25 de abril 2001 - 00:00

Cupones Bursátiles

El sistema empleado por la entidad bursátil, para difundir su volumen negociado durante cada rueda, además de las diferencias de alzas y bajas, sigue atentando contra la búsqueda desesperada de calma que se pretende para los indicadores. Así de clarito. Así de contundente. Así de absurdo. Y una rueda que se esparció por todo el mundo, el lunes, invocando una baja de solamente 2% en sus precios, se arruinaba en su imagen al adosarle un volumen de $ 38 millones. Mucho, para quien sabe que el indicador de volumen es más importante que el de precios, un efecto de aquél. Aunar 2% de baja en precios, con solamente $ 21 millones cerraba de un modo mucho más sólido: como para concluir, como lo hicimos ese día, en que había existido buen nivel de resistencia ante la situación, por parte de lo bursátil. En fecha donde se disparaba el riesgo-país, los «1.300» puntos de récord que se pregonaban en todos los medios, iba junto al otro índice -el de acciones- y se hacía más gravoso de sobrellevar con ese volumen impreso a las acciones locales, más CEDEAR, que no tienen nada que ver con nosotros. Tenemos un mercado reducido, y bueno, está de acuerdo con un país reducido. Para ambos casos no es lo importante inflar el lomo, como el gato, para tratar de que nos crean grandes: sino, amar ese mercado, y este país, como nuestros. Esto podía parecer una simple posición ética, en el momento donde lo criticamos por mezclar la hacienda, y títulos que no son conmensurables -ni por especie, ni por origen-para sumarlos. Ahora la cuestión es mucho más grave y profunda, crear la distorsión y en momentos tan delicados genera una incidencia negativa por simple mala utilización de un mecanismo creado por disfraz de pobreza, pero convertido en un involuntario saboteador de las pocas señales positivas que puede mostrar el castigado piso del mercado.

Ya con Cavallo y su cruzada contra los operadores de mercado de todo el mundo, porque no se anda con chiquitas, parece suficiente como para tener que agregar más contras y que vengan desde adentro mismo del sistema bursátil. Como no han aparecido defensores de lo que aquí se ha reiterado en muchas ocasiones, damos por sentado que no hay quien pueda defender el absurdo manejo de los cómputos de operaciones que se entregan a luz pública. Ergo, lo más razonable hubiera sido cambiar el régimen, dar una marcha atrás oportuna y al notar que había «efectos colaterales» no pensados, indeseados, y que ahora se manifestaron con crudeza. Lo contrario es atarse al capricho de lo que está así, así se queda, sólo porque lo decimos nosotros. Posición que está tomando cuerpo, de manera lamentable.

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