28 de mayo 2010 - 00:00

Cupones bursátiles

Y menos mal que el mercado fue implacable en gritarle a la región europea que esto no se solucionaba simplemente con anuncios de grandes emisiones de moneda. Y es que -gracias al maldito mercado- los diarios del miércoles reflejaban a los países en fila india, cada uno diciendo en qué medida implementaban ajustes en sus obesidades públicas. (Desde la Argentina, porque desde aquí nos constituimos en maestros y consejeros a nivel de políticos gobernantes, les enviaban mensajes y alocuciones a los europeos diciendo que de ninguna manera se resignaran a hacer ajustes. Claro que no enviaban, al mismo tiempo, la fórmula salvadora para evitarlo). Quedó así claramente demostrado que las economías vivieron de la ilusión del crecimiento perpetuo y obraron en consecuencia. Seguramente que estarían por allí, como asesores, los que todo lo solucionan para hacer que las sardinas vengan del tamaño de la lata: «proyectar», trasladar esos porcentajes de crecimiento a una cierta cantidad de años, como para que el presente desfasado se acomode en un futuro virtual. Tal como se acostumbró mucho, por fortuna ahora mucho menos, en nuestro medio en momentos de ciclo alcista descontrolado en precios de las acciones. La manera

de hacer que el ratio «precio/utilidad» se descomprimiera era la de tomar las utilidades de un trimestre y «proyectarlas» hasta que el número diera de acuerdo con los deseos. El detalle que faltaba era justamente el principal: que el ritmo de marcha se mantuviera constante, con un contexto estable y condiciones similares.

Por ahora, porque es una cantidad conjunta que no parece suficiente para tantos países, se habla de un ajuste europeo en 106.000 millones de euros.

Al menos, se observa el principio de la sensatez, de darse cuenta y hacerlo entender a las poblaciones que las facturas de las prosperidades excesivas las deben afrontar los países que las disfrutaron.

Ya el remanido discurso «contra el mercado» se ha ido acallando, para pasar a un estado de reconocimiento de gastos excesivos y presupuestos inflados mucho más allá de las reales posibilidades.

Es probable, entonces, que también se suavice gradualmente el calibre de los ataques sobre los índices. Esto vino oportunamente, no solamente para encender la luz roja en la economía, sino para provocar un desagio de tendencia bursátil general, que actuaba como si ya todo hubiera pasado en la crisis. Acción profiláctica.

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