Desde la sanción de la Ley 26.093 en 2006, Argentina tomó una decisión política audaz y estratégica: apostar por los biocombustibles. Casi dos décadas después, sabemos que fue una política pública exitosa que transformó la realidad productiva de diez provincias, entre las que está mi Jujuy natal y dio origen a un nuevo sector económico, genuino y federal.
El bioetanol: motor de desarrollo para el NOA y apuesta estratégica para la Argentina
Un impulso a los biocombustibles permitirá sostener un sector dinámico que genera empleo en las provincias pero también un modelo de sustentabilidad .
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El desarrollo del bioetanol es clave para el norte argentino.
El desarrollo del bioetanol, en particular, se convirtió en una historia concreta de generación de empleo, inversión industrial y dinamismo para las economías regionales. En un país donde muchos quieren convencernos de que siempre todo termina fracasando, el bioetanol es un contraejemplo rotundo: es una política que funcionó. Y que puede mucho más.
Represento a Jujuy, la segunda productora de caña de azúcar del país. En nuestra provincia y en todo el NOA, el sector sucroalcoholero no es sólo una actividad productiva: es el sustento de más de 57 mil empleos directos y más de 140 mil indirectos. Es el principal empleador privado de la región. Es la base de una economía regional que combina tradición, innovación y requiere compromiso ambiental.
El contexto internacional no deja lugar a dudas: la crisis energética global, las tensiones geopolíticas y la urgente necesidad de reducir las emisiones de carbono vuelven a poner en el centro del debate la necesidad de diversificar las matrices energéticas. Y en ese camino, los biocombustibles se consolidan como una de las respuestas más inteligentes y sostenibles.
Mientras otros países -como Brasil, Bolivia o Paraguay- avanzan con decisión en el aumento de los cortes con biocombustibles, en Argentina vemos con preocupación un retroceso: un Gobierno nacional que le da la espalda a esta agenda, que niega el cambio climático, que abandonó la Agenda 2030 y que retiró a su delegación de la próxima cumbre climática mundial (COP29).
Es evidente que el único norte de este Ejecutivo es el “equilibrio fiscal”, a cualquier costo e incluso a costa del desarrollo, el empleo y el ambiente. Increíble pero real y ese rumbo ya se reveló ante nuestra vista a casi dos años de gestión.
Pero desde el Congreso y desde las provincias, otra mirada persiste. Como senadora nacional de Jujuy, única voz de la oposición en la cámara que debe defender los derechos de las provincias por excelencia, acompaño el trabajo que viene realizando la Liga Bioenergética junto al sector sucroalcoholero y respaldo el proyecto presentado en la Cámara de Diputados para dar nuevo impulso a los biocombustibles.
A lo largo de mi trayectoria legislativa he impulsado iniciativas que promueven el uso del bioetanol, en particular el de caña de azúcar. Ya en 2019, como diputada nacional, propuse un régimen de preferencia que contemplaba el aumento progresivo del corte hasta el 27,5%, convencida de que el crecimiento de la producción de caña vendría de la mano de un marco normativo ambicioso, que mire al futuro.
¿Qué convicciones me llevaron a defender esa alternativa? Que cuando hablamos de bioetanol no sólo hablamos de energía: hablamos de soberanía, de desarrollo con empleo en el lugar de origen, de equilibrio territorial y de sustentabilidad. Hablamos de un modelo de país que apuesta por su gente y por su tierra.
Desde mi banca, seguiré trabajando incansablemente para que la Argentina no deje pasar esta oportunidad. Porque el bioetanol es presente, pero sobre todo es futuro. Y ese futuro, sin dudas, debe empezar en el norte argentino.
(*) Carolina Moisés es senadora nacional por Jujuy
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