Estados Unidos se resiste a la recesión. El PBI cayó 0,3% en el primer trimestre, pero la expansión no se detuvo. Las ventas finales crecieron 2,5%. Aquellas dirigidas al sector privado interno se aceleraron de 2,9% a 3%. El ingreso personal disponible aumentó 2,7%. Y un consumidor deprimido, según las encuestas de confianza, no redujo su gasto: +1,8%. La inversión, alentada por factores no repetibles, se disparó: 7,8%.
Wall Street recupera todo lo perdido desde los mínimos de abril gracias a una economía que todavía crece
La economía estadounidense se resiste a la recesión, pese a la guerra arancelaria inaugurada por Donald Trump. Desde el Día de la Liberación, el S&P 500 ya recuperó lo perdido.
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El S&P que estuvo al borde del mercado bear, escaló 18% desde sus mínimos y ya recuperó todo lo perdido desde el fiasco del Día de la Liberación.
No es la primera ocasión en la que el producto trastabilla, y la economía crece impulsada por una demanda infatigable. Así ocurrió en la mitad inicial de 2022, cuando el PBI declinó 1% en el primer trimestre y volvió a hundirse (de manera preliminar, luego corregida) en el segundo. La así llamada “recesión técnica” probó luego ser solo una falsa alarma. Como se sabe, no hubo ninguna contracción sostenida de la actividad, el gasto o el empleo ni en 2022 ni en 2023 a pesar de todos los pronósticos.
¿Se repite la historia? Una mirada amplia lo pone en duda. El mercado laboral sugiere que sí. En abril, se crearon 177 mil empleos netos, superando hasta la más optimista de las previsiones. ¿Recesión? ¿Dónde? Desde que comenzó el año, Estados Unidos se las arregla para sumar unos 150 mil nuevos puestos de trabajo netos promedio mes a mes. A pesar de la incertidumbre que provocan las políticas de la Administración Trump, y la poda tenaz de empleos públicos federales que realiza la oficina DOGE que conduce Elon Musk. La data blanda de la economía se derrite desde enero. La data dura no da el brazo a torcer. Corre grave peligro, pero lo sobrelleva.
Dicho esto, conviene tomar la información de las cuentas nacionales con pinzas. El gobierno de Trump es casi una fuerza de la naturaleza capaz de producir cambios enormes cuyas consecuencias no pueden calibrarse aún con precisión. La saga arancelaria, preanunciada a los cuatro vientos por la Casa Blanca, motivó un salto espectacular de las importaciones del trimestre: 41,3% (equivalente a 5 puntos del PBI). Las importaciones de bienes físicos treparon 50,9%. Esta es una demanda exacerbada por la voluntad de anticiparse a la vigencia de los mayores impuestos (“front running”). No es, por cierto, un comportamiento que se vaya a repetir. Todo lo contrario, se revertirá con similar brusquedad.
En los hechos, los aranceles prohibitivos que Trump le aplicó a China en abril provocan una caída vertical de los embarques procedentes de dicho país. Y las represalias de Beijing cerraron el círculo de un virtual embargo comercial. Todo por un tiempo indeterminado. Así, la realidad ya dio una vuelta campana completa, lo que recién se reflejará en las cifras del segundo trimestre.
Se navega una fase veloz de transición. Las políticas cambiaron drásticamente con Trump. Sin embargo, todavía los resultados se explican mayormente por la inercia heredada de Biden. No hay recesión, no todavía, pero, sí se advierte un enfriamiento. Y un altísimo riesgo de accidente. El consumidor – quien se puso la economía al hombro en 2022 y 2023 cuando la FED subía las tasas de interés a destajo- vuelve a ser el actor clave. Si se mide su sentimiento, ya decayó a niveles que siempre se asociaron a una recesión, salvo en 2022. Si se mide su gasto, como se dijo, aumentó 1,8% en el primer trimestre. Pero venía de crecer 4% el trimestre anterior. Y 2,8% en todo 2024. Es el registro más bajo desde el segundo trimestre de 2023. Y que conste que se verifica cuando el ingreso personal disponible creció 2,7%, el umbral más alto de los últimos cuatro trimestres.
No obstante, el dato más importante a tener presente es que también el consumidor anticipó compras para evitar los mayores aranceles y su traslado a precios. Sin embargo, el consumo de bienes, que había aumentado 6,2% el trimestre previo, se desaceleró a 0,5%. Y el de bienes durables se hundió 3,4% pese al “front running”. La profunda desconfianza del consumidor sobre su futuro personal es el talón de Aquiles del ciclo. Si el mercado laboral pierde bríos, y arrastra consigo a los ingresos, la vulnerabilidad se hará imposible de sortear.
Wall Street prefiere creer que la recesión podrá ser evitada, y la quitó de sus precios. Desde que Trump fue forzado a recalcular la suba de los aranceles recíprocos, hoy en modo pausa (hasta el 9 de julio), la Bolsa avanza rauda a contramano del pesimismo reinante. El S&P 500, que estuvo al borde del mercado bear, escaló 18% desde sus mínimos y ya recuperó todo lo perdido desde el fiasco del Día de la Liberación. Acumula una seguidilla de nueve ruedas positivas, lo que no acontecía desde 2004. Sell in May? Las instituciones y los inversores extranjeros vendieron fuerte en abril. Los hedge funds mantienen posiciones vendidas considerables. Son los inversores minoristas los que compraron la agachada, vertieron unos 40 mil millones de dólares en acciones en abril, y empujan el alza.
El rally de alivio que comenzó con el retroceso de Trump el 9 de abril se realimenta con la presentación de muy buenos balances corporativos. Pero, sobre todo, con la idea de que terminada saga frustrada de los aranceles la reemplazará pronto una colección de acuerdos comerciales. Y, en última instancia, también la pax mercantil con China.
El inversor minorista quiere creer que así se evitará la recesión y volverán los buenos tiempos. Espera, eso sí, una ayudita de la FED en junio – la primera baja de tasas del ciclo Trump - y quizás otras dos más antes de fin de año. Si la Bolsa tiene razón, y la economía esquiva la recesión, no queda claro por qué la FED debería inmiscuirse. Hoy su prioridad es ver y esperar que no se desanclen las expectativas de inflación dado, entre otros factores, el aumento efectivo de los aranceles (como el flamante escalón universal de 10% que sigue en pie). Si no hay traslado a precios, la FED respirará aliviada. Pero entonces el aumento arancelario lo habrán afrontado las empresas, en vez del consumidor, con una reducción de sus márgenes de ganancia. Y esa factura temporaria vendrá con los próximos balances. Las compañías tendrán luego que ajustarse. El costo del arancel no es solo el monto pagado, sino también el peso muerto de la distorsión que obligará a modificar las cadenas de producción y logística. O reducen sus gastos (y planteles) y su actividad, o corrigen paulatinamente sus precios. O, lo más probable, ensayan una combinación. El tiempo dirá. Wall Street no lo ignora, pero apuesta a que los acuerdos comerciales ocurran primero y que dejen la resolución de estas espinas para después.
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