21 de marzo 2001 - 00:00

Pese a la indiferencia, el mural de David Siqueiros aún sobrevive

El juez de la Nación Juan Manuel Gutiérrez Cabello abrió la semana pasada, para inspeccionar su estado, el valioso mural "Ejercicio plástico" que el artista David Alfaro Siqueiros pintó en 1933 en la Argentina, en la que era la quinta de Natalio Botana. Ese mural, desguazado y en pésimas condiciones de conservación, duerme en varios containers en San Justo, en una playa de grúas. Este diario advirtió hace un año el peligro que corría la obra, pero sólo hubo tibios reclamos oficiales. Según el juez, el abandono de la obra daña el patrimonio nacional.

El juez Juan Manuel Gutiérrez inspecciona la obra
El juez Juan Manuel Gutiérrez inspecciona la obra
Ingresar a los containers donde se encuentra desde hace una década «Ejercicio plástico», el valioso mural que en 1933 pintó David Alfaro Siqueiros en la Argentina, es toda una experiencia. Ese estrecho y oscuro recinto que huele a humedad no es el mejor lugar para disfrutar del encuentro con una obra de arte, ni mucho menos.

Sin embargo, la belleza inalterable de las figuras que pintó el artista mexicano, aún en esas degradantes condiciones y apenas enfocadas con la luz de una linterna, alcanza a revelar su valor estético. Pero lo cierto es que la vista de ese bellísimo mural, fragmentado y sostenido por una compleja estructura de hierros en un cajón que parece una morgue, provoca verdadera angustia.

¿Quién asumirá la responsabilidad si esta obra se deteriora para siempre? Esta pregunta le formuló Ambito Financiero al juez nacional en lo Comercial Juan Manuel Gutiérrez Cabello, con el objetivo de entender lo inexplicable. Es decir que, transcurrido algo más de un año desde que este diario publicó la nota «Nadie hace nada por un Siqueiros que se pierde», donde se explicaba el indiscutible valor histórico, estético y económico de esta obra, todavía no se ha hecho nada para preservarla.

Más aún. Cuando a principios de este tórrido verano este diario publicó la imagen de los cuatro containers donde se encuentran partes del mural, al aire libre y padeciendo los efectos del calor y el frío que potencian esas tumbas de metal, la Secretaría de Cultura y Comunicación indicó a la Comisión de Museos y Monumentos, encargada de velar por nuestro patrimonio, que inspeccionara el estado de la obra. El juez informó que este organismo nunca se presentó ante él y ni siquiera le elevó una nota.

Gutiérrez Cabello
accedió a viajar a San Justo, hasta el Camino de Cintura al 700, a la playa de grúas Don Bosco, para ver con sus propios ojos el mural. El día anterior, en su despacho, en el segundo piso de Diagonal Roque Sáenz Peña 1211, el juez había observado con franqueza: «Me resultaba extraño que, tratándose de una obra tan importante, nadie se acercara a preguntar por ella».

Aunque ni siquiera las partes en litigio que, se presupone, serían las más interesadas en conservar el mural, reclamaron por el traslado a un sitio donde no corra el riesgo de destrucción, el diálogo con el juez abre la posibilidad de imaginar soluciones. Es difícil saber si la pintura se ha decolorado, es imposible advertir en una breve visita si el agua se filtra cuando llueve. Cabe aclarar que las condiciones museísticas elementales para la preservación de obras de arte imponen el uso de aparatos de frío y calor que mantienen la temperatura entre 18 y 21 grados.

Traba judicial

El juez explica que el mural está trabado en ese depósito por un litigio judicial desde 1994. «La obra está desguazada y además hay tres intereses en juego. A la discusión entre las partes se suma el reclamo de los dueños del depósito, que no han cobrado un centavo por esa guarda y retienen la obra porque les deben siete años. En estas condiciones es difícil movilizarla.»

La gravedad de esta y otras cuestiones es desestimada -en parte-por
Mirta Barruti, representante legal de Dencanor SA, firma que compró el mural en 1994 por 825.000 dólares, la mayor cifra que se haya pagado en la historia del arte argentino. «En el expediente hay dinero que se puede utilizar para pagar el depósito -señala Barruti-. Luego la Justicia determinará a quién corresponde hacerse cargo de ese gasto.» El juez acepta la viabilidad de ese trámite.

Barruti
asegura que sus clientes no se oponen a la exhibición de la obra. «Siempre y cuando se garantice que el restaurador mexicano Manuel Serrano, que en el año 1991 extrajo el mural con una compleja obra de ingeniería, sea contratado para volver a montarlo. Pero se requieren fondos para financiar el montaje, y nadie posee ese dinero.»

Más allá de las carencias financieras, cualquiera que observe la estructura de hierro y maderas para el montaje del mural, un mecano sin instrucciones para armar que ocupa todo un container, puede advertir que sólo quien creó ese complicado sistema sería capaz de volver a armarlo.

De todos modos, ante las aseveraciones de
Barruti y sabiendo que el subsecretario de Cultura y Comunicación, Hugo Storero, elevó hace ya varios meses a la Comisión de Museos y Lugares Históricos el pedido de que el mural pase a formar parte del patrimonio histórico-artístico de la Argentina, le preguntamos al juez: «¿Si finalmente los organismos oficiales le solicitaran que preserve la obra, usted tiene autoridad para sacarla de ese lugar de riesgo?». «Sí, definitivamente. Aunque pueden apelar esa medida», es la respuesta.

«Gracias a Dios esa pintura todavía se mantiene. No deberíamos dejar que continúe el deterioro», agrega
Lucas Fernández Moores, el oficial de Justicia, al salir de las entrañas de esos containers. ¿Y cómo sigue esta historia? Gutiérrez Cabello es consciente de que dejar abandonada esta obra de arte en ese estado lesiona el patrimonio nacional y, sin ocultar el fastidio que le provoca tanta indiferencia, dice: «Cuando leo en los medios que existe preocupación por el patrimonio, me pregunto por qué ni siquiera me llaman por teléfono. Me parece óptimo que se traslade a un sitio donde se exhiba y se cuide». Seguidamente cuenta que su propósito es tomar las medidas pertinentes para su traslado y añade que está dispuesto a escuchar «con todo gusto a cualquiera que demuestre algún interés». Entretanto, el fiscal de la Nación Gustavo Bruzzone, coleccionista y erudito en el tema del arte, explica: «Esa obra se puede comparar con un niño cuyos padres se pelean y ponen en riesgo su vida. La tutela la debe asumir el juez».

Interrogado sobre el silencio de la Comisión de Patrimonio,
Storero explica que la Secretaría de Cultura realizó un pedido ante un juez de Morón que hasta hace poco tiempo entendía en esa causa. Además, se presentó como parte interesada en un juzgado comercial donde está radicado un expediente del complicado litigio. «Nuestra ambición es que se nos permita resguardarlo y, de ser posible, exhibirlo», manifiesta Storero, mientras se dispone a hablar con Gutiérrez Cabello.

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