10 de junio 2025 - 08:28

Dólar barato, deuda cara: cómo Luis Caputo volvió a rifar el futuro para llegar a octubre

Esta vez, sin embargo, el déjà vu tiene un matiz más oscuro. Porque lo que antes fue una crisis política o una corrida financiera, hoy amenaza con ser una combinación explosiva de ambas.

Luis Caputo.

Luis Caputo.

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Si el pasado no se repite, al menos acopla memorias. En la Argentina, esa rima suena a fuga de capitales, déficit oculto, colocación de bonos, préstamos multicolores del FMI y otros organismos multilaterales de crédito. Mientras el ministro Luis Caputo sonríe en las fotos con ejecutivos de fondos globales, el BCRA reproduce, con preocupante exactitud, el libreto de 2018; tomar deuda para evitar devaluar, fingir equilibrio fiscal, y rezar para que el dólar no hable antes de octubre.

Esta vez, sin embargo, el déjà vu tiene un matiz más oscuro. Porque lo que antes fue una crisis política o una corrida financiera, hoy amenaza con ser una combinación explosiva de ambas, bajo un experimento libertario que juega con fósforos en un depósito de combustible institucional. ¿Es 2025 el año donde Macri y De la Rúa se dan la mano en el espejo retrovisor? Todo indica que sí. Y lo peor, con Caputo al volante otra vez.

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El actual programa económico, encabezado por Javier Milei y Luis Caputo, se sostiene sobre una arquitectura financiera conocida pero desgastada; tomar préstamos internacionales, emitir bonos desde el Tesoro y reprimir la demanda de divisas mediante controles heterodoxos disfrazados de “libertad”. Las cifras lo demuestran.

La cuenta financiera de abril mostró un superávit de u$s14.200 millones, traccionado por el desembolso de u$s12.400 millones del FMI, cuyo programa fue renegociado para “evitar un colapso prematuro”. La acumulación de reservas brutas se consolidó en u$s13.900 millones, mientras que las reservas netas se mantuvieron negativas en (-u$s7.200 millones), incumpliendo la meta del FMI por u$s4.200 millones. Para maquillar este resultado, el gobierno lanzó el BONTE 2030 -un bono en pesos suscripto en dólares con tasa del 29,5%- y anunció una operación de repo por u$s2.000 millones que implica más deuda en divisas, pero sin generar divisas genuinas.

Este tipo de ingeniería financiera recuerda con precisión quirúrgica el accionar del propio Caputo durante 2018, cuando se vendieron reservas sistemáticamente para contener al dólar hasta que el FMI tuvo que intervenir con el mayor préstamo stand-by de su historia. La misma lógica hoy; mantener un tipo de cambio bajo, forzar la ilusión de estabilidad, aplazar el ajuste de precios relativos y “reventar dolares” para llegar con aire a las elecciones legislativas.

En paralelo, la economía real cruje. La recaudación tributaria cayó un 17,6% interanual en mayo, con una retracción del 39,8% en Ganancias y 21,1% en ingresos por comercio exterior. Mientras tanto, el consumo sigue sin recuperar; el IVA creció apenas 3,9% interanual, pero cayó 0,9% intermensual. El superávit fiscal depende ya no de recortes sino de milagros productivos, en un país donde las importaciones crecen por sustitución de producción nacional, y los turistas gastan dólares con un peso sobrevaluado.

La balanza de pagos también delata inconsistencias. A pesar del rebote transitorio en las exportaciones (por la eliminación del dólar blend), la cuenta corriente tuvo un déficit de u$s600 millones. Las salidas de turismo superaron los U$S 961 millones solo en abril, mientras la inversión extranjera directa se mantiene en niveles ínfimos. ¿Cómo se llenan entonces las arcas del BCRA? Con deuda. Y más deuda.

El esquema recuerda al cóctel que precedió al colapso de 2001; déficit financiado con deuda en dólares, recesión inducida por ajuste fiscal, atraso cambiario sostenido artificialmente, y un ministro que jura tener todo bajo control hasta el día anterior al desastre.

La historia argentina no se repite, pero se encadena. 2025 podría ser el año en que los fantasmas de 2001 y 2018 se reencuentren en una nueva tragedia, esta vez amplificada por un contexto social más frágil, un liderazgo más radicalizado y un sistema político al borde del colapso. El uso compulsivo de herramientas financieras para maquillar desequilibrios estructurales -como el endeudamiento en dólares para sostener el valor ficticio del peso- no es un plan económico, sino una bomba de tiempo.

Luis Caputo, el mismo que en 2018 entregó las reservas a los especuladores, hoy parece repetir su libreto con menos margen de maniobra y mayor cinismo técnico. Solo que esta vez, el desenlace puede no ser una simple corrida cambiaria, sino una implosión institucional y social. Si en 2001 el default fue la chispa y en 2018 la crisis cambiaria fue la alarma, en 2025 podríamos enfrentarnos al incendio total; una síntesis brutal entre el colapso social del fin de la convertibilidad y el fracaso de la bicicleta financiera del macrismo.

Director de Fundación Esperanza. https://fundacionesperanza.com.ar/ Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros

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