9 de septiembre 2008 - 00:00
Terapia ingeniosa, música espléndida
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Marcos Mundstock, Jorge Maronna, Daniel Rabinovich, Carlos López Puccio y Carlos
Núñez Cortés en una escena de «Lutherapia», su nuevo espectáculo.
Los fieles al grupo identificarán de inmediato algunas variaciones. Por ejemplo, en el primer número («El cruzado, el arcángel y la harpía»), cuando los temerarios cruzados deben sortear el hechizo del Hada Bicisenda y llegar al castillo del sultán Saladino, un guardia les impide el paso. Uno de ellos lo quiere sobornar y, ante el escándalo de los otros, se retracta. Era un error: no había entendido que era guardia de Saladino sino «guardia argentino».
No es usual en Les Luthiers esa identificación tan directa (antes hablaban de la República de Feudalia), como tampoco lo es escribir, como base para su delirada cumbia en la Universidad de Las Hormonas, una letra con nombres de filósofos reales y no imaginarios.
Los fans también detectarán otras sutiles modificaciones. En «Lutherapia» se recrea «Pasión bucólica», el admirable dúo de las viejecitas Rosarito y Clarita interpretadas por Núñez Cortés y Maronna, que ahora termina de otra manera (siempre se había sospechado la infidelidad del Arnolfo, lo que se confirma después de 20 años).
Lo que no cambia, por fortuna, es la inagotable capacidad del conjunto por sorprender con sus estrambóticas creaciones musicales: el número «Rhapsody in balls», jugado por el mismo dúo (a propósito, el crecimiento escénico de Maronna, que siempre estuvo como en segundo plano, es notable), se llevó una ovación la noche del sábado, que seguramente se repetirá en cada una de las funciones.
La obra está apoyada en un ensamble de piano y bolarmonio, el nuevo instrumento creado por el grupo, que es como otro tubófono cromático pero con pelotas naranjas como salida. Si ya no sorprende la perfecta sincronización de tiempos entre Núñez Cortés y Maronna, lo que sí entusiasmó más al público fue la estupenda sonoridad lograda por esas pelotas cantarinas.
«El flautista y las ratas», otro de los aciertos del espectáculo, explora desde el «rataplán» percusivo la leyenda de Hamelin, pero invertida, y -mientras la terapia de Ramírez se va acercando hacia su demoníaco desenlance-, Les Luthiers cierra su espectáculo con «El día del final», divertida variación sobre el tema del Anticristo en la que estrenan otro instrumento, la «exorcítara», de efectos más visuales que plenamente sonoros. El bis, «juera de programa», es el gato «El explicado», en el que el gaucho ya no vive en un petit hotel, como antes, sino en un loft. Los tiempos cambian.
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