5 de diciembre 2006 - 00:00

Crisis del campo, problema de todos

Hace un tiempo, tomé el compromiso de guardar silencio con respecto a las cuestiones que afectan al sector productivo y su conjunto, dado que consideré que para ello estaban las entidades gremiales del sector y los dirigentes políticos elegidos por el pueblo.

«¿Usted se imagina si el gobierno chileno, en vez de festejar, entrara en crisis debido a que el precio del cobre sube en el mercado internacional? ¿O se imagina a los países petroleros entrando en pánico económico porque el precio del petróleo está en alza? Lo absurdo de una respuesta positiva para las preguntas anteriores es una realidad para el caso argentino

Lo mejor que podría ocurrirle al pueblo argentino es que su producción sea demandada en forma creciente por el resto del mundo.

Las preguntas, entonces, que uno se hace son: ¿por qué la crisis? ¿Por qué los desencuentros? ¿Por qué los exabruptos? ¿Por qué las descalificaciones?

Espero en estas pocas líneas poder explicarlo.

En primer lugar, si bien este gobierno se beneficia con el crecimiento, está demostrando tener serias dificultades para administrarlo.

En mi condición de productor, nunca me he sentido tan agredido y tan vapuleado como en los últimos tiempos, y es sobre la base de este sentimiento que tengo la convicción de que la adhesión de los productores a este paro agropecuario tomado por el ruralismo argentino va a ser plena.

Como ex dirigente rural -autocrítica de por medio-, me preocupa seriamente que la dirigencia no haya podido transmitir con claridad, con simpleza y con inteligencia que el problema del campo argentino es un problema de los argentinos. De haber logrado esto, no solamente estarían de nuestro lado los pueblos y ciudades del interior, sino también los grandes centros urbanos.

Es necesario entender que para que haya más carne, tiene que haber más vacas, y que para que haya más pan, tiene que haber más trigo. Aceptar esta cuestión, así de simple, es la mejor política de protección al consumidor que se puede ofrecer en cualquier país del mundo porque, además de simple, es sustentable. Todas las acciones demagógicas de control y de descalificación al que produce sólo lograrán éxitos en el corto plazo y daños irreparables que afectarán no sólo a los productores, sino a todos los argentinos.

En lo que respecta a la dirigencia empresaria industrial, aquella que depende de la materia prima obtenida en el sector para existir, como aquella que coloca sus productos en sectores con posibilidad de compra, deberían aceptar que gran parte de ese beneficio proviene de la riqueza que se produce en el campo. Nobleza obliga, deberían opinar como en otras oportunidades.

  • Tristeza

    Como hombre de Santa Fe, mi sensación es de profunda tristeza debido a que mi provincia está entre las mayores aportantes al superávit fiscal, y a la difundida estabilidad, y por estas mismas razones es la más castigada ante las sucesivas expropiaciones a la rentabilidad y ante los vaivenes en las reglas de juego por parte del poder central. ¿Por qué tristeza? Porque como respuesta a esta realidad nos encontramos sumergidos en otra que me atrevería a denominar: «el silencio de los referentes».

    Hoy como hombre de la política, tal vez más cerca en mi trayectoria de un tiempo de cosecha que de una siembra esperanzadora, veo con dolor que legisladores cuyo origen viene del voto popular, y en su gran mayoría del interior del país, privilegien sus carreras individuales y compromisos partidarios por encima de los intereses de las provincias que representan y de la argentina productiva. Como siempre, hay excepciones, y dentro de ellas algunas legítimas.

    Para terminar, quiero apelar a vuestra fantasía: imaginen un programa televisivo cuyo título sea « Sembrando por un sueño». Como participantes, cientos de miles de productores trabajando su tierra, invirtiendo en su país, arriesgando su patrimonio y generando riqueza para sí mismos (Dios, qué egoístas) y para el resto de la sociedad argentina, y un jurado integrado por el secretario de Agricultura, por D'Elía, por la ministra de Economía y por Guillermo Moreno.

    Dentro de este marco, luego de ampulosas explicaciones del jurado, en donde quedaría expuesto su desconocimiento y prejuicio hacia los participantes, seguramente el veredicto sería unánime: todos los participantes pierden. Ante este resultado me surge una nueva pregunta y una reflexión final: ¿tendría rating este programa? No lo creo, pero de lo que sí estoy seguro es de que pierde la Argentina.
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