6 de agosto 2009 - 00:00

Sensible film de un maduro Dinenzon

Fernando Cia (en la foto junto a Adriana Gleijer) se luce con su primer protagónico en «Algún lugar en ninguna parte», interesante relato que marca el regreso de Víctor Dinenzon.
Fernando Cia (en la foto junto a Adriana Gleijer) se luce con su primer protagónico en «Algún lugar en ninguna parte», interesante relato que marca el regreso de Víctor Dinenzon.
«Algún lugar en ninguna parte» (Argentina, 2009, habl. en español). Guión y dir.: V. Dinenzon. Int.: F. Cia, S. Aleman, D. Dibiase, A. Gleijer, N. Scarpino, N. Casero, A.M. Ambasz.

Si para todo hay término y hay tasa/y última vez y nunca más y olvido,/¿quién nos dirá de quién, en esta casa,/sin saberlo, nos hemos despedido?. «Límites», Jorge Luis Borges.

No podemos decir que ésta sea una película borgeana, al menos deliberada y expresamente, pero esos versos surgen casi enseguida en la memoria del espectador, apenas percibe el rumbo de su historia. Y surgen otros versos, como los del poema «Las cosas» («Durarán más allá de nuestro olvido; / no sabrán nunca que nos hemos ido»), pero no porque la historia los ponga en evidencia ante nuestros ojos, sino simplemente porque así es la vida, cuando uno se detiene a echar una mirada sobre ella, sabiendo que algún día habrá de terminarse.

En este caso, quien mira es un hombre de mediana edad, que sale de ver al amigo médico (aguda observación: «Las placas están bien, los estudios están bien, ¿vos estás bien?»), y no es que se sienta mal, sino que mira al otro, a la madre, a las amigas que alguna vez fueron amores, a su alrededor, en suma, como quien, discretamente, se prepara para despedirse. Mira también a dos pibes chorros, uno de los cuales quizá sea bueno, un hombre que cae en la calle dejando una carta de amor, una viuda que confiesa lo suyo, que no es lo que uno piensa, y, entre tanta gente, un viejo en el pasillo de espera del Ameghino y otro en el ómnibus. Ambos le cuentan casi la misma cosa, y son interpretados por el mismo actor. A fin de cuentas, todos los viejos dicen más o menos lo mismo, y más de una vez, en nuestro recuerdo, atribuimos a una persona lo que dijo otra. O creemos recordar que nos pasó lo que en verdad imaginamos que iba a pasar, la mente da esas vueltas, ya se sabe.

Nuestro hombre mira las gentes y los gestos, a veces con ternura triste, con piedad distante, a veces también absorto en quién sabe qué pensamiento dolorido e inmediato. Varias situaciones muestran la textura de esos sueños con encuentros y charlas que después creemos haber tenido en la realidad. ¿Qué será verdad, en el poco tiempo que vemos de ese hombre, y qué de él solo tristeza y miedo vividos con la intensidad de lo cierto? ¿Y por qué será que solo en los sueños y los recuerdos tenemos una certeza que en el afán cotidiano se nos diluye por entre los dedos?

Buen material el que desarrolla Víctor Dinenzon, en su regreso a las carteleras, con sensibilidad, inteligencia, madurez. Buen actor, Fernando Cia, que hace trascender a su rostro las diversas e íntimas emociones del personaje. No había tenido todavía ocasión de lucirse en el cine, y acá lo hace en la medida justa, como corresponde. Lo respaldan Selva Alemán, Adela Gleijer, Daniel Di Biase, varios otros. Como por pura coincidencia, lo respalda también un sentimiento de resignación casi borgeano. Vale la pena.

P.S.

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