Periodista: ¿Qué tiene que ver ese joven argentino que en su libro viaja a Portland para enseñar español en Reed College con usted?
Fernando Montes Vera: El personaje de Mariano Bustamante surgió de la experiencia de haber recibido una beca para ir a dar clases de español en un taller práctico para alumnos de esa universidad de Estados Unidos. Todo empezó con los mails que enviaba a mi familia, a mis amigos, sobre lo que iba viendo, y poco a poco apareció la idea, a partir de los comentarios que recibía, de que tenía que hacer algo con ese escenario. Al principio consideré la posibilidad de escribir algún tipo de crónica o un ensayo, pero por suerte me di cuenta que por ahí no iba la cosa. A fines de 2009 pensé hacer una novela con todo lo que está en el aire de un campus estadounidense, pero sobre eso ya hay mucho escrito, y sobre todo por grandes narradores estadounidenses. Por otro lado, el campus es algo que uno ve en películas, que se reconoce, pero que es irrepresentable hasta que no se está ahí adentro, sobre todo para quien llega con otra forma de pensar el mundo de la universidad. Allá se vive una experiencia donde lo educativo es marginal. Ya en el presupuesto lo que está destinado a educación es mínimo, lo que importa es el campus, la residencia, los servicios, la seguridad, la cultura, el prestigio, el mérito que da haber pasado por ese lugar.
P.: ¿Tiene más valor el deporte que el estudio como suele mostrarse?
F.M.V.: Reed, como es una de las universidades más progresistas, se opone a la cultura del deporte en las universidades. En otras, un muchacho puede tener una beca por deporte y egresar. Es el mito de porque se juega bien se puede entrar en Yale aunque no se sepa nada de nada. Reed tiene deportes, pero no participa oficialmente de competencias. Tampoco tiene organizaciones con letras griegas, del tipo Alpha Epsilon Pi, que son más logias que fraternidades y es otro lugar común de la cultura de campus. Las fraternities son las de hombres; las sororities, las de mujeres. Han tenido verdaderos problemas, chicos que entraron y murieron en los duros ritos de iniciación. En Reed, en cambio, se interesan por los estudiantes menos populares, por los más inteligentes, por los nerds, por los ñoños. Las restricciones pasan por que, sigan la carrera que sigan, tienen en primer año que obligatoriamente hacer dos cursos de Humanidades, donde aprenden por diálogos socráticos, por ejemplo. Al ver algunas cosas que me llamaban la atención desde el choque cultural, comencé a escribir.
P.: ¿Supo de alguien que planeaba hacer una masacre en el campus?
F.M.V.: No. Al principio pensaba que era un delirio mío, pero hablándolo con otros profesores me di cuenta que esa paranoia estaba instalada porque en cualquier momento una cosa así puede pasar. Eso siempre está ocurriendo en alguna universidad, en un college, en una secundaria. Siempre se comenta que pasó en algún lado, y en el año pasa varias veces. Los profesores lo tienen incorporado con un "ojalá nunca nos pase". Lo que muestra que está latente la idea de que puede llegar a pasar. Eso me resultaba fuerte, no estaba acostumbrado a estar en un lugar donde quizá uno de esos muchachos puede tener un arsenal en su habitación.
P.: ¿Partió de ahí para su thriller "La masacre de Reed College"?
F.M.V.: Llegué a Portland con el recuerdo de la película "Elephant" de Gus Van Sant revoloteándome, que está basada en la masacre ocurrida en el instituto Columbine. El título proviene de la expresión "elephant in the room", es decir tener un elefante en el cuarto, que indica grandes problemas que se ignoran a propósito. Empecé a reconocer lugares de la película. En un momento de la escritura pensé que mi novela se podía llamar "Elephant dos". Fue sólo un idea de las muchas que anoto para saber hacia dónde voy.
P.: ¿Y a dónde iba?
F.M.V.: En Estados Unidos tramé una historia, pero al volver a la Argentina la abandoné. Cuando me enteré del Concurso Dakota de Novela para nacidos a partir de 1980, volví al archivo y empecé a pulirla, cortando mucho, volviéndola algo esqueletal. De pronto me di cuenta que estaba contando otra historia que la que creía que estaba contando. Creía estar documentando el choque cultural en Reed College, y me di cuenta que la universidad era una instancia más en una constelación mayor, un avatar más de algo que se repite con insistencia en diversos lugares y tiempos. En la novela el magnicidio, la masacre estudiantil, estuvo desde el principio, pero fue creciendo la idea de cómo alguien puede volverse un monstruo. Así se tejieron diversas historias acerca de la monstruosidad, que va de lo aberrante a una mezcla heterogénea de conductas que no pueden ser, algo que está en el límite o fuera de todo límite. La monstruosidad es una categoría que nos permite pensar el mundo y explicar muchas cosas que pasan. El psicópata es aberrante y no se presenta como nada monstruoso. Entonces quise darle un poco de voz a los monstruos. Eso me hizo pensar muchísimo en Mary Shelley, no sólo en su "Frankenstein o el moderno Prometeo" sino en su tormentosa y dolorosa vida, marcada por pérdidas y muertes, que pone al descubierto en sus "Diarios". Está ahí también el tema del género en dos sentidos, como identidad y como forma de relato.
P.: ¿Cómo aparece su interés por los antecedentes femeninos en el género thriller?
F.M.V.: Cuando escribiendo la novela comencé a buscar los orígenes del relato de terror, lo encontré muy ligado a las escritoras. En el emblemático caso de Mary Shelley cuando con Percy Bysshe Shelley fueron a visitar a Lord Byron que estaba en Villa Diodati, junto al lago Léman, cerca de Ginebra, en Suiza, que fue donde dio a luz el monstruo de Frankestein. Cuando vi la película "Gothic" de Ken Russell, que visita ese grupo fascinante de personas, geniales y atormentadas, me sentí en una sintonía muy parecida, cuando de algún modo señala el remanente que el relato gótico dejó y que llega hasta hoy. Es un tipo de relato que siempre está regresando. Detrás de la formulaciones pornográficas actuales ligadas al miedo con meros efectismos taquilleros que lo disocian de sus orígenes, está el gótico real, que tiene que ver centralmente con el dolor y con la pérdida.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
F.M.V.: Estoy en la etapa de investigación, algo que acaso tiene que ver con el haber elegido como carrera la Lingüística. Estoy en la etapa de construcción. En juntar fichas, notas de materiales, datos, ir a determinados lugares. Hasta ahí lo que puedo decir, que es no querer decir nada, pero es seguro que de todo eso algo paranoico va a surgir.
Entrevista de Máximo Soto |
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