2 de agosto 2010 - 00:00

Cupones bursátiles

Desde octubre de 2007 hubo que esperar bastante -hasta marzo de 2010- para que el índice Merval pudiera derribar su máxima altura nominal histórica. Y desde los 2.351 puntos, trepar a los 2.373 del tercer mes del presente ejercicio. De inmediato, en abril, lo pudo mejorar todavía más y para llegar a los 2.396. Quedaba planteado el otro desafío: poder acceder a una centena inédita, en la zona de los 2.400 puntos.

En mayo y junio se produjo una notable deflación de las cifras del índice, que se encontró con una pendiente empinada y que lo hundió en sólo 2.185 puntos, del cierre de junio.

Y allí es donde surgió el mejor capítulo del año, un recorrido de julio sumando un 9,6% y, a poco del final, darle al Merval el gran gusto de alcanzar los 2.405 puntos de altura. Que no sirvieron para quedar en la estadística como cierre de mes, debido a una última rueda levemente bajista que lo corrigió a una marca de 2.394 unidades. Entre las puntas, caben exactamente 200 puntos de diferencia: entre el mínimo de 2.205 de la primera semana, y los 2.405 de máximo punto de la semana final. Un total de $ 706 millones efectivos circularon por acciones, con $ 154 millones en Cedear. Un promedio -por rueda- de menos de $ 34 millones, en papeles privados locales, resulta todavía la variable impiadosa y que marca -más allá de subas de precios- la gravedad del estancamiento de nuestro sistema bursátil. Y que no alcanza a atraer capital fresco, ni generando casi un 10% de ganancia mensual (apenas algún punto menos de lo que un plazo fijo rinde en todo un año).

Solamente se puede atribuir a una «crisis de oferta» lo conseguido de utilidad en julio, la falta de «papel» a valores inferiores, y no a un ingreso de demanda potente: la necesaria correspondencia de factores, como para dar buen sustento a un repunte de cierta magnitud. Sin ampliación de los negocios, no hay verificación de que lo realizado posea cuerpo y alguna mínima seguridad en que se pueda sostener, o mejorar aún más.

Se puede mantener la visión focalizada, parcial, solamente sobre uno de los elementos -precios- y regocijarse con ello. Pero la óptica ampliada llevará a una conclusión mucho más prudente.

De todas formas, julio ha resultado paraíso del «trading» -en todo el mundo- y la cosecha alcanzada por los mercados, tomando la utilidad oportunamente, no merece reparos. Ahora, agosto es un barajar y dar de nuevo. Y ver qué juego toca.

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