Es sabido que las palabras presidenciales tienen peso. Algunas conmueven, otras orientan, unas pocas inspiran. Pero hay una categoría más reciente, cultivada con esmero por el actual jefe de Estado; la palabra que desorienta, sobreactúa, y encima se ufana de hacerlo. El discurso de Javier Milei ante empresarios el pasado 30 de abril no fue, como podría esperarse de un economista en funcion presidencial, una exposición de resultados ni una hoja de ruta. Fue más bien un monólogo entusiasta, salpicado de cifras sueltas, alegorías zoológicas, y la memorable expresión “la tienen adentro”, que quizás quede en las memorias como la contribución más visceral al debate económico argentino del siglo XXI.
"De Cicerón a los mandriles", crítica a las falacias del relato presidencial
Las palabras delJavier Milei toman mayor relevancia pública, dado su carácter de Jefe de Estado. Este análisis se propone quitarle la máscara técnica a lo que no son más que “falacias lógicas” del Presidente en sus discursos.
-
Nueva baja en el Gobierno: Mogetta deja la Secretaría de Transporte
-
Milei aseguró que cumplió con una promesa que le hizo a Francisco

El relato presidencial, un elemento de análisis para entender lo que hace y piensa el Gobierno.
El Presidente incurrió en diversas falacias lógicas y manipulaciones estadísticas que merecen un análisis crítico desde una perspectiva académica. A continuación, se destacan algunas pocas de las tantas inconsistencias y errores en sus afirmaciones. En esa performance, Milei se presentó a sí mismo como una especie de predicador iluminado -mitad Hayek, mitad stand-up-, convencido de haber domesticado la inflación, domado al déficit y humillado a “la casta” con una contabilidad de almacén. Si uno ignora por un momento el contexto social -caída del consumo, parálisis productiva, cierre de empresas, empresas que se van del pais, conflictividad creciente-, podría incluso dejarse llevar por la cadencia épica de su relato. Pero el problema no es el entusiasmo, sino la veracidad.
Este artículo se propone justamente eso; quitarle la máscara técnica a lo que no son más que “falacias lógicas” -las mismas que, en boca de un estudiante de primer año de economía, serían corregidas con tinta roja. Entre ellas, abordaremos la falacia de composición (cuando se infiere algo del todo a partir de una parte) y la generalización apresurada (cuando se proyectan tendencias a partir de datos escasos o aislados). Las analizaremos sin estridencias, pero con precisión, no por ánimo de polémica sino por necesidad democrática. Si el lenguaje de las ideas se contamina de propaganda, lo que se deteriora no es sólo el debate económico, sino la inteligencia colectiva de una nación.
El crecimiento que crece… pero no tanto
Milei afirmó: “El último dato dio 5,7% interanual, el desestacionalizado 0,8%, eso anualizado dice que venimos viajando a una velocidad del 10%”. Esta afirmación es un ejemplo clásico de falacias, tanto de composición como de generalización apresurada: extrapola el comportamiento puntual de una variable (por ejemplo, un mes de recuperación) al conjunto del año 2025.
El Presidente omitió que, según el INDEC, el PBI cayó un (-1,8%) en 2024 y que la actividad económica se contrajo varios trimestres consecutivos. Celebrar un repunte puntual como si fuera tendencia estructural es como suponer que un paciente grave se curó porque en este momento tiene menos fiebre que hasta una hora antes.
La inflación que viajaba al 17.000%
Una de las afirmaciones más temerarias de Milei fue que la inflación “viajaba a una velocidad del 17.000%”. La cifra surge de una simple anualización de la inflación de diciembre de 2023, lo cual incurre en la falacia de generalización apresurada y omite, además, que él mismo Milei fue presidente 21 de los 31 días de diciembre, provocando una detonación del IPC desde 12% en noviembre a 25% en diciembre (más del doble). Si aplicáramos la misma lógica, y si un día no llueve, podríamos declarar el fin de las precipitaciones en la región pampeana. No se puede construir credibilidad internacional ni política económica seria con aritmética de colegio, por eso advirtieron JP Morgan y Morgan Stanley que como se sabe, quieren ayudar.
Citas apócrifas: ¿De Cicerón a Caputo?
En otro pasaje memorable recuerde, Milei citó una supuesta frase de Cicerón sobre el déficit fiscal, que en realidad fue escrita por un novelista norteamericano en los años 60.
Presentar una cita falsa como pilar doctrinario remite a un problema epistemológico profundo; la falta de distinción entre autoridad retórica y evidencia empírica. En una democracia moderna, los presidentes no deberían gobernar con memes históricos.
Los liberales y los 10 millones de pobres que desaparecieron
Milei también aseguró que “los liberales sacaron de la pobreza a 10 millones de argentinos”. Sin una fuente verificable ni una serie estadística homogénea que lo respalde, esta afirmación es una mezcla de nostalgia ideológica y “wishful thinking” (ilusiones). Más aún cuando en paralelo la CGT, jubilados, y trabajadores ayer llenaban las calles protestando por el deterioro del poder adquisitivo, mientras eran reprimidos por las fuerzas de seguridad. Si esa fue la liberación, los beneficiados no se enteraron.
Deuda, solvencia y otro mundo feliz
En otra de sus declaraciones, el presidente sostuvo que el equilibrio fiscal permitirá que el país sea solvente intertemporalmente, recupere grado de inversión y acceda nuevamente a los mercados voluntarios. Sin embargo, el riesgo país permanece por encima de los 700 puntos (725 bp) y el gobierno acaba de solicitar un nuevo préstamo por 15.000 millones de dólares al “prestamista de última instancia” (FMI). Aquí aparece una contradicción estructural; si no hay déficit, ¿para qué se endeudó al pais en u$s 94.000 millones en 15 meses y sumó otros u$s 12.000 millones con el FMI? La explicación parece no estar en los fundamentos económicos, sino en la voluntad de mantener la narrativa de éxito.
Hagamos memoria de la doctrina Luis Caputo: “Se puede crecer con cepo”
A esta retórica se suma regularmente el ministro Luis Caputo, quien declaró antes de ahora: “es falso que no se pueda crecer con cepo”. Lo curioso es que esta afirmación contradijo años de prédica libertaria de Milei, en la que el cepo era “una aberración”. ¿En qué quedamos? ¿Era el cepo parte de la nueva libertad? ¿O será que el plan económico se sostuvo y aun se sostiene con los instrumentos que ayer se prometía dinamitar?
El análisis de las afirmaciones del presidente Javier Milei revela múltiples inconsistencias, “falacias lógicas” y uso de lenguaje inapropiado. Es fundamental que los líderes políticos mantengan un discurso basado en datos verificables, coherencia lógica y respeto por el debate democrático. La utilización de falacias y desinformación no solo distorsiona la realidad económica, sino que también socava la confianza pública en las instituciones y en la toma de decisiones informadas.
La economía no es un monólogo, ni una religión, ni una plaza de stand-up. Es una ciencia social compleja, que requiere evidencia, consistencia y diálogo democrático. La sistemática utilización de enredos, datos fuera de contexto y descalificaciones personales por parte del presidente Javier Milei no solo empobrece el debate público, sino que debilita la calidad institucional.
Decía Oscar Wilde que “la seriedad es el refugio de los superficiales”. En el caso de Milei y su ministro Caputo, habría que agregar que la solemnidad técnica es, a veces, el disfraz del delirio. Porque lo que se presenta como economía de precisión es, en realidad, un teatro de simulación estadística donde la verdad es apenas un personaje secundario. Mientras se agitan porcentajes anuales extrapolados desde una semana, o se celebran superávits sin contar los intereses de la deuda, la realidad concreta -los salarios, los precios, las empresas que cierran- sigue su curso, inmune a las metáforas escatológicas.
La retórica oficial se sostiene como un castillo de naipes; cada afirmación apoya la siguiente con la fragilidad de los datos mal leídos. Se recita que la economía “vuela” o “sube como pedo de buzo”, sin ruborizarse por la indigencia conceptual de la metáfora ni por la ausencia de indicadores que la respalden. Se cita a Cicerón… que nunca dijo lo que se le atribuye. Se anuncia el regreso a los mercados, mientras se ruega por financiamiento con el sombrero en la mano. Y cuando la realidad contradice el guion, se recurre a la injuria: “econochantas”, “mandriles”, “burros keynesianos”. Así, la economía deviene en show, y el gobierno, en ventrílocuo de sí mismo.
Pero lo más preocupante no es lo que se dice, sino a quién se le dice. Porque gran parte del auditorio, confundido por un barniz técnico y una verborragia sin frenos, cree estar ante una revolución liberal, cuando en realidad asiste a una tragicomedia sin consistencia macroeconómica ni base política duradera. Revelar estos artificios no es sólo un deber académico; es un acto de higiene cívica. Y si este artículo logra correr apenas un poco el velo del relato, entonces no habrá sido en vano.
*El autor es director de Fundación Esperanza, profesor de posgrado en UBA y universidades privadas, Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de seis libros.
- Temas
- Javier Milei
- Luis Caputo
Dejá tu comentario