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En Barracas también se respira el mejor tango

Realizamos un recorrido nocturno por Barracas en busca de respuestas y llegamos hasta una esquina casi oculta, en el escondido pasaje Darquier y la calle Villarino, frente a una estación de ferrocarril. Allí funciona desde hace tres años un restorán instalado donde alguna vez hubo un almacén de ramos generales. El lugar transpira milonga. Adentro: espejos con marcos fileteados, cortinas rojas y un portaequipajes de tren con viejas maletas. Afuera, el empedrado de fines del siglo XIX, paredón y, cada tanto, ese tren que pasa sobre vías que parecen muertas.
El local se llama El Barracas Tango. ¿La idea de sus dueños? Revivir la magia de los tiempos dorados del dos por cuatro sintiéndose protagonista junto a unos pocos comensales, en el mismo lugar donde los grandes del género vivieron sus momentos de gloria.
El 10 de diciembre de 1990, en conmemoración del Día del Tango, Omar Tamburi funda Buenos Aires Sur, un restorán/bar que respetó el estilo del viejo local y utilizó elementos de las calles (faroles, rejas del ferrocarril) logrando un ambiente integrado con el entorno. Se dispuso una barra y boisserie de un primitivo bar, y un palco al estilo de los que usaban los músicos y vitroleras de principios de siglo. El «Polaco» Goyeneche fue su padrino de honor. El día de la inauguración cantó junto a Rubén Juárez y se descubrió la placa que hoy da la bienvenida a El Barracas. Ese día estuvieron Eladia Blázquez y Adriana Varela, que cantó los primeros tangos de su carrera.
El entorno mítico y la arquitectura de El Barracas favorecieron la recreación de escenarios antiguos, ya que tiene frentes que no se tocaron desde el siglo pasado, adoquines que están como los dejó caer un carretón del virrey Vértiz. Por esa razón fue elegido como escenario para la realización de las películas «Sur» de Solanas, y «Gatica» de Leonardo Favio, que mostraron la imagen del barrio al mundo entero. Y también se filmaron escenas de «Los siete locos» de Torre Nilsson y «La patota» de Daniel Tinayre, «Naked tango» de Leonard Schrader, «Tango feroz» de Marcelo Piñeyro y muchos cortos. Aseguran que Francis Ford Coppola se enamoró del lugar.
Una noche en El Barracas propone un repaso de la historia grande del tango, encabezado por Fernando Marzán, tres parejas de bailarines y dos cantantes. El inicio de la cena consiste en un tapeo criollo abundante, incluyendo camarones al ajillo, salames mercedinos, jamón crudo, salmón ahumado, calamares vinagretta, mejillones gratinados, buñuelos de espinaca y berenjenas, y tortilla de papas con ensaladas de hojas verdes.
El espectáculo que se ofrece cuenta la historia del tango desde el 1900, la milonga, la influencia de París, la aparición de Carlos Gardel y la aceptación en el Gran Salón Argentino de los años 30. Las coreografías se suceden junto a las mesas y los comensales, testigos privilegiados de los matices de la danza.
La cena continúa una vez terminada la primera parte del show con el plato principal, a elección entre entrecotte con chutney de cebollas al Malbec y milhojas de verduras y papas gratinadas, o pechuga de pollo rellena con cous cous y morrones asados, o ravioles de masa con tinta de calamar rellenos con salmón y salsa de crema y camarones, o plato vegetariano del día.
La segunda parte recorre la Epoca de Oro de las grandes orquestas de tango desde 1940 hasta 1955, los hechos históricos a nivel mundial, y la influencia en nuestra cultura. Preámbulo ideal para el postre: tiramisú, flan casero con frutas frescas y del bosque. El gran final de la noche, muestra la evolución contemporánea del tango y su trascendencia internacional.
Leandro Ferreyra
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