22 de diciembre 2003 - 00:00

LA HORA DEL MUSEO DE BELLAS ARTES

LA HORA DEL MUSEO DE  BELLAS ARTES
La caza de brujas no puede sustituir la carencia de políticas culturales, y más allá de los cuestionamientos a la gestión del director del Museo de Bellas Artes, Jorge Glusberg, el problema de fondo subsiste: la necesidad de una partida presupuestaria y un cambio estructural imprescindible para el manejo eficiente de la institución. Cualquiera que asuma el cargo, más allá de su eficiencia y la seguridad que supone la transparencia del concurso, se verá obligado a enfrentar la carencia de recursos, porque si bien el Estado tiene la obligación de preservar, custodiar y acrecentar el patrimonio, sólo se hace cargo del pago de sueldos y servicios. La actividad cultural depende así de la generosidad del patrocinio privado, y según anuncia el secretario de Cultura, Torcuato Di Tella, en esta encrucijada «no habrá ampliación presupuestaria».
Además, salvo que se concursen otros cargos, sobre las espaldas del futuro director recaerá la pesada responsabilidad de la administración, programación y revisión de cuentas; el fundraising y diseño del presupuesto, las inversiones y nombramientos; los programas educativos, de restauración, investigación y curaduría; la organización y montaje de exposiciones. Para tratar estos temas, este diario convocó a Di Tella, la directora del Museo de Arte Moderno, Laura Buccellato, la directora de la Fundación Proa, Adriana Rosenberg, y el jefe de curadores del MALBA, Marcelo Pacheco. Pragmático, Di Tella, destacó la urgencia de concursar la dirección del Museo de Bellas Artes, agregó que no le agrada el espectáculo, y señaló que su afán político es llevar el arte al interior del país. Luego, para diseñar la nueva estructura en los museos, confía plenamente en el director de Patrimonio, Américo Castilla. «Si él cae, yo caigo», dijo sin vueltas.
Periodista: ¿Cuál es su diagnóstico sobre la actual crisis del Museo de Bellas Artes?
Torcuato Di Tella: Necesitamos convocar a concurso ya. Y lo digo porque Alberto Bellucci acepta el puesto de director del Museo, pero solamente por unos pocos meses. Creo que lo mejor es convocar ya a concurso.
Adriana Rosemberg: Considero que debería hacerse un estudio profundo sobre la estructura general del museo y diferenciar los cargos de dirección y administración, que en la actualidad están en manos de una sola persona.
Marcelo Pacheco: La estructura que tiene hoy el Museo se renovó a mediados de los ’0, y es bastante funcional, crearon el cargo de subdirector que no había tenido nunca. Es actual en los términos de lo que es hoy la práctica contemporánea de los museos. También se crearon los departamentos de museografía, restauración, investigación, documentación y registro de colecciones, biblioteca y administración, educación y acción cultural, y se cubrieron esos cargos por concurso público.
P.: ¿Entonces la estructura puede ser rescatada?
M.P.: No creo que haya un problema con la estructura. Ahora el tema es cómo resolver la relación de la dirección con los departamentos y cómo bajar a la práctica el funcionamiento con el curador o la dirección artística. Lo que sí se mantuvo en el Museo fue una organización muy vertical, con un director por el que pasan todas las decisiones, y eso sí ya había cambiado en el mundo, para comenzar se había apartado del área administrativa.
Laura Buccellato: Lo que pasa es que al no haber suficiente presupuesto, no puede haber una dirección para cada departamento del museo y resulta difícil programar.
T.D.T.: El Museo no tiene dinero suficiente, Glusberg tuvo que recurrir a apoyos empresariales, lo que en principio me parece bien.
P.: ¿Se pude esperar que el Estado aumente los recursos dada la imposibilidad de gestionar?
T.D.T.: Una ampliación presupuestaria no va a haber.
L.B.: Con una política cultural clara, a veces se puede trabajar sin plata. Si hubiera una ley de mecenazgo transparente, ayudaría, pero es una discusión que se tiene que dar en Hacienda.
T.D.T.: Es nuestra intención retomar el tema de la ley de mecenazgo.
M.P.: Tengo la sensación de que el problema no pasa por discutir estos temas. Me parece que debe haber una discusión previa, sobre qué modelo de Museo queremos y si el Estado argentino va a asumir la responsabilidad que tiene con sus museos. La discusión es política, y en ese ámbito nunca se ha dado.
T.D.T.: El tema hoy es crear una buena estructura, discutir un proyecto, pensar qué se quiere del Museo Nacional de Bellas Artes. Se puede adaptar cualquier modelo, mixto, privado, estatal, el tema es ver qué modelo se quiere y si el Estado lo va a aceptar.
P.: ¿Se puede abrir la discusión a la comunidad artística?
T.D.T.: Sí, por supuesto, y no es necesario que convoque la Secretaría de Cultura. El problema que tenemos nosotros ahora es comenzar con el proceso de designar a una nueva persona que tenga capacidad para dirigir el museo. Después la administración pública decidirá los lineamientos y se podrá discutir entretanto sobre lo que hay que hacer. Pero hay que atenerse a los tiempos reales. Se puede trabajar una vez que haya un director. Mi idea es descentralizar. Por ejemplo, decidí trasladar el Museo de Arte Oriental que está encajonado a Rosario, porque allí hay un edificio del Banco Nación muy adecuado, que está en disponibilidad.
A.R.: ¿Y los museos del interior pueden recibir estas exposiciones, tienen las condiciones museísticas (temperatura, humedad, seguridad, etc.)? Se puede destruir el patrimonio por actuar a la ligera.
T.D.T.: El criterio en el área fue dado por Américo Castilla. Si él cae, yo caigo.
L.B.: La clave para mandar cosas al interior es la exigencia. Habría que hacer un decálogo claro con las condiciones de carga y descarga, de mantenimiento, seguros, para que las cosas se hagan bien.
T.D.T.: Castilla es muy meticuloso. Ha creado una escuela de restauración en la Fundación Antorchas y nos va a legar el edificio, aunque sin los expertos, y nosotros tenemos que conseguir los recursos para que funcione. Justamente en Salta hay un grupo de gente que hace restauración. En el Bellas Artes está toda la colección guardada de Arte precolombino, por falta de lugar, pero yo igual afirmo que no quiero abrir un solo museo más en Buenos Aires. Soy secretario de Cultura de la Nación y no de la Ciudad, que ya tiene bastantes museos si se compara con San Juan, Mendoza o Jujuy. Quiero descentralizar las cosas a fondo, y ésa es la política de la Secretaría. Es una decisión.
L.B.: En la Argentina los museos carecen de autonomía. Museos como el de Arte Decorativo o el Bellas Artes merecerían ser autárquicos, al igual que algunos museos nacionales que están en las provincias.
T.D.T.: Ya hay muchas instituciones descentralizadas, las provincias tienen sus propios espacios culturales. La Nación tiene un Museo en Tilcara, otro en el Cabildo de Salta, y en San Juan está la Casa de Sarmiento, después está el Museo del Acuerdo en San Nicolás, hay un par de Iglesias Jesuíticas, y poco más, no hay museos importantes. En Neuquén está la sucursal del Museo de Bellas Artes y se pensaba hacer otra en Córdoba, que falló. Pero hay que continuar con este proyecto que inauguró Glusberg. Yo quiero que esas miles de piezas que están en el depósito del Bellas Artes circulen. En enero vamos a enviar una colección de grabados de Goya al Auditorio de Mar del Plata, porque hay gente entusiasmada, y luego irá a Río Gallegos, y quiero también enviar al interior cuadros de la escuela renacentista. Volviendo al tema, lo más urgente es llamar a concurso.
A.R.: Pero cada persona tiene una visión diferente del Museo. Los concursantes deberían presentar un proyecto de la gestión que proponen, no sólo los antecedentes personales. Así se hace en otros museos del mundo. Si existía una estructura de museo que fue decapitada, ¿no se podría llamar a concurso para que personal de excelencia ocupe esas áreas?
T.D.T.: Sí, por supuesto. Hay que nombrar un jurado y comenzar a evaluar los criterios sobre el museo.
P.: ¿Cuáles son los museos que frecuenta?
T.D.T.: De las cosas que están en los museos una mitad me gusta y la otra no. Llegué a odiar algunas obras del Instituto Di Tella. «La familia obrera» de Oscar Bony me parece un insulto horroroso a la clase obrera. ¿Qué clase obrera? ¡Son gente humana como uno! De todas maneras creo que lo que hacía el Instituto Di Tella estaba bien, porque crearon un ámbito de libertad para la creación. Pero así como ellos tuvieron esa libertad, yo tengo libertad de criticar.
A.R.: Pero así se va a enfrentar con un gran problema, porque la creación artística es compleja.
T.D.T.: La muestra que hizo Proa en memoria del Instituto Di Tella me parece muy bien. Pero es la expresión de la crisis de la sociedad moderna y no creo que eso vaya a valer nada dentro de cincuenta años.
L.B.: Muchas obras que no valían nada están en los museos. Hoy en día es muy difícil interpretar los nuevos códigos, cada vez les resulta más complejo a los especialistas distinguir lo bueno de lo malo. Y creo que el gusto personal es también válido.
A.R.: En ese sentido, por ejemplo en la gestión de Glusberg se le dio mucho lugar a la arquitectura y al arte contemporáneo, y eso atrajo mucha gente. Mientras que las colecciones del museo no son tan atractivas para el público. Si el Bellas Artes tuviera una política discriminatoria de la exposiciones, podría ser menos visitado. Pero no existe una política cultural que defina el perfil de las instituciones.
L.B.: Las funciones del Museo de Bellas Artes, que tiene un patrimonio del siglo XIX y XX, son totalmente distintas a las del Museo de Arte Moderno, que acapara lo nuevo. Pero es verdad, el papel de cada museo no está bien definido.
T.D.T.: Creo que una planificación demasiado exigente implicaría un bloqueo de la iniciativa. Bellucci piensa darle más peso al arte argentino y yo me inclinaría a hacer rotar las cosas que están en el sótano, y que haya una gran muestra permanente. En definitiva, quiero mostrar más lo que tenemos. Pero eso lo decidirá el director, tampoco quiero imponer mi opinión sobre cómo manejar los museos.
A.R.: Nos queda pendiente el tema del arte como espectáculo para atraer multitudes.
T.D.T.: En general no me gusta que haya mucho show, aunque algo hay que hacer para mover a la gente, y atraer al público. Glusberg hizo mucho show y creo que eso impactó muy bien en el nivel cultural de Buenos Aires, pero yo soy diferente, yo haría televisión sin pensar en el rating, un canal sólo cultural por ejemplo, y ¿por qué no? No es fácil manejarse en una sociedad como la nuestra. Más allá de la idea de política de museo que yo pueda tener, hay que ver como repercute en una sociedad tan arruinada como la nuestra en la actualidad. ¿Y si por ahí funcionan los shows? No me parecería mal.
L.B.: Pero hay que darle contenido espiritual a esta sociedad, si no, se va al diablo. Hay que saber seducir al público, sin vaciar el contenido.
T.D.T.: Yo he ido a museos de historia que me resultan interesantísimos, pero que están literalmente muertos. Los museos son eso, la historia de los muertos, aunque coincido, estoy de acuerdo con la seducción en todas las áreas.
Entrevista de Ana Martínez Quijano

Dejá tu comentario