aunque en algún cambio de ideas pueda surgir alguna decisión más elástica, que las tomadas hasta el momento.

En estos últimos días todo provino del mismo lado. Julio Grondona se puso el mameluco y salió de ronda. Estuvo con Marchi y sus abogados, fue al Ministerio de Trabajo para explicarle a su titular, Patricia Bullrich, que «con estas reglas de juego no podían cumplir con lo pactado, ni avanzar». Por eso presentó una serie de alternativas que -mal o bien-pueden ser válidas, discutibles o modificables, pero son las únicas expuestas.

Lo que empeora el panorama es la amenaza de Agremiados (vedada por ahora) de trasladar la situación a la Copa Mercosur en disputa, sin pensar que por ejemplo se castigaría sólo a una parte porque River y Boca no están dentro de este acuerdo (si es que los jugadores no se pliegan a la iniciativa por su cuenta y riesgo) y tal vez lo peor es que la paralización alcance a la Prime-ra B y C, que debieron hacer esfuerzos supremos para empezar sus torneos.

Que se sepa, por ahora el único camino transitable está en los documentos que la TV hizo llegar por un quinto partido de transmisión, el compromiso de cumplir con 35 por ciento inicial y la posibilidad de salir a negociar con los jugadores (club por club) con pagos diferidos en cheques en dólares y a interés fijo, avalados por la propia AFA para cumplir con el pago de 65% restante o de lo contrario entregar a FAA esos documentos para su cobro, cosa que la gremial rechazó de plano.

Cualquiera sabe que el espectáculo (en este caso del fútbol) lo hacen los protagonistas, que son los verdaderos actores. Tanto los que están en lo más alto de las marquesinas o los de reparto tienen derecho a reclamar su pago. La pregunta hoy es diferente a la de hace unos días: ¿Cómo se hace (o lo hacen las empresas) cuando no hay dinero y no existe la posibilidad de conseguir dine-ro en un plazo inmediato?

Se sabe que si no hay fútbol no hay taquilla, es decir no hay ingresos directos y sin dinero no se puede pagar. Es como buscar una solución «dentro de un círculo vicioso», tanto que hasta hoy --ha-ciendo un repaso de cada club-todos han bajado drásticamente o balanceado sus cuentas para que los egresos sean sustancialmente menores a los anteriores. ¿Que se acordaron tarde? Es cierto. Tampoco se sabe si con esto alcanza en la pretensión de llegar al déficit cero que se busca. Lo que sí es cierto es que ahora saben que el que no lo haga puede quedar en el camino.

La intransigencia en estos casos no es buena consejera. Habrá que manejar otras alternativas. Sabido es que la televisión no pone un peso más, que los ingresos de los clubes disminuyeron, que los socios no pagan sus cuotas (por lo menos a término) y que tienen -además-obligaciones con su personal administrativo, gastos elementales como luz, teléfono, gas o de mantenimiento de infraestructura...

Esta vez los dirigentes se vieron zamarreados «por sus propios errores». Algunos por culpas propias y otros ajenas, pero culpas al fin. Como nunca hace falta «bajar decibeles». No echar culpas y trabajar mirando al futuro, hoy mediato. La palabra es el arma más potente y sutil que tiene el hombre. El razonamiento deja paso a la reflexión y con ella se pueden transitar otros caminos. Las medidas extremas no sirven, ni la amenaza de huelga de FAA como tampoco esas noticias de lock-out patronal que sale de los pasillos de AFA, donde se habla de jugar con los jugadores de divisiones inferiores. Sería como echar nafta al fuego.

Nadie pretende que queden jugadores libres de manera inútil, que no se cobren sueldos, primas y premios. Tampoco que los clubes deban asumir deudas impagables. Después de esto queda un largo camino. No se puede desperdiciar la oportunidad. Lo contrario sería como alimentar una «desocupación cero», que es tan nociva como no poder cobrar lo adeudado. Que cada uno asuma sus compromisos, pero en una solución «consensuada», que no ahogue a nadie y le brinde soluciones a todos. ¿Es tan difícil?

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