7 de diciembre 2007 - 00:00

Los jubilados, mentiras y videos

Esta semana, en un fallo controvertido, la Corte Suprema decidió un mecanismo de ajuste automático de los haberes que perciben los jubilados que cobran más de la mínima y cuyos ingresos cayeron en términos reales en los últimos años. En rigor de verdad, sólo los haberes de uno de ellos. Y ordena también al Congreso y al Ejecutivo solucionar, mediante un procedimiento general y estable, este problema.

(Dicho sea de paso y en una «venganza» infantil, la presidente electa le recordó a la sociedad que los mismos jueces que se preocupan por el haber de los jubilados no pagan el Impuesto a las Ganancias por una acordada de esta misma Corte Suprema del año pasado, que ratificó fallos anteriores.)

A primera vista, el índice de ajuste elegido suena razonable. Si las jubilaciones que paga el Estado son parte de un sistema de reparto que distribuye entre los jubilados los aportes que realizan los trabajadores y empleadores de hoy y estos aportes evolucionan proporcionalmente al salario, lo lógico es ajustar el reparto a la evolución de los salarios en blanco. Pero esto sería así, si 100% de las jubilaciones del Estado se «fondearan» en los aportes mencionados.

  • Déficit

  • La realidad es que esos aportes apenas cubren, en un año récord como el actual, 45%-50% de los gastos de la ANSeS. Dicho en criollo básico, ¡la ANSeS tiene un déficit de 50% de las jubilaciones que paga! ¿Pero cómo, no dicen que tiene superávit y que incluso le presta a 28 años al Estado nacional para que haga frente a sus propios compromisos? Se preguntará usted, amable lector, con justa razón.

    Efectivamente, tiene superávit porque ese «bache» de los aportes, hace años que se cubre con el 15% de los ingresos impositivos que deberían ir a la Coparticipación Federal, con la recaudación del Impuesto a los Bienes Personales, con parte del Impuesto a los Combustibles. Y algún otro impuesto que ahora no recuerdo. Dicho de otra manera, como los aportes no alcanzaban, lentamente le fuimos pasando a la ANSeS recursos de otras fuentes.

    Claro, como la economía está creciendo fuerte y la inflación es alta, la recaudación impositiva se incrementa a un ritmo superior a 30% anual. De manera que, ahora, a la ANSeS «le sobran» fondos. ¡Pero le sobran fondos que no le pertenecen al sistema! Y esto es lo más grave de esta historia, porque de tanto mentirnos en los números, de la ANSeS, del INDEC, del escrutinio electoral, etc., etc., ya hemos perdido perspectiva respecto de cuál es la verdad y cuál es la mentira y se toman decisiones, se arrogan representatividades y se dictan fallos en función de esas mentiras.

    El sistema de reparto está condenado, por la demografía, y los favorables cambios en las expectativas de vida de la población, a absorber cada vez más recursos de otras fuentes o a pagar cada vez menos. Una parte del problema se intentó resolver con la reforma previsional del 94. Se pretendía asociar el grueso de las jubilaciones a los ahorros de los trabajadores e ir reduciendo lentamente los recursos públicos hasta concentrarlos, exclusivamente, en los sectores de menores ingresos y menor capacidad de ahorro. Pero lo paradójico de esta historia es que en enero de este año, cuando ya estaba vigente la orden de la Corte Suprema de agosto del año pasado para que se «solucionara» el problema de las jubilaciones licuadas, los honorables miembros del Congreso de la Nación, a pedido del Poder Ejecutivo, en un debate que duró apenas dos semanas, sancionaron una contrarreforma previsional, que no sólo no contempló lo planteado por la Corte, sino que, mejorando algo los ingresos actuales, agravó para adelante el problema del sistema de reparto, ya empeorado con una generosa moratoria que amplió en más de un millón cuatrocientos mil personas el número de beneficiarios del régimen.

    Si ahora, además, se inventa un esquema de «ajuste automático» de las jubilaciones, independiente de la evolución de la totalidad de los recursos, en poco tiempo se volverá a reunir el Congreso, a instancias del Poder Ejecutivo, para votar una recontracontrarreforma previsional.

  • Problema similar

    Dicho sea de paso, el problema del «ajuste automático» de la seguridad social es global. Si se me permite una digresión que viene a cuento, en la década del 90, enfrentado a un problema similar, el gobierno del presidente Clinton decidió, para bajar el ajuste automático de las jubilaciones norteamericanas (el pago estatal de dichas jubilaciones equivale a dos veces y media el PBI argentino) ¡cambiar la forma de medir el IPC! Efectivamente, inventaron el ahora « famoso» en la Argentina Indice de Productos Sustitutos, que contempla que cuando sube el precio de algún producto, la gente no lo consume, sino que busca un sustituto más barato, y ése es el precio que se debe computar.

    Con este cambio «metodológico», el gobierno de Estados Unidos se «ahorra», dicen los que saben, más de u$s 150.000 millones al año en su presupuesto. Obviamente, la Reserva Federal no toma en cuenta este índice para decidir su política antiinflacionaria. Y no lo toma en cuenta porque uno de los inventores de este índice trucho fue Alan Greenspan. Como reza el viejo dicho: «Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago». Vuelvo entonces a la Argentina.

    El sistema presupuestario argentino, y no sólo por la cuestión de los jubilados, se ha convertido en una gran mentira que sólo soluciona el fuerte crecimiento económico, por un lado, o una gran inflación que permite, al menos por un tiempo, licuar a los perceptores de gasto menos combativos o que menos pueden generar problemas en la actividad económica, por el otro. «O ambas asimetrías a la vez.» Me parece, humildemente, que va siendo hora de buscar metodologías más permanentes y estables, con reformas profundas y sustentables, con fondos anticíclicos en serio, con debates abiertos y participativos, y con menos mentiras, estafas o videos para subir los costos laborales y, de paso, la recaudación previsional y sindical.
  • Dejá tu comentario

    Te puede interesar