• CONCLUYÓ ANTEANOCHE EN EL GRAN REX, CON LA PRESENCIA DE LOS ACTORES Y DE LA VIUDA DEL ÍDOLO La producción fue una experiencia que excedió las típicas series que se ofrecen en plataformas múltiples, para convertirse en un hito televisivo en varios aspectos. Las “nenas” llenaron el teatro (el show llegó a las tres horas) y ovacionaron tanto a los intérpretes como a Olga Garaventa.
El final de "Sandro de América" fue en 4D, con los actores sobre el escenario y público en el Gran Rex. En el anteúltimo capítulo, el Gitano pedía que se le concediera un deseo, cantar en ese teatro, lo que volvió a ocurrir anteanoche en la ficción transmitida en pantalla gigante para evocar los 42 shows que brindó el astro entre 1988 y 1989. Fue un especial con la previa, la transmisión del episodio final y el post, para el que invitaron a los actores y equipo a contar sus experiencias, y la presencia de su viuda, Olga Garaventa.
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Las "nenas" la ovacionaron tanto a ella como a los actores que lo interpretaron en las diferentes etapas de su vida: Agustín Sullivan, en los tiempos del debut (toda una revelación); Marco Antonio Caponi en los años de oscuridad y fobias (actuación correcta, con una transformación notable a nivel físico), y Antonio Grimau en los últimos capítulos, con el Sandro maduro, los achaques de la edad y las dificultades para hablar y respirar. Las dos Olgas tomadas de la mano (la real, de negro, y la que encarnó estupendamente Muriel Santa Ana, de rojo), contaron anécdotas. "Olga me invitó a almorzar, me abrió las puertas de su intimidad en la mansión de Banfield", recordó la actriz.
"Sandro de América" fue una experiencia que excedió las típicas series que se ofrecen en plataformas múltiples, para convertirse en un hito televisivo en varios aspectos: en primer lugar, fue la más vista del año en TV, con un cierre que midió 15.4 puntos y un capítulo que llegó a los 16.9, cuando aparecieron en pantalla la China Suárez como Susana Giménez, Isabel Macedo como su novia y Teté Coustarot haciendo de ella misma. Coustarot también estuvo en el teatro y aseguró no haber faltado a ningún show de Sandro "Pregunten a las nenas si estoy mintiendo", desafió. La serie consiguió altísima repercusión en el público, más allá de las incondicionales "nenas" que se hicieron presentes fuera y dentro de la pantalla).
Resultó un acierto del programador, Darío Turovelzky, la ruptura con el clásico modo de programar miniseries en TV abierta, para tomar el riesgo de darla de manera diaria en tres semanas . Esa frecuencia contribuyó a que la serie no se "enfriara" y fue pionera en adecuar la programación a los nuevos hábitos de consumo, en lugar de forzar a los televidentes a verlo del modo tradicional. Lo que todavía no cambió es el exceso de "chivos" (PNT) anunciados por el conductor Chino Leunis en el Gran Rex y los insistentes cortes publicitarios. El cierre llegó a la medianoche con un show en el que el grupo Miranda entonó "Rosa Rosa" y "Dame fuego", demostrando lo lejos que están del carisma de Sandro.
Los últimos capítulos resultaron los más fuertes: el tubo de oxígeno en el auto acompaña a Antonio Grimau a su casa luego de una internación y no lo abandona más. Empeñado en presentarse por última vez en un teatro frente a sus fans, suplica a Olga: "Para mí vivir no es respirar, es cantar, de qué me sirve respirar si no puedo cantar". Y la convenció de su show en el teatro y ella hizo lo propio con el representante de Sandro, Aldo Aresi (el primer manager, Oscar Anderle, fue encarnado por Luis Machín). Programaron un Gran Rex que se agotó en diez minutos, y terminaron haciendo 42 shows. En el ensayo sus ataques de tos le impedían cantar, hasta que su kinesiólogo Tao lo ayudó a aliviar dolores y dio con una idea para camuflar un tubito de oxígeno detrás del micrófono, permitiéndole cantar y respirar sin que nadie lo advirtiera. En el último episodio se ve a Sandro confesándose con un cura, luego de tomar la comunión para casarse con Olga al son de "Te propongo".
Gracias al guión de Ester Feldman y Mariano Vera, Adrián Caetano consiguió convertir una obra semibiográfica en un cuento con todos los rubros llevados a la perfección: la actuación, el casting, la ambientación, el clima de época, la intimidad del ídolo en su casa y su permanente lucha entre ser Sandro o Roberto Sánchez.
Se vieron múltiples escenas con la yuxtaposición de los diferentes Sandros, algo que podía resultar, a priori, un cilché. En cambio Caetano volcó su ingenio para que esas escenas y aquellas en las que Sandro imagina hablar con su madre (Paula Rasberg) o su padre (Jorge Suárez) resulten las mejores. En uno de sus diálogos recuerda que su padre le había enseñado casi todo "menos que fumar iba a matarme".
Otro punto alto fue la química entre Muriel Santa Ana y Grimau. El climax llegó cuando Sandro, luego de haber sido intervenido 6 veces y ante un mal pronóstico, le pide a Olga dos cosas. Que las "nenas" se vayan a su casa "porque se van a resfriar" (había comenzado la procesión de fans desde todo el país al Congreso para pedir por la salud del ídolo) y que lo dejara ir a cantar su última canción, aquella que le habían prohibido en el Gran Rex cuando su corazón y pulmones pedían descanso. Los créditos finales se sobreimprimen sobre imágenes de archivo con las fans llorando a Sandro e intentando explicar ese amor por el ídolo.
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