6 de marzo 2008 - 00:00

Los Coen redoblan estilo, y dureza

Javier Bardem en el violento papel del asesino psicópata contratado por narcotraficantesen «Sin lugar para los débiles», de los hermanos Coen.
Javier Bardem en el violento papel del asesino psicópata contratado por narcotraficantes en «Sin lugar para los débiles», de los hermanos Coen.
«Sin lugar para los débiles» («No Country For Old Men», EE.UU., 2007, habl. en ing.) Dir.: J. y E. Coen Int.: T. Lee Jones, J. Brolin, J. Bardem, W. Harrelson, K. Macdonald, G. Dillahunt, T. Harper.

El título local es casi una advertencia al espectador: donde se proyecta la nueva película de los hermanos Coen no hay lugar para los débiles. El desafío al público es doble, ya que la audacia no se limita a llevar a nuevos picos la estética del cine de la crueldad sino también a dar rienda suelta al estilo original, excéntrico y avant garde característico de Joel y Ethan Coen.

Estilo que queda más en evidencia cuando, en vez de aplicarse a historias inclasificables como «Barton Fink», irrumpe sin aviso en una trama policial tan conocida como la de un perdedor nato que cree que puede robar impunemente un botín de la mafia con el que se cruzó por casualidad (premisa similar, por ejemplo, a la de la opera prima de Aristarain, «La parte del león»)

La trama está planteada con un nivel de suspenso, violencia y acción imprevisible y brillante, al punto que ya a la segunda escena de «Sin lugar para los débiles» aquel que no esté demasiado perturbado como para analizar lo que está viendo, no podrá dejar de preocuparse imaginando cómo puede seguir algo que empieza con tanta furia. Es que, a los pocos minutos de proyección, el imperturbable psychokiller a sueldo de los narcos encarnado por Javier Bardem no sólo liquida a policías y transeúntes con métodos nunca vistos en el cine, sino que inmediatamente le expresa a un pobre viejo -víctima en potencia, como todo aquel que se cruce en su camino- su retorcida e implacable filosofía que lo transforma en un villano unico, durísimo no sólo por sus acciones sino por regirse por un código que nadie entiende, con la única posible excepción de él mismo.

Al lado de este verdadero ángel de la muerte, los otros dos protagonistas se desdibujan. Y el trabajo de los Coen es lograr que el «loser» que anuncia «voy a ser algo realmente estúpido» se esfuerce al punto de poder sobrevivir y darle pelea, aunque sea patéticamente, a semejante enemigo. La insensata obsesión del personaje de Josh Brolin por hacerse con una fortuna obviamente imposible da lugar a escenas memorables, especialmente algunas filmadas en tono de western hiperrealista, en las que la excepcional fotografia de Roger Deakins tiene un papel esencial.

Lógicamente, el crescendo de suspenso y violencia, que llega a niveles impactantes pasando la primera mitad del film, no tiene otra salida que darle peso al personaje del comisario demasiado viejo -o débil-para estos tiempos terribles. La actuación de Tommy Lee Jones es perfectamente anticlimática, a la medida de este extraño personaje que funciona como narrador de cosas con las no querría tener nada que ver.

Se podría acusar al duo de directores-productores-guionistas de excederse con sus excentricidades para resolver su trama insoluble, sólo que la novela original de Cormac McCarthy ha sido respetada al punto de mantener textualmente algunos dialogos, especialmente los que pueden desconcertar más a quien crea estar viendo un simple policial y no recuerde que esta es una de los Coen.

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