El 2024 empezó ayer. Y junto con el año, un nuevo periodo de la historia. Argentina está ingresando, tal vez, en la era más disruptiva que recuerde su pasado reciente. Quizás el punto de partida se pueda establecer unas semanas antes: las puertas se abrieron con los resultados de la segunda vuelta electoral, el recorrido continuó con los frenéticos días posteriores en la construcción del equipo de gobierno para tomar cuerpo ayer, día en que Javier Milei se convirtió formalmente en Presidente de la Nación. Un camino con marchas y contramarchas. Con la búsqueda de los aliados necesarios para garantizar la gobernabilidad. Si es que hay algo que se pueda garantizar.
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Un nuevo ciclo que hará equilibrio entre la praxis y los dogmas
Con la asunción de Javier Milei se abre una nueva era que asoma disruptiva. No obstante, aún son más las incógnitas que las certezas. Se redefine el mapa político y las alianzas que conocíamos.
En rigor, son más las incógnitas que las certezas respecto a lo que vendrá. Hay un plan extremo, anunciado en campaña, que no será fácil de implementar. Pero, en ese escenario, hay algunas pistas para asegurar que el mapa político nacional será reconfigurado. Queda claro que ya se desvaneció el eje que dominó la discusión pública durante la última década. Hoy todo cruje, bulle. Y de lo que surja de esos reacomodamientos se terminará de configurar un nuevo tablero.
Ganarse el cielo
Por eso, el 2024 y este ciclo comenzaron a rodar en el mismísimo momento en que Milei recibió la banda presidencial. Con una economía sostenida con respirador y una clase política tradicional que se quedó sin crédito, el león libertario obtuvo un mayoritario respaldo para avanzar, o intentar avanzar, con una reforma del Estado ambiciosa, dogmática. Dolorosa al principio, como ya anuncia La Libertad Avanza. Supuestamente con gratificaciones al final del camino. Habrá que ganarse el cielo a costa del sufrimiento, como dicen los libros sagrados.
No obstante, Milei deberá lidiar con un complejo sistema político que está en rearmado. Sin legisladores suficientes ni fuerza territorial, dependerá de la buena voluntad de los otros, y en cómo se integren. O se desintegren. Será cuestión de entender el ordenamiento de los espacios que cayeron desgracia en las urnas.
En ese sentido, hoy Juntos por el Cambio se sostiene como marca, pero en la práctica son fichas sueltas. La jefatura dejó de pertenecer a Mauricio Macri y a Patricia Bullrich, quienes primero abrazaron a Milei. Ambos serán partícipes solidarios de la aventura libertaria, lo que los ubica dentro del oficialismo. La cita merece una salvedad: los tiempos de las imprentas de un número especial como este Anuario requieren de cierres más tempranos. Pasaron días desde que estas líneas se escribieron hasta que echaron a andar los rodillos. Mientras se tecleaba, Bullrich era la futura ministra de Seguridad y Macri intentaba desembarcar a áreas clave del gobierno de Milei. La primera parecía asentada en ese esquema. Pero nada quita que, como en los cómics, un Macri despechado ya se haya convertido en el principal enemigo si no logró su recompensa. Porque si algo demostró el posbalotaje es que nada es inamovible en el universo libertario. Los equipos que ya estaban, en verdad no estaban; y hasta los que miraban sentados en la primera fila de la función se fueron pronto por la salida de emergencia. Al contrario, otros dirigentes que con seño adusto marcaban el peligro de Milei, con furiosas críticas, pasaron a un tono afable y ya no están tan desacuerdo con el Presidente ni con el paso de la motosierra. Muerto el rey. Viva el rey.
Los otros actores de JxC, como el radicalismo y el ala blanda del PRO, ya anunciaron que serán una “oposición responsable”. Los gobernadores del espacio, que ahora serán diez incluyendo al jefe de Gobierno porteño Jorge Macri, buscan preservar la unidad y ser el faro que marque las posiciones. Ya dijeron: “No vamos a cogobernar”. Manejan diputados y senadores, que serán centrales para aprobar las reformas. La ayuda para que al Presidente le vaya bien no será gratis. Coparticipación y obras públicas integran el menú. El camino de la UCR, por lo pronto, también podrá retomar una autonomía como en la previa de la sociedad con los amarillos.
En el peronismo, que tendrá menos gobernaciones que antes, también necesitan asegurar el pago chico. La elasticidad del partido, que busca nuevos liderazgos, hará que impere una lógica similar a la que tienen sus primos cambiemitas. No fue casual la foto amplia después de la segunda vuelta que se tomaron todos con Sergio Massa, quien en su rol de ministro de Economía los compensó por las bajas de IVA y Ganancias. Una medida electoralista que no querían pagar los gobernadores.
Oficinas y burocracias
Los lazos con ambas ligas estarán en la órbita de Guillermo Francos, ministro del Interior y principal brazo político de Milei. Entiende el juego. Tiene diálogo y los modos de la política tradicional de la que aborrece el Presidente, pero que necesitará de su lado. Francos será central en el Gobierno -junto a Nicolás Posse, Guillermo Ferraro y Karina Milei- en la búsqueda de consensos. Desde ya, Luis Caputo y la tropa económica tendrán una tarea esencial que determinará el éxito o el fracaso de esta experiencia novedosa que eligió la sociedad.
Las provincias también tienen otra bomba de tiempo que les puede estallar. Si la receta libertaria se aplica con sus ingredientes originales, hay temor por el empleo. No solo en la construcción. Textiles de Catamarca y La Rioja, electrónicas de Tierra del Fuego, serán casos testigo. Lo mismo con las economías regionales: frutícolas del Alto Valle, citrícolas del NOA, yerbateros del NEA, entre tantos, necesitan regulaciones y un acompañamiento estatal.
Retomando: el peronismo que viene es para mirar con atención. ¿Será Axel Kicillof el próximo líder? ¿O deberá lidiar con las tensiones internas entre intendentes ortodoxos y camporistas? ¿Podrá convencer a Francos de que la provincia es inviable sin recursos nacionales y de que un foco en el conurbano se puede propagar a todo el país? ¿Habrá un viraje y será el PJ no K, como el cordobesismo de Schiaretti-Llaryora, el que hegemonizará el partido en esta etapa? ¿Cuál será el rol de Cristina Kirchner? Preguntas cuyas respuestas irán decantando. En lo inmediato, ya hay pedidos para recambiar autoridades, tanto a nivel bonaerense (con Máximo en la mira) como nacional (con el fin de Alberto Fernández, que termina su mandato con más penas que gloria).
En cuanto a la gestión, vivirán los libertarios la diferencia entre la teoría y la práctica. Quizás estemos ante uno de los presidentes más ideologizados que se recuerde. Y habrá que ver cómo se lleva con la frustración si el rumbo perfila como marca la praxis en vez de los libros.
La calle, a su vez, tendrá su propio pulso, con sindicatos y organizaciones sociales en guardia. Allí también se percibe un cambio de paradigma con relación al monopolio de la fuerza.
Otro eje de gestión que no será fácil es el subterráneo, el de oficinas y burocracias. El de cuadros técnicos y administrativos. Con una sangría como la anunciada, y con la escasez de recursos humanos con la que llega La Libertad Avanza a la gestión nacional, los casilleros a completar y las manos que tendrán las lapiceras son también una incógnita.
Pero, tal vez, sea los bolígrafos del mercado los que guíen la historia en esta oportunidad.
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