17 de octubre 2017 - 21:34

Un mercado de/para pocos

Un mercado de/para pocos
Los feriados sirven para salir de la coyuntura y hablar de lo que realmente importa. Si lo que queremos es "incluir" la mayor cantidad posible de personas al sistema financiero -y en particular, al mercado de capitales- para que gocen de sus beneficios, no es limitando el número de intermediarios que se puede lograr esto. Vimos en los últimos días cómo la idea de eliminar 8/9 de los agentes de Bolsa (que adopten nuevas funciones dentro del esquema que pergeña el Gobierno no evita que se "elimine" su función) no sólo va en contra de la historia y evolución de nuestro mercado (el fraccionamiento de sistema bursátil y su autorregulación son lo que permitió que mientras desde 2000 en el sistema bancario la extinción ha sido del 80%, en el bursátil no llegó al 23%), sino en contra de la evidencia internacional (la relación capitalización/PBI y volumen operado/PBI de las Bolsas que limitan el número de intermediarios y que toma la CNV como modelo es de 48,15% y 11,16%, mientras para lo más representativo de las que no lo limitan es de 99,23% y 126,63%), incrementado el riesgo sistémico y la propensión a la colusión de los intermediarios. En principio, no descartamos que la cantidad de agentes bursátiles en el país deba ser menor que la de hoy. Pero cuando vemos su número en función del de las entidades bancarias -un proxi de la extensión del sistema financiero- de los países de la región que esgrime como modelo la CNV, cuesta armar un argumento justificando menos 89/94 agentes. Si bien el "ideal" del regulador no ha sido explicitado, los trascendidos permiten suponer un exterminio más allá de cualquier razonabilidad -i.e. no se puede descartar intencionalidad-. En cuanto profesionales de las finanzas, con el agregado de ser comunicadores, nuestro deber es resaltar lo que está o encauza en el mal camino al mercado. Esto el regulador no lo entiende y ha optado por discurrir toda una serie de intencionalidades y chaladuras, en lugar de concentrarse y razonar si lo que surge en esta columna es cierto o no. Si no lo es, no tenemos ningún problema en reconocer cualquier yerro y corregirnos. Para esto sólo basta con admitir que uno puede equivocarse, ponerse a trabajar y demostrar las fallas de los datos e información que nos agravia, en lugar de quedarse rumiando conchabanzas y monipodios. Pero, así como el regulador no fundamenta sus resoluciones con "evidencia dura", menos refuta la que no le "piace". Una lástima.

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