18 de septiembre 2012 - 00:00

Opaca versión del “Requiem” de Brahms

Una versión de «Un Requiem alemán» de Brahms tan deslucida como la ropa de calle con la que tocó la orquesta y cantó el coro del Argentino de La Plata.
Una versión de «Un Requiem alemán» de Brahms tan deslucida como la ropa de calle con la que tocó la orquesta y cantó el coro del Argentino de La Plata.
Concierto sinfónico coral. «Un Requiem alemán», de Johannes Brahms. Carla Filipcic Holm (soprano), Luciano Garay (barítono). Coro Estable del Teatro Argentino (director: Miguel Martínez). Orquesta Estable del Teatro Argentino. Dirección: Alejo Pérez. (Teatro Argentino de La Plata, 16 de septiembre).

En el marco de las dificultades por las que atraviesa el Teatro Argentino, el fin de semana se realizó uno de los conciertos sinfónicos originalmente programados en el ciclo 2012, aunque con varias modificaciones sucesivamente anunciadas, por razones de diversa índole: en primer lugar, el cambio de programa («Un Requiem alemán» de Brahms en lugar de la «Sinfonía de los Salmos» de Stravinsky y la «Sinfonía Alpina» de Strauss), y en segundo lugar el repentino reemplazo de Stefan Lano por Alejo Pérez, titular del organismo.

Precedido por la lectura de un texto a cargo de trabajadores del Teatro Argentino, el concierto se realizó en ropa de calle, como viene presentándose la Orquesta desde el sinfónico anterior, en agosto, cuando Sergio Tiempo actuó como solista. Pero a diferencia de aquella oportunidad, cuando tanto él como Tiempo vistieron también ropa «sport» en solidaridad con los músicos que reclamaban la puesta al día con los pagos a los contratados, esta vez Pérez lució el tradicional frac y los solistas ropa «de concierto». Es altamente comprensible entonces que en tales circunstancias los resultados artísticos no hayan sido los mejores, pese a la voluntad de las partes.

La obra elegida (estrenada en Bremen en 1868) es uno de los hitos de la literatura sinfónico-coral, y sus dificultades de ejecución e interpretación son múltiples. Fundamentalmente para el coro, que necesita una enorme ductilidad que le permita ir del sonido «íntimo» de los números 1, 4, 5 y 7 al caudal grandilocuente de parte de los números 2, 3 y (especialmente) 6. El Coro del Teatro Argentino no pareció encontrarse a gusto en los momentos de menor sonoridad, donde casi permanentemente -y muy extrañamente dada la altísima calidad de este organismo coral- sobrevoló la calatura; mucho mejor en cambio fue su desempeño en las intervenciones que le requirieron el pleno uso de sus grandes fuerzas vocales. Lo que sí brilló todo el tiempo por su ausencia fue una clara articulación de las consonantes, sin la cual toda interpretación del repertorio alemán queda irremisiblemente deslucida.

Al sublime y conmovedor desempeño de la soprano Carla Filipcic Holm se le sumó la solvente performance del barítono Luciano Garay, y puede decirse que estas dos presencias contribuyeron a levantar el brillo de una opaca versión. Por su parte, Alejo Pérez, experto piloto de tormentas, dirigió con su claridad habitual y logró una concertación eficaz, con una actuación apenas correcta de la Orquesta Estable; si bien no es difícil intuir la falta de tiempo de ensayos necesaria para pulir cuestiones dinámicas, el joven director argentino logró que la música fluyera de principio a fin, algo que en ese contexto se inscribe casi en la categoría de proeza.

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