31 de agosto 2006 - 00:00

Ingenio argentino: petroquímica sin petróleo

Ingenio argentino: petroquímica sin petróleo
Escribe Miguel Angel Toledo

Dato número uno: el precio del petróleo, que superó los 70 dólares, y la devaluación, que triplicó de un día para otro el costo de la materia prima, constituyeron una encerrona perfecta para una pyme argentina que venía produciendo desde hace unos 70 años refrigerantes para motores, líquidos para frenos y otros fluidos de automóviles, obtenidos con derivados que no se producen en el país y que, obviamente, debían importarse.
Dato número dos: desde el Laboratorio de Procesos Catalíticos (LPC) de la Facultad de Ingeniería de la UBA surgió no hace mucho tiempo un invento para producir hidrógeno a partir de alcohol de origen vegetal, proceso que rápidamente fue comprado por una empresa extranjera para aplicarlo a submarinos de guerra.
Dato número tres: la producción de biocombustibles está casi en estado de feto en el país, pero su insoslayable destino es reemplazar, más temprano que tarde, a los combustibles fósiles.

Alguien propuso alguna vez inventar el «macroscopio», un instrumento que, a diferencia del microscopio (que nos permite ver lo más chiquito) y el telescopio (que nos permite ver lo lejano), nos serviría para ver las cosas en su conjunto. Algo así es lo que está sucediendo ahora, porque la pyme en aprietos y los científicos de la UBA se unieron para poner en marcha un proyecto que no tiene antecedentes en el mundo: desestimar los derivados del petróleo como materia prima para sus productos y utilizar, en cambio, un gas de síntesis obtenido de alcoholes vegetales.

La migración de la petroquímica a la «alcoquímica» es la respuesta a aquella encerrona armada por un petróleo caro, cada vez más escaso y, fundamentalmente, no sostenible. Como escribió Eduardo Berdichevsky, de la Fundación Innova-T: «Aquí la agronomía tendrá que sustituir a la geología como eje económico mucho antes que en el resto del mundo, porque el petróleo argentino se acabará mucho antes que el de otros países productores».

La pyme pionera es Química True, ubicada en San Miguel, que acaba de recibir apoyo de la oficial Agencia de Promoción Científica para producir sus refrigerantes, líquidos de frenos y demás, partiendo del alcohol vegetal y no del petróleo. Esta empresa importa ahora derivados del petróleo que aquí no se producen, como etóxidos de alcanos y alquenos, o distintas aminas de etanol, que luego mezcla en diversos cortes para obtener sus productos, facturando unos 12 millones de dólares al año por sus ventas a casi la totalidad de las automotrices de la Argentina.

True es una empresa familiar que a fines de 2001 se vio en aprietos por la devaluación -que triplicó el costo de sus insumos-, a lo que se sumó la disparada de los precios del crudo desde 2004. En esa coyuntura se produjo el contacto con la Fundación Innova-T y el Dr. Gustavo Bianchi, quienes convencieron a la pyme de que a veces la mejor manera de salir del laberinto es por arriba. (Ver recuadro.).

El proceso

La clave del nuevo sistema nace como derivación de la invención, en el seno del LPC de la Facultad de Ingeniería, de un conversor capaz de producir hidrógeno partiendo de alcohol vegetal, cuya patente compró en 400.000 dólares Química Abengoa, de España, tal como se informó en este diario en marzo pasado. Esta conversión desde etanol hasta hidrógeno en grado de alta pureza se realiza en tres etapas, la primera de las cuales consiste en un «reforming» en caliente que toma alcohol y lo vuelve «gas de síntesis», una mezcla de monóxido y dióxido de carbono, agua y metano. Como su base es el carbono, este gas de síntesis es el mismo que la petroquímica convencional (que lo obtiene del petróleo) utiliza para producir desde plásticos hasta pinturas, fibras textiles, fertilizantes y miles de productos más.

El proyecto con True -a cargo de la doctora Norma Amadeo, vicedirectora del LPC, en tanto el Dr. Bianchi es el jefe técnico- comenzará por la producción de aminas y etóxidos desde el etanol vegetal y esto es una descomunal reconversión para la empresa, pero también puede serlo para el país. Algunos lo ven como el principio del fin de la petroquímica actual.

Aunque parezca redundante, nunca está de más recordar en qué circunstancias aparece esta nueva «punta» tecnológica en la Argentina, donde la producción petrolera viene casi en caída libre desde 1998 y -a menos que la geología tenga preparado un milagro- en menos de dos décadas todo el petróleo y sus subproductos consumidos deberán ser importados. Y aunque tal milagro ocurriera y apareciese por allí algún o algunos reservorios que estiren este acotado e inquietante horizonte (quizá por el lado de la exploración marina), lo inteligente tal vez sea exportar a buen precio ese petróleo, acelerando a la vez el propio recambio energético estructural para ya no depender de él.

Sobre todo con el tremendo potencial agrícola que la Argentina tiene.

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