5 de octubre 2018 - 00:00

Bolsonaro y Haddad: el país acude dividido a las urnas

Todos los sondeos anticipan que habrá una segunda vuelta el 28 de octubre, pero los analistas advierten que en anteriores convocatorias las consultoras cometieron errores importantes de cálculo. La actual polarización complicará al futuro gobierno.

GRIETA. Para los analistas, la elección del domingo es la más polarizada en la historia del país. Los votos se dividirán entre el rechazo al PT y el respaldo al expresidente preso, Lula da Silva.
GRIETA. Para los analistas, la elección del domingo es la más polarizada en la historia del país. Los votos se dividirán entre el rechazo al PT y el respaldo al expresidente preso, Lula da Silva.
Enviado especial a Brasilia - Más de 147 millones de brasileños acudirán este domingo a las urnas para elegir a su próximo presidente, con Jair Bolsonaro y Fernando Haddad como favoritos para pasar al segundo turno del próximo 28, pero sin saber si contribuirán a ponerle fin a la crisis política, económica, social y moral que se desató en el país a partir de 2013 o si solamente agravarán ese proceso de decadencia.

Además de presidente y vicepresidente, elegirán a los 513 diputados que conforman la Cámara baja, a dos tercios de los senadores (57 sobre un total de 81), a los gobernadores de los 26 estados y del Distrito Federal y a sus respectivas legislaturas estaduales.

Llega así a su término una campaña dramática, con quien era el principal favorito, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, preso por corrupción e inhabilitado por la Justicia, y con quien lo sucedió al frente de las encuestas, el ultraderechista Bolsonaro, recuperándose de un atentado con un cuchillo que le valió dos cirugías y una larga internación.

En el medio, un juez del Supremo censuró una entrevista a Lula; Bolsonaro denunció fraude y amenazó con desconocer cualquier resultado diferente a su triunfo; su vice, el general Hamilton Mourão, habló de autogolpe; y el jefe del Ejército, Eduardo Villas Bôas, presionó en varias ocasiones con llamativas declaraciones para que la Justicia fallara contra Lula.

La grieta está instalada como nunca. Todo aquí es derecha e izquierda, PT o anti-PT, Bolsonaro o contra Bolsonaro. Unos temen el retorno de una izquierda a la que atribuyen haber empeorado la economía y, sobre todo, haber encarnado los gobiernos más corrupción de la historia. Otros, que un triunfo del diputado y exmilitar lleve al país hacia el autoritarismo y hasta a un autogolpe.

El economista André Luiz Cavalcanti, profesor de la prestigiosa Universidad de Brasilia, figura entre los segundos. Doctor en Administración y doctorando de nuevo en Economía Política, le contó su angustia a este enviado. "Tengo dos hijas. Una es psicóloga e investiga los efectos terapéuticos del aceite de marihuana. La otra es antropóloga y se dedica a estudios de género. ¿Qué futuro les espera aquí? Ya les dije a las dos que si gana Bolsonaro tienen que irse de Brasil", dijo.

La última encuesta, de la firma Ibope, le adjudica a Bolsonaro la delantera con una intención de voto del 32%, que se estira al 38% si, como ocurrirá en el momento del escrutinio, se descartan los votos blancos y nulos. En segundo lugar aparece el petista Haddad, alter ego electoral de Lula da Silva, con un 23% que se amplía al 28%.

Las terceras vías vienen más atrás, con el laborista Ciro Gomes (12%) y el socialdemócrata (conservador) Geraldo Alckmin (8%). No habrá avenida del medio más que para orientar el voto en un eventual balotaje. Envalentonado, Bolsonaro, cree incluso que el envión de los últimos días le evitará ese trámite, peligroso para él ya que su índice de rechazo es mayor que el de Haddad: 42% a 37%.

"Las encuestas apuntan a un segundo turno entre Bolsonaro y Haddad, pero hay que tener alguna cautela ya que en las últimas elecciones todos los institutos cometieron graves errores", le dijo a Ámbito Financiero el analista político y director del instituto InfoRel de esta ciudad, Marcelo Rech.

"Lo que está en juego son dos visiones sobre el pasado y sobre el futuro. El PT se presenta como la fuerza motriz de todas las grandes transformaciones de los últimos quince años, especialmente en lo que respecta al combate a la pobreza y a la inclusión de las clases más bajas, y pone la culpa de los problemas económicos actuales en el 'golpe' del "impeachment" a Dilma. Bolsonaro, a su vez, vende la idea de que el PT es responsable de todos los males de Brasil, desde la corrupción al desempleo en masa", señaló, por su parte, en diálogo con este enviado Guilherme Casarões, doctor en Ciencia Política de la Universidad de San Pablo y profesor en la prestigiosa Fundación Getúlio Vargas.

En teoría, las elecciones deberían servir para que Brasil revalide liderazgos, dirima las responsabilidades políticas de los involucrados en los escándalos de corrupción develados por la operación "Lava Jato" y, luego, siga adelante. Pero el futuro está lejos de presentarse tan claramente y la gobernabilidad futura es un desvelo, en vista de que ningún partido controlará el Congreso sin alianzas y de que la grieta que se ha impuesto con furia en la sociedad.

Como se sabe, "Haddad es Lula", tal el eslogan que el PT extendió por todo Brasil, y ese partido, en una proeza impensable en las horas más bajas de 2016, cuenta ahora con posibilidades de volver al gobierno (habrá que ver si también al poder). Pero para aquel, exministro de Educación de los dos presidentes petistas y exalcalde de San Pablo, esa antonomasia tiene doble filo: de Lula hereda los votos que pueden llevarlo al balotaje pero también el rechazo furioso de "medio Brasil".

En tanto, Bolsonaro, un excapitán del Ejército que cumple su séptimo mandato como diputado, es cualquier cosa menos un outsider y, en todo caso, su gran ventaja es haber sido siempre un marginal de la política y nunca haber ocupado cargos ejecutivos, tan vinculados al manejo de cajas oscuras.

Admirador de Donald Trump, más autoritario y apenas un poco menos simpático que este, Bolsonaro captará una parte importante del voto de clase media que, literalmente, odia a Lula y que prefiere ilusionarse con un Brasil menos corrupto. Lo curioso es que, en busca de eso, ese sector pueda animarse a llevar al Planalto a un misógino, un homofóbico, un nostálgico de la última dictadura, un adorador de la libre portación de armas y un impulsor de la mano dura que llegó a proponer. De pasado nacionalista en lo económico, viró hacia un liberalismo rudimentario, lo que alcanzó para que el mercado financiero se aferrara a él a falta de alternativas más presentables.

Si casi medio Brasil aborrece al PT, a Lula y a su delegado; más que eso probablemente siente un miedo gélido por Bolsonaro. Si entre esos polos oscila Brasil, mucho habrá aquí para contar sobre el futuro inminente.

(*) Enviado especial.

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