19 de diciembre 2025 - 08:11

¿Por qué se van las multinacionales? Radiografía de los retiros corporativos en Uruguay

El cierre de plantas y la salida de empresas reabre el debate sobre un esquema cambiario que elevó costos y erosionó la competitividad.

Especialistas advierten que el encarecimiento relativo de Uruguay condiciona la rentabilidad y la permanencia de empresas extranjeras productivas.

Especialistas advierten que el encarecimiento relativo de Uruguay condiciona la rentabilidad y la permanencia de empresas extranjeras productivas.

Desde que la japonesa Yazaki anunció en 2025 el cierre de sus dos plantas en Uruguay, dejando sin empleo a más de 1.200 trabajadores, el fenómeno se ha vuelto imposible de ignorar, ya que en menos de dos años, el país ha visto partir o reducir drásticamente sus operaciones a empresas como Fenedur, UKG (Estados Unidos), Gloria Foods (Perú), Aurora Cannabis (Canadá), Fanacif (Brasil) y Verizon, entre otras.

La pregunta que resuena en el ecosistema empresarial es inquietante: ¿qué está fallando en un modelo económico que se construyó precisamente para atraer y retener capital extranjero?

Juan Ignacio Geymonat, magíster en Historia Económica de la Universidad de la República (Udelar), identifica el problema central: Uruguay necesita mantener la estabilidad macroeconómica para atraer inversión extranjera. Para lograr esa estabilidad, implementó una política de apreciación del peso que estabiliza el dólar y controla la inflación.

El resultado es paradójico. "Esto hace que el país sea carísimo en términos comparados con la región", explica Geymonat. Los salarios uruguayos, comparados con los de Brasil, Paraguay o Argentina, son significativamente más altos. "Tenés tasas en pesos altas, dólar barato, y te complica la actividad productiva. Además compitiendo contra países de la región que pueden tener condiciones institucionales peores, pero tienen mano de obra por la mitad".

La ecuación es devastadora: la misma política que genera estabilidad para atraer inversiones, encarece la producción y expulsa a las empresas cuando buscan competitividad regional.

La mirada del sector privado: un problema estructural, no coyuntural

Luciano Magnífico, economista y gerente de la consultora Exante, confirma el diagnóstico con datos del sector privado: "Tenemos analizado un conjunto amplio de empresas que operan en Uruguay e identificamos que uno de los principales desafíos para la economía del país es la baja rentabilidad empresarial".

El analista de Exante coincide punto por punto con la tesis de Geymonat sobre los costos: "Esta baja rentabilidad de las firmas se asocia a costos de producción que son muy altos en el país, entre los que destaca el costo de la mano de obra, y que condicionan no solo la capacidad de inversión de las empresas, sino que también han motivado la salida de algunas firmas del mercado uruguayo".

Pero Magnífico va más allá y advierte sobre la naturaleza del problema: "Esta situación de costos altos no es un fenómeno coyuntural, sino que es un problema estructural que arrastra la economía uruguaya desde hace largo tiempo."

Un modelo económico que se devora a sí mismo

Para Geymonat, el problema es estructural y trasciende gobiernos, ya que sostiene que la política de atracción de inversión extranjera comenzó desde los años 70 y lo profundizó el Frente Amplio (FA) a partir de 2005, pero hoy tiene costos ocultos que se hacen evidentes.

"El capital extranjero juega un papel clave en la economía", reconoce Geymonat. Pero explica que en el último tiempo no solo ha formado empresas en nuevos sectores, sino que "ha venido a comprar empresas (nacionales) que ya existían. Cuando esas empresas extranjeras finalizan sus períodos de exoneraciones fiscales (que duran 15 años), muchas se van del país".

Y explica el razonamiento empresarial con un ejemplo concreto: "Si soy un autopartista, me voy mejor a Paraguay donde hay mano de obra menos calificada, pero con costo a la mitad, capaz que produzco un poco menos, pero tengo costos laborales que están por la mitad con respecto al Uruguay y eso me compensaría".

Geymonat desmiente la narrativa de que el problema sean exclusivamente los conflictos laborales. El tipo de cambio apreciado afecta a todo el espectro empresarial. "Los exportadores, el sector agropecuario y el industrial se quejan del tipo de cambio apreciado", afirmó el investigador y aclaró que esta política "no solo golpea al sector que está representado por los sindicatos", sino "también parte del sector empresarial que es bastante reticente a esa" política cambiaria.

El riesgo de las nuevas regulaciones laborales

Sobre las políticas del gobierno entrante, Magnífico alerta: "Anuncios como los que ha venido realizando el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) respecto a cambios en la normativa laboral a nivel de los despidos, así como otras modificaciones que se están estudiando, a nuestro juicio, podrían acentuar aún más esa problemática".

El gerente de Exante pone el tema en perspectiva regional: "Uruguay cuenta con un marco de relaciones laborales que ya brinda una elevada protección al trabajador en relación con lo que ocurre en otros países. Si bien no consideramos deseable pasar a una regulación laboral como la que opera en otros mercados regionales, sí consideramos fundamental analizar cualquier cambio bajo la óptica de que los costos actuales para las empresas ya son comparativamente muy altos".

Más allá de los costos: el desequilibrio de precios relativos

Magnífico identifica otro factor crítico que afecta la rentabilidad empresarial: "El tema de costos altos sin dudas que impacta en la competitividad del país, pero no es el único elemento. Por ejemplo, en Exante pensamos que el desequilibrio de precios relativos que ostenta Uruguay respecto a sus principales mercados de referencia también genera un impacto relevante sobre la rentabilidad de las empresas".

Este "desequilibrio de precios relativos" es precisamente lo que Geymonat identifica como la política de apreciación cambiaria: Uruguay se volvió caro no solo para producir, sino también para consumir y operar en comparación con Brasil, Argentina y Paraguay.

El gerente de Exante suma otro elemento a la ecuación: "Más allá de los avances que han procurado obtener las últimas administraciones de gobierno, Uruguay tiene mucho que avanzar en materia de inserción internacional, que es otro de los factores que suelen estudiar las firmas al optar por instalarse en un país."

El mensaje final de Magnífico es contundente: "Como mensaje general, en Exante pensamos que la estabilidad política y macroeconómica es importante y es un diferencial que tiene Uruguay frente a otros países de la región, pero para captar y mantener empresas y/o inversiones del exterior no es suficiente. Es necesario también atacar los otros problemas estructurales mencionados anteriormente".

Uruguay apostó todo a la estabilidad macroeconómica como ventaja competitiva. Pero esa estabilidad, lograda a costa de encarecer el país, ya no es suficiente para retener empresas que encuentran costos significativamente menores en países vecinos.

El precio de la estabilidad y la pérdida de soberanía económica

Uruguay logró algo que pocos países de la región pueden exhibir: estabilidad macroeconómica sostenida. Geymonat lo reconoce: "El Uruguay logró un modelo que yo no me animo a decir que es exitoso, pero que es estable. No explota cada 5 años, genera cierta estabilidad. El país crece al 1% hace 6, 7 u 8 años, pero por lo menos está estable, no explota, tiene una inflación contenida, tiene una macro más o menos estable".

Pero esa estabilidad tiene un precio. "Nadie quiere tocar eso mucho", advierte Geymonat. "No ha habido una búsqueda así de ningún partido, de ningún sector político por mover la aguja". El resultado es una parálisis política frente a un modelo que muestra grietas cada vez más evidentes.

Otro efecto que Geymonat identifica es más sutil pero igualmente preocupante. El país construyó "todo un andamiaje institucional armado en función de exoneraciones fiscales para extranjeros y cada vez cuesta más modificar o cambiar sin alterar el esquema".

La consecuencia: "Perdés un poco de soberanía política en el sentido de que vas a pensar 20 veces si creás un impuesto acá, si sacás una exoneración, porque de eso te depende que entre capital extranjero y que entre capital extranjero depende sostener el crecimiento más o menos".

Muchas empresas extranjeras, además, están contempladas dentro de tratados de inversión internacionales, lo que significa que los potenciales conflictos con el Estado se resuelven en tribunales internacionales como el CIADI, no en el sistema judicial uruguayo.

La balanza entre costos y beneficios

¿El capital extranjero es negativo para Uruguay? Geymonat rehúye las respuestas simples. "Para tener un saldo de eso hay que cruzar muchas cosas. Lo primero es plantear el asunto en los términos correctos antes de decir si es bueno o malo."

Y reconoce aspectos positivos: "El capital extranjero viene y es una llave importante para el aumento de la productividad en algunos sectores. Si lo ves de ese lado, bien. Por otro lado, tiene más espalda financiera. Por lo general las empresas extranjeras terminan a veces pagando más incluso a los trabajadores que las empresas nacionales, porque tienen más espalda y más márgenes".

Pero la contracara es clara: "El capital nacional se empieza a desplazar a determinados sectores, vas perdiendo densidad del empresariado nacional. Muchos empresarios nacionales terminan vendiendo y ese dinero no se reinvierte en producción. Se van del comando del aparato productivo".

"Estoy de acuerdo con ponerle un poco más de sesgo a la promoción de inversiones. Ser más selectivos y tratar de aprovechar la Inversión Extranjera Directa (IED) para generar más capacidades locales a partir de poner algunos tipo de condiciones sobre complementariedad, mano de obra calificada nacional, etc.", concluyó Geymonat.

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