12 de julio 2002 - 00:00

Campañas políticas reactivan al menos negocio gastronómico

Los hoteles de cinco estrellas, que están viviendo su peor año en décadas, encontrarían un cierto alivio en la organización de banquetes, convenciones y encuentros políticos, inevitable (y en este caso deseada) consecuencia de la apertura del año electoral.

Es que los hoteles de lujo tienen hoy la ocupación promedio más baja de su breve historia; tradicionalmente el negocio de F&B (comidas y bebidas, por sus iniciales en inglés) representaba 27% de la facturación de estos establecimientos; hoy, por imperio de la caída en el número de pasajeros que reciben, ese guarismo trepó a 40%. Y si bien en la categoría se incluyen las ventas en restoranes, bares y minibares, el grueso de esa facturación proviene de la organización de eventos, banquetes, convenciones y encuentros privados en salones reservados.

La pregunta casi obvia es: ¿los políticos pagan? La respuesta viene rápida y terminante: «Sí, como cualquier otro cliente corporate», coinciden los voceros de varios «cinco estrellas». ¿Cuánto pagan? El cubierto promedio se ubica en los $ 75, pero algunos hoteles (como el Hilton de Puerto Madero) ofrece sus salones por entre $ 35 y $ 50 por comensal.

«Hasta ahora, no hemos tenido grandes eventos políticos, pero seguramente comenzarán a producirse en los meses venideros»,
admite Mario Cristo, del hotel de la familia González. El ejecutivo no califica de «evento político», por caso, a la reunión organizada por la Fundación Cámara de Comercio Argentino Española (FUCAES), de la que el economista y precandidato presidencial Ricardo López Murphy fue orador principal. «Un evento político es, para nosotros, uno organizado por un partido o grupo, no por empresarios. Y si bien no descartamos ningún negocio, no nos parece prudente poner en riesgo la seguridad o el confort de nuestros huéspedes por un acto. Cuando llegue el momento, estudiaremos cada caso», dice Cristo.

•Riesgo

Por su parte, Débora Curilovic, vocera del Intercontinental, recordó que hospedaron a la gente de Fernando de la Rúa, Graciela Fernández Meijide y a la dupla Aníbal Ibarra/Cecilia Felgueras durante las respectivas elecciones que ganaron los aliancistas. «Es cierto: se corre el riesgo de que la gente identifique determinado hotel con una fuerza política si los eventos de esa fuerza se hacen siempre en el mismo establecimiento. Pero se trata de clientes que pagan en todos los casos (el hotel es muy cuidadoso en esto, justamente para que no se lo acuse de favoritismo o partidismo), y son tratados como cualquier otro cliente 'corporate'», dice la ejecutiva.

Todos los hoteleros consultados coincidieron en que la «bonanza» de los encuentros políticos duró hasta hace un par de años; después, el gradual retroceso de la clase política y la crisis del país hicieron que se retrajeran a su mínima expresión. «Pero ahora seguramente volverán esos negocios», coincidieron varios.

Y si bien no serán más que un paliativo para hoteles que requirieron cuantiosas inversiones, también es cierto que hoy cualquier ingreso extra es bienvenido. Es que, según la consultora internacional
HVS, la ocupación promedio de los cinco estrellas de la Argentina rondó 38,6% en el primer semestre de 2002. Esa cifra llegó a ser de 79,3% en 1998, y el año pasado (cuando el sector ya se quejaba amargamente de que los números no cerraban), se ubicó en 58% para el mismo período. Desde ya, la devaluación no ha tenido efectos benéficos sobre la actividad, salvo la caída de los costos locales; pero la avalancha de turistas extranjeros que imaginaban los abogados de la devaluación -al menos, hasta ahoraestá muy lejos de producirse.

Cabe apuntar, además, que los cinco estrellas tienen una clientela básicamente «corporate», de viajeros por negocios. Esos huéspedes, ante la falta de negocios que realizar en el país, han dejado de venir a Buenos Aires, y no parece que los hoteles vayan a recuperar a esos clientes en el futuro cercano.

Lo más dramático para los hoteleros es que la caída de la ocupación viene acompañada de un
desplome en la tarifa promedio. El pico de este indicador se produjo -siempre de acuerdo con los estudios de HVS-en 1999: ese año, los huéspedes de los cinco estrellas pagaron u$s 203 promedio. Este año, en el primer semestre, cayó a u$s 117 (poco más de la mitad). La proyección de la consultora que encabeza Arturo García Rosa indica que a fin de año la tarifa promedio caerá aún más, a u$s 104, con una ocupación de apenas 34,5%.

En el mismo sentido, la facturación de todos los hoteles de lujo del país proyectada para 2002
no llegará a los u$s 40 millones, muy lejos de los u$s 128 millones registrados en 1998 (con menos hoteles abiertos). Por eso, cualquier aporte (incluido el de los políticos y sus banquetes) será bienvenido en este castigado sector.

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