22 de noviembre 2022 - 00:00

Bitcoin: ¿una nueva filosofía o un canal temporario para el desencanto?

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Mientras la caída de uno de los principales mercados (exchanges) del mundo cripto -FTX- y sus compañías asociadas sigue generando repercusiones, un estudio publicado la semana pasada por el Banco de Pagos de Basilea (BIS) sobre la evolución del bitcoin brinda información y extrae conclusiones que permiten reflexionar sobre el funcionamiento y la esencia de este ecosistema.

En primer lugar, el informe estima que la mayor cantidad de inversores minoristas (casi tres cuartas partes) que compraron bitcoin a nivel global lo hicieron en los últimos dos años, luego de que el precio de ese activo superara los u$s20.000.

Considerando los precios actuales, los millones de individuos que invirtieron en ese activo (al igual que los que lo hicieron en las principales Bolsas del mundo en ese mismo período) hoy están perdiendo plata.

Asimismo, el estudio sostiene que la compra de bitcoin de esos inversores pequeños permitió que los grandes inversores (llamados “ballenas” en la jerga cripto por tener una cantidad muy significativa de criptomonedas) pudieran desarmar posiciones beneficiándose de la entrada de esos flujos minoristas.

Por otra parte, el informe señala que la mayoría -más del 40%- de los inversores minoristas en bitcoin son varones de menos de 35 años, más propensos al riesgo que los adultos de más edad y que las mujeres.

Mas allá de estos hechos -que dan mucha tela para cortar-, el estudio en su conclusión más provocativa afirma también que la entrada masiva de inversores minoristas en países desarrollados se debe más a motivos especulativos -debido al alza repentina y significativa en los precios- que a la desconfianza en el sistema tradicional.

Este último hallazgo contradice a los creadores y creyentes propagadores del bitcoin, quienes lo definen como “una red descentralizada de confianza”, y sostienen que la sostenida adopción de esta cripto tiene como explicación central la falta -precisamente- de confianza de la población en el sistema financiero regulado tradicional y en las políticas monetarias expansivas sin respaldo llevadas adelante por los bancos centrales.

La crisis de Lehman Brothers de 2008 es un ejemplo cercano en el que abrevan justificadamente estas visiones, cuando los Estados salieron a sostener a los sistemas financieros tradicionales centralizados -y mal regulados- con un costo fiscal monumental, mientras que cientos de miles de empresas quebraban y millones de personas se quedaban sin trabajo. Ese mismo año se creaba el bitcoin.

Es difícil calibrar la ponderación de cada una de las distintas causas que explican el éxito del bitcoin, que desde su nacimiento -hace solo 14 años- ha logrado estar en boca de gran parte de la población mundial y tener millones y millones de adeptos.

Entre el conjunto de razones que sustenta su crecimiento pueden enumerarse: el atractivo diseño descentralizado y anónimo del producto, el espectacular avance tecnológico que posibilitó su creación y difusión, la mayor utilización de herramientas digitales debido a la pandemia, las bajas tasas de interés, la aparición de entes criptos centralizados (exchanges) que facilitaron y amplificaron la operatoria, y la fabulosa maquinaria propagandística solventada por los principales actores del ecosistema.

Sin embargo, además de estos factores, es difícil explicar el crecimiento de estos activos digitales privados sin relacionarlo con la creciente deslegitimación y desprestigio que vienen sufriendo los Estados nacionales occidentales en las últimas décadas. El crecimiento -sobre todo en la franja etaria más joven- de estos ecosistemas criptos (supuestamente) descentralizados, que enfrentan al sistema financiero tradicional parecería guardar también algún tipo de simetría o punto de contacto con la aparición de políticos que capturan ese desencanto cuestionando al sistema político tradicional, sea indistintamente por izquierda (Boric, Petro, Castillo) como por derecha (Trump, Bolsonaro).

En el área financiera, el surgimiento y la velocidad con la que irrumpieron las finanzas tecnológicas y el sistema cripto en las décadas recientes dejaron a los Estados perplejos e inmóviles, sin capacidad de digerir y reaccionar ante la naturaleza, complejidad e implicancias de estos fenómenos.

La tecnología es solo una herramienta que puede utilizarse de diversas formas. Bien usada puede fortalecer el crecimiento de la economía, la democracia, la igualdad y la transparencia en el funcionamiento de nuestras sociedades. Es hora de que los Estados se piensen a sí mismos y reformulen su rol y las herramientas que utilizan para cumplir con sus objetivos alineados con esta nueva realidad y las demandas de la sociedad, trabajando en forma cooperativa tanto con los actores tradicionales como con estos nuevos jugadores. Es una tarea de toda la sociedad lograr que los Estados abracen esta revolución tecnológica basada en el conocimiento, en el desarrollo de las nuevas redes digitales, en la inteligencia artificial y en el avance de la ciencia de datos para beneficio de toda la población.

(*) Profesor de Criptoactivos y Monedas Digitales. Posgrado FCE, UBA.

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