A casi dos años del inicio del conflicto entre Israel e Irán y sus milicias proxys, uno más en el siempre tumultuoso Medio Oriente, podemos afirmar que la situación económica global se ha mantenido ‘contenidamente’ estable.
Medio Oriente: la economía como crisis y oportunidad
Aunque la guerra sacude Medio Oriente, la economía global resiste. Entre sanciones, armas y petróleo, los intereses se reacomodan y los muertos se acumulan.
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Aunque el conflicto entre Israel e Irán sacude a Medio Oriente, la economía global resiste, se adapta y, en algunos casos, hasta se beneficia.
Ello se da básicamente por una serie de razones. Por un lado, el conflicto de Israel se ha centrado en zonas geográficas irrelevantes para la lógica internacional: la Franja de Gaza, el Sur del Líbano, el Oeste Sirio. No hay recursos naturales estratégicos en abundancia en las limitadas porciones de tierras descriptas.
Más aún, aunque Israel es líder mundial en tecnologías de vanguardia (especialmente en software y telecomunicaciones), su poderío real reside en su know how. Por ende, a diferencia, por ejemplo, de las ‘tierras raras’ o el litio, el conocimiento es reemplazable: el capital humano es siempre y en todo lugar lo suficientemente flexible y maleable para desarrollarse en otras latitudes. Solo se debe ajustar la necesidad temporal con los objetivos productivos.
Israel e Irán: efectos directos del conflicto
Por el contrario, sí hubo efectos propios específicos circunscriptos a algunos actores regionales. El propio Israel es un claro ejemplo: ha visto restringida sus exportaciones a Estados que condenan su accionar militar en la Franja de Gaza, tiene casi nulo turismo desde octubre de 2023, o vivencia permanentemente una incertidumbre que ahuyenta inversores y consumidores, lo que derivó en un fuerte incremento del Gasto Público para paliar la crisis y la retracción del sector privado.
El otro gran actor regional, Irán, continúa sufriendo las sanciones económicas estadounidenses. Sin embargo, el gobierno iraní sabe que la prioridad es mantener el régimen a como sea, por lo que ha decidido aumentar el presupuesto militar en un 200% para el año próximo, pasando de 10.000 a 30.000 millones de dólares.
Derivaciones regionales e incertidumbre energética
Por supuesto, también hay derivaciones indirectas: la escalada de violencia vivida en los últimos días hace temblar al vecino Egipto, país que acaba de formar un comité de crisis buscando una solución feasible para atenuar las potenciales consecuencias derivadas de su dependencia del gas israelí. Ni que hablar sus vecinos gazaties, que ya no pueden contar con el beneplácito de la beneficencia iraní y catarí (100 y 120 millones de dólares por año respectivamente). Hoy en día, solo esperan sobrevivir.
Ahora bien, ¿Existen temores fundados de un efecto fuertemente negativo a nivel internacional? ¿Podemos temer una disrupción energética global por el rol de Irán? El bloqueo logístico para con las cadenas de valor globales es una realidad: por el Estrecho de Ormuz se transporta el 28% del tráfico de hidrocarburos a nivel global. Sin embargo, aunque puede haber algún coletazo en el corto plazo derivado de las capacidades de uno de los líderes de la OPEP (en 2024 la producción iraní ha supuesto la segunda mayor contribución a la oferta global de crudo), no hay nada que el Shale Oil estadounidense y algún acuerdo espurio del gigante norteamericano con sus aliados sunníes sauditas no pueda estabilizar. No olvidemos que los EE.UU. de Trump quiere volver a ser el garante del orden internacional. Y en un mundo convulsionado, lo que menos quiere es un escenario financiero disruptivo.
Un escenario económico más optimista también tiene sus bases en el pasado reciente. Si tomamos el otro gran ejemplo, el de los ataques de los huties yemeníes a los buques ‘enemigos occidentales’ que, desde hace más de año y medio, intentar cruzar el estrecho de Bab-el Mandeb, se ha observado que a pesar de que la vuelta por el cuerno de África para llegar a Asia era realmente costosa en términos logísticos, el cambio de bandera de las embarcaciones de las potencias occidentales, u otros acuerdos político-económicos con los propios líderes huties, suavizaron los efectos negativos que implica el control de la zona por parte de los enemigos de Israel.
Industria armamentista: cuando la guerra es negocio
Ahora bien y dado la expuesto, ¿podemos decir que la guerra solo venera aspectos defensivos de escenarios económicos? De ninguna manera. En este mundo donde la búsqueda de la paz es solo una falsa metáfora en la boca de los poderosos, las industrias de la defensa, concentradas justamente en las potencias que deberían poner un freno a la locura inmoral, están de parabienes. Drones, misiles hipersónicos, bombas de penetración, armamento ligero. Y así podría seguir.
El caso de EE.UU. y su lobby militar que todo lo controla, lo podemos reafirmar con números que asombran: en solo uno de sus proyectos, en el último año le proveyó a Israel de 20.000 millones de dólares para la adquisición de dos nuevos Escuadrones F-15EX (unas 50 aeronaves), y para la modernización de un Escuadrón de F-15E Ra'am (Trueno). Por supuesto, para comprárselo a los propios estadounidenses.
Cabe recalcar que los EE.UU. asistió a su aliado estratégico desde 1948 con 200.000 millones de dólares a valores actuales. Una cifra descomunal y única en términos de las alianzas estratégicas de la principal potencia militar mundial. Pensemos que el presupuesto en defensa del país que tiene las dimensiones de Tucumán, ha sido de 67.000 millones de dólares para el corriente año.
Como contraparte, el principal apoyo de Irán es Rusia. Sin excavar en mucha profundidad, Irán ha recibido la licencia de Rusia para producir los cazas rusos Su-30 y Su-35. Además, Rusia ha completado la entrega de 12 aeronaves de entrenamiento avanzado Yak-130. Todo ello en adición a que Moscú les prometió entregar en el corto plazo sistemas de armas complejos, como son los Misiles Iskander y de guerra electrónica Murmansk-BN. Como vemos, es mucho dinero; aire fresco para una industria de la defensa que quiere recuperar el esplendor que supo alguna vez poseer en la otrora era soviética.
Una economía de guerra normalizada
Finalmente, podemos concluir que la puja de intereses sobre como repartirse la ‘torta de la guerra’, debe esconderse quirúrgicamente. La industria de la guerra da mucho dinero, genera muchos puestos de trabajo, dinamiza las economías locales. ¿Está mal entonces velar por la continuidad del conflicto? Lo contrario pareciera ser cosa del pasado. Lo que sí es seguro es que la ‘mundialización’ política del conflicto, no tiene la suficiente fuerza ética para parar esta locura. Bajo esta nube de humo, cada actor ‘cuida su quintita’.
Y en cuanto a lo económico, como quien deambula en el barco de la ‘mano invisible del mercado’, hemos observado que todo se termina acomodando. Eso sí: mientras tanto, los muertos, de uno y otro lado, se siguen contando de a miles.
Economista y Doctor en Relaciones Internacionales
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