24 de noviembre 2021 - 00:00

Luces verdes y rojas de la COP 26

Por primera vez desde el Protocolo de Kioto, la comunidad mundial dejó claro que esos fósiles son la causa principal de la crisis climática. Pero también hay motivos para ser optimistas.

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Luego de dos semanas de negociaciones intensas, el resultado de la Cumbre sobre el Cambio Climático (COP 26) que finalizó en Glasgow podría quedar atado a una palabra clave, luego de una modificación ligera pero decisiva en el acuerdo final, que a último momento alteró la intención de “eliminar gradualmente” la energía procedente del carbón por la de “reducción gradual”.

El volantazo se produjo luego del diálogo, tanto en los recintos como tras bambalinas, entre Estados Unidos (el mayor productor de combustibles fósiles del mundo), China (el mayor consumidor), la Unión Europea y la India. Está claro que “eliminar” no es lo mismo que “reducir” y que dependerá entonces de cómo cada nación interprete ese gradualismo.

Pero también hay motivos para ser optimistas. El principal: por primera vez desde el Protocolo de Kioto, la comunidad mundial dejó en claro que esos fósiles son la causa principal de la crisis climática. Pero veamos las luces verdes y rojas de la conferencia.

LUCES VERDES

Todos los grandes emisores tienen un plazo de un año para explicar en las Naciones Unidas cómo alinearán sus políticas y planes económicos con los objetivos del Acuerdo de París, que pretende limitar el aumento de la temperatura promedio global por debajo de los 2° (idealmente 1.5°) respecto a los niveles preindustriales).

Los principales bancos se comprometieron a adecuar sus carteras tras el objetivo de reducir las emisiones contaminantes. En la misma línea, se anunció que un grupo de expertos evaluará las acciones de las empresas que intenten “lavar su imagen” sin acciones reales.

Las más de 100.000 personas que salieron a la calle para apoyar la cuestión climática, una de las mayores manifestaciones que se recuerden en Glasgow y a la que se sumaron jóvenes, sindicatos, trabajadores agrícolas y profesionales de la salud.

Las nuevas normas de transparencia harán que en 2024 cada país pueda evaluar lo que está haciendo el otro, lo que significa un acceso directo para conocer el estado de las emisiones de gases de efecto invernadero y los progresos en la aplicación de los planes climáticos nacionales.

Se concluyó un nuevo régimen del mercado de carbono que subsanó varias deficiencias que dificultaban hasta ahora su funcionamiento.

Unos 107 países firmaron el Compromiso Global de Metano, que tendrá como objetivo una reducción del 30% en las emisiones de este gas de efecto invernadero para 2030. Los firmantes representan alrededor del 70% de la economía mundial y alrededor del 75% de la producción de gas.

Más del 30% de las ventas mundiales de automóviles estarán alcanzadas por los compromisos de eliminación de emisiones de los propios fabricantes.

LUCES ROJAS

El nuevo régimen del mercado de carbono no es lo suficientemente claro y estricto, lo que genera “baches” para que las empresas puedan permitirse licencias. Además se dejó de lado la imposición de las tasas sobre ciertas transacciones que iban a financiar la adaptación al cambio climático de los países más pobres. Lo que nos lleva a la siguiente luz roja.

Fracasó una vez más la creación de un fondo de miles de millones de dólares al que los países más pobres puedan recurrir (en especial las pequeñas islas muy vulnerables). En la actualidad, apenas una cuarta parte de la financiación del clima se destina a la adaptación.

No se escuchó un reclamo de los países en desarrollo para establecer un mecanismo de financiación de pérdidas y daños (se estima que los países africanos gastan hasta un 10% del PBI al año en adaptación y las naciones menos desarrolladas deberán invertir para 2050 hasta el 20% de su Producto Bruto Interno con ese fin).

El Compromiso Global de Metano cubre solo el 45% de las emisiones totales de este gas y algunos de los países clave se negaron a firmarlo, entre ellos Irán y Rusia.

China, el mercado automotriz más grande del mundo, no firmó el acuerdo de emisiones cero, pese a anunciar tiempo atrás su objetivo de permitir que solo se vendan “vehículos verdes” a partir de 2035.

La mayor parte de los compromisos para proteger los bosques son voluntarios, lo que no ofrece garantías sobre el cumplimiento por parte de los gobiernos, los inversores o las empresas. Los grupos ambientalistas piden una regulación

legalmente vinculante para frenar la deforestación. Dato pos-COP: la tala en la Amazonía brasileña aumentó casi 22% en un año y marcó un récord desde 2006.

REPERCUSIONES

En ese terreno de luces y sombras, la Cumbre del Clima de Glasgow probablemente no pase a engrosar la lista de las conferencias más exitosas, aunque tampoco será catalogada como un paso atrás en la lucha contra el calentamiento global. Y así lo reflejaron los principales actores.

El presidente francés, Emmanuel Macron, la calificó como “útil”, con “decepciones, pero también con avances”. Para el gobierno alemán, la salida global del carbón “está acordada y no hay vuelta atrás”, mientras que el anfitrión de la cumbre, el primer ministro británico, Boris Johnson, elogió el acuerdo como “realmente histórico”, aunque admitió que su entusiasmo estaba “teñida de decepción” por los países que se abstuvieron de reducir gradualmente el uso de hidrocarburos. La Casa Blanca destacó que “la ambición fue mucho mayor de lo que nadie pensaba que podría llegar a ser”.

La voz disonante más fuerte que se escuchó fue, una vez más, la de la activista sueca Greta Thunberg: “No podemos resolver una crisis con los mismos métodos que nos metieron en ella. Esto ya no es una conferencia del clima, es un festival de lavado de imagen”, disparó. Sin vueltas, etiquetó a la COP 26 como “un fracaso”.

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