Según la percepción de las empresas, la inflación fue, en promedio, de 16,5% en el tercer trimestre del año, prácticamente el doble de la variación que muestra el INDEC, de acuerdo con una encuesta difundida ayer por SEL Consultores.
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El relevamiento de la empresa dirigida por Ernesto Kritz muestra un progresivo corrimiento hacia niveles de inflación más altos. En abril, dos de cada tres consultados opinaban que la inflación no superaba 14%. Cinco meses después, casi seis de cada diez empresas piensan que la inflación es al menos de 16%, y una de cada tres que supera 18%. Resulta notable tanto la aceleración de las expectativas inflacionarias de las empresas como la creciente disparidad entre lo que consideran la inflación real y los números del gobierno. La pérdida de credibilidad del IPC oficial se revela no sólo en que casi ya para nadie la inflación está por debajo de 10% sino que la brecha entre la percibida por las empresas y la publicada por el INDEC, prácticamente inexistente hasta fines de 2006, ha ido creciendo hasta llegar ahora a 8 puntos.
Las conclusiones surgen de la Encuesta de Clima de Negocios de SEL realizada entre directores y gerentes de administración y finanzas de 160 empresas.
La percepción de los directivosse encuentra en línea con las mediciones de institutos de estadísticas que han escapado a la intervención del gobierno central, como es el caso de San Luis, que arrojó el mes pasado un incremento en el índice de 2%, a considerable distancia de 0,8% que, según las ligas de consumidores, digita el polémico secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Además de la presión que ejerce sobre los precios la demanda (acelerada por las últimas medidas con sabor electoral del gobierno), los costos de las empresas se han visto incrementados por la suba de los precios internacionales de las materias primas. Este fenómeno es universal y ha sido advertido en el último informe sobre perspectivas económicas del FMI. Al parecer, sucede en todo el mundo menos en la Argentina, si se siguen los datos del INDEC.
La disparidad entre la percepción de la inflación según las empresas y las mediciones oficiales supone un mal precedente para la intención de Cristina de Kirchner, si resulta electa, de llamar a un acuerdo social.
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