20 de julio 2020 - 00:00

Adiós a dos notorios antifranquistas

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Anteayer, aniversario del levantamiento de Francisco Franco que desató la Guerra Civil Española, murieron dos históricos antifranquistas: el escritor catalán Juan Marsé y el falsificador vasco Lucio Urtubía, el hombre que estafó al Citibank sin que éste pudiera denunciarlo.

Nacido en 1933 en Barcelona y huérfano de madre el mismo día de su nacimiento, Marsé tomó el apellido de su padre adoptivo, un republicano que lo salvó del asilo. La crueldad de la posguerra española lo dejó marcado. A los 13 años entró a trabajar en una joyería. No hizo la secundaria, pero leyendo por las noches se hizo autodidacta, cronista de cine y cuentista.

A los 25 recibió sus primeros premios y se fue a París como profesor de español, mozo, traductor de películas y empleado del Instituto Pasteur. Ahí también entró al Partido Comunista Español en el exilio, pero no duró mucho. De vuelta en Barcelona trabajó en publicidad, periodismo, cine, como libretista (“Mi profesora particular”, con Analía Gadé y Joan Manuel Serrat), al mismo tiempo que pintaba a la sociedad catalana en sus novelas, siempre cargadas de ironía.

Algunos títulos, casi todos llevados al cine: “Encerrados con un solo juguete”, “Últimas tardes con Teresa”, “La oscura historia de la prima Montse”, “Si te dicen que caí”, “La muchacha de las bragas de oro”, “El embrujo de Shanghai”. Con los años fue consagrado por sus pares como el mayor escritor español de la segunda mitad del siglo XX. En 2008 recibió el Premio Cervantes. En 2011 publicó su último libro, “Caligrafía de los sueños”. Y está en galeras un inédito de 1962, “Viaje al sur”, apuntes de viaje por Andalucía. Uno de sus personajes, el ladrón de bancos y maquisard de “Un día volveré”, bien podría ser pariente del vasco Urtubía. Bajo, macizo, nacido en Cascante, Navarra, 1931, Urtubía fue albañil, ladrón, contrabandista, desertor y, ya refugiado en Francia, miembro del Movimiento Libertario Español, asaltante, organizador de fugas, amigo del surrealista André Breton y el bandolero Quico Sabaté y, sobre todo, falsificador de monedas y documentos. En 1962 le propuso al Che Guevara imprimir dólares en Cuba para causarle el mayor perjuicio posible a los EE.UU., pero el entonces Ministro de Economía y director del Banco Central Cubano desdeñó la idea. “El Che no me agradó.

Como era argentino, se creía mejor que nadie”, comentó años después el navarro. Su gran golpe fue en los 70, cuando falsificó cheques de viajero del First National Bank por una suma que, en valores actuales, equivaldría a 20 millones de euros, y repartió todo entre Tupamaros, Panteras Negras, Montoneros y otros grupos armados “en lucha contra el sistema”. Y el First no pudo denunciarlo, para no causar pánico entre sus clientes. Pero lo ubicó, le compró las planchas de impresión, y obtuvo la promesa de no reincidir, que el libertario cumplió como un caballero, dedicándose a perjudicar otros bancos. En 2007 Aitor Arregui y J. M. Goenaga le dedicaron un documental, “Lucio”. Cuando se presentó en el Festival de San Sebastián el público lo sacó en andas, ovacionado como un héroe.

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