9 de junio 2025 - 00:00

Wall Street fantasea con los récords porque Donald Trump arruga, y la economía no se achica

El paso de los toros – con los inversores minoristas al frente - se terminó imponiendo a medida que el presidente de EEUU encogió sus pretensiones y apuró los primeros acuerdos comerciales.

Trump plegó sus banderas hostiles en apenas una semana, y Wall Street aprovechó.

Trump plegó sus banderas hostiles en apenas una semana, y Wall Street aprovechó.

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Wall Street canceló el Sell in May y avanza desafiante. Créase o no, ya regresó a los niveles de febrero. En un viaje frenético el S&P 500 trepó 2% en 2025. Nada, diría un observador a simple vista. Es que la traza sinuosa de su recorrido oculta los virajes de la montaña rusa. Increíble, diría un conocedor. Primero el índice tocó el cielo con las manos y estampó una seguidilla de récords hasta el 20 de febrero. Trascartón, se precipitó con Donald Trump y la fiebre desatada de los aranceles. En abril, el Día de la Liberación disparó un anticipo de Sell in May furioso, y bordeó los confines del mercado bear, casi 20% abajo. Pero rebotó cuando la Casa Blanca rebotó con los aranceles recíprocos y debió archivarlos. El paso de los toros – con los inversores minoristas al frente - se terminó imponiendo a medida que el presidente encogió sus pretensiones y apuró los primeros acuerdos comerciales. Todo a pulmón.

A su manera, invocando una victoria histórica, Trump plegó sus banderas hostiles en apenas una semana. Abrochó rápido con Gran Bretaña y China, respectivamente, el acuerdo más trivial posible y el único decisivo de su estrategia de confrontación bilateral. Beijing, para colmo, violó luego sus promesas, según acusó el propio presidente. Pero el trato no se cayó, sigue en pie. Xi Jinping atendió al teléfono la llamada de Washington. Y corrigió su deliberada picardía. ¿Quién tiene la sartén por el mango? Se hizo rogar, levantó la restricción para exportar minerales raros, y a las tres grandes automotrices de EEUU les volvió el alma al cuerpo.

No hay ánimo ya de hacer la guerra. Conversar es mejor. Quizás se pierde el tiempo igual, pero no se provocan destrozos. Xi lo invitó a Trump a visitarlo a su casa (y el magnate le devolvió la gentileza en el acto). Ya inventará otro conflicto para llamar la atención (ya está la Guardia Nacional desplegada en Los Ángeles sin el consentimiento del gobernador Newsom). O se ocupará Elon Musk. Xi sabe que Trump necesita demostrar que no arruga siempre. Así, el honor no lo perderá. Nada como ir juntos a la par.

Wall Street se concentró en lo de veras importante. EEUU creó 139 mil puestos de trabajo en mayo, todos ellos (y mil más) en el sector privado. Superan lo esperado (y son muchísimo más de lo que se temía). El S&P 500 compró así el ticket de los 6 mil puntos. Vio la data y se convenció: no hay recesión. La contracción en servicios que detectó el informe PMI de ISM se opone a la lectura expansiva del informe PMI de S&P Global. Es una señal de desaceleración gradual (como el repunte sostenido de los pedidos de subsidios de desempleo). La Bolsa confirma pues la intuición que la guía desde el 9 de abril. Y va por más. Se ubica apenas 2,3% por debajo de los máximos absolutos. ¿Se animará a ponerlos a prueba? ¿Y por qué no?

La inflación de mayo – que se conocerá esta semana – es el ariete más a mano. Hasta el presente los informes de inflación han sido excelentes, reconoce Austan Goolsbee, de la FED de Chicago. Los aranceles no les hicieron mella, ni siquiera en abril con el festival de la Liberación. Las presiones inflacionarias revolotean en alza, hace tiempo, en la data blanda y los comentarios anecdóticos. Pero no afloran en el mostrador minorista. Y los precios mayoristas, sin cambios en marzo, cayeron 0,5% en abril. No es un milagro. El abundante estoqueo preventivo del primer trimestre – y un gasto de consumo menos brioso – son vallas de contención.

La apuesta es filosa: que los precios al consumidor repitan la medición del mes anterior (0,2%), o inclusive bajen una décima, para que la FED pueda entrar también en la escena. No de una manera forzada – como pretende Trump con sus posteos grotescos – sino natural. No en la próxima reunión del 17 y 18. Tampoco en julio. Pero sí en las consideraciones a septiembre. El muy sobrio Patrick Harker, quien se retira a fin de mes del comando de la FED de Filadelfia, lo recordó el viernes. “Todavía es posible que la FED recorte las tasas una vez antes de que termine el año”, dijo. El gobernador Chris Waller, precedido por su fama de halcón como por la sospecha de ambicionar suceder a Jay Powell, fue más explícito. Si los aranceles son los que ya están, su presión sobre los precios será acotada y transitoria, y las bajas de tasas podrían ser las dos que se sugieren en el mapa de puntos.

Sin embargo, con un Trump domado, ya no son los aranceles, es la política fiscal lo que obliga al banco central a ver y esperar. El paquete de rebaja de impuestos que la Administración negocia en el Senado supone un aumento del déficit de 2,4 billones de dólares en los próximos diez años, conforme la estimación de la Oficina de Presupuesto del Congreso. Y si bien su poder de fuego se redujo (con las modificaciones que introdujo la Cámara Baja) es una espada de Damocles sobre la estabilidad que la FED debe cuidar. Aquí es donde talla la espectacular fractura de la relación entre Elon Musk y el presidente. Lo que no pudo con la motosierra dentro del Gobierno quizás lo consiga desde la vereda de enfrente. La “grande y hermosa” ley impositiva que procura Trump es una “abominación” para Musk, y más ahora con la sangre en el ojo. Cualquier republicano que quiera ser coherente con su prédica fiscal reciente encontrará en X una plataforma formidable para hacerse conocer. Esto no entraba en los cálculos previos, y los cálculos para reunir los votos necesarios ya de por sí eran muy ajustados.

Es temprano para sostener que la ley impositiva que todavía no nació está muerta, pero es muy tentador. La Bolsa se anticipa. Pone una pica en los 6 mil puntos aspirando a que las tasas largas lo aseguren pronto. Porque entonces la FED podrá relajarse y soltar la política monetaria con la displicencia del año pasado cuando se despedía Biden. El S&P 500 le apunta así a los récords. Después, si la rentabilidad de las empresas resiste tanto como el “guidance” que comunican, tratará de volar más alto, al nivel de los pronósticos optimistas de principios de año. No hay prisa. Las tasas largas deben arrugar primero. Y no lo han hecho todavía.

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