30 de julio 2025 - 00:00

Cerebro, presión y vida: por qué a veces es necesario abrir el cráneo tras un ACV

Tras la muerte de "Locomotora" Oliveras, muchos me preguntan sobre una intervención quirúrgica que suele generar inquietud al sufrir un ACV.

Lejos de ser una decisión apresurada o extrema, la craniectomía descompresiva responde a un razonamiento fisiopatológico claro y a una necesidad clínica urgente.

Lejos de ser una decisión apresurada o extrema, la craniectomía descompresiva responde a un razonamiento fisiopatológico claro y a una necesidad clínica urgente.

En los últimos días y tras la muerte de Alejandra "Locomotora" Oliveras, muchos pacientes y colegas me han consultado sobre una intervención quirúrgica que suele generar inquietud: la craniectomía descompresiva, un procedimiento que, en determinados casos de accidente cerebrovascular (ACV), puede representar la diferencia entre la vida y la muerte.

Para comprender su necesidad, es importante repasar brevemente qué es un ACV. De forma general, hablamos de dos tipos: el isquémico y el hemorrágico.

El primero, que representa alrededor del 80% de los casos, se produce cuando el flujo sanguíneo a una parte del cerebro se interrumpe, lo que provoca la muerte de las neuronas por falta de oxígeno y nutrientes. Es, en esencia, un infarto cerebral.

El segundo tipo, el ACV hemorrágico, ocurre cuando un vaso sanguíneo se rompe dentro del sistema nervioso central, generando una hemorragia intracraneal, lo que popularmente se conoce como un "derrame cerebral".

Cerebro radiografía

Ambos eventos comparten una característica crítica: generan una ocupación de espacio dentro del cráneo. Aquí es donde radica una de las claves clínicas más importantes. El cráneo no es una estructura flexible; es una caja ósea rígida que contiene tres elementos: el encéfalo, el líquido cefalorraquídeo y la sangre. No hay margen para expansión. Por tanto, cuando se produce un infarto cerebral extenso, el tejido cerebral afectado responde con un proceso inflamatorio que llamamos edema cerebral, una acumulación de líquido que aumenta el volumen del cerebro. En el caso del ACV hemorrágico, el coágulo formado también ocupa espacio adicional.

Este aumento de volumen dentro de una cavidad inextensible produce una situación de riesgo: la hipertensión endocraneana. Al elevarse la presión dentro del cráneo, no solo se compromete el tejido afectado, sino también aquellas zonas del cerebro que aún conservan su viabilidad. Si no se actúa a tiempo, esta presión puede conducir al colapso de estructuras vitales y, finalmente, a la muerte.

Es en este escenario donde la craniectomía descompresiva se convierte en una herramienta quirúrgica fundamental. Este procedimiento consiste en retirar una porción amplia del hueso craneano y abrir la duramadre, la membrana más externa que recubre el encéfalo. Esta maniobra permite que el cerebro edematizado tenga espacio para expandirse hacia afuera, reduciendo así la presión interna y preservando las áreas cerebrales que aún pueden sobrevivir.

La cirugía no termina allí: cuando la inflamación cede y la presión intracraneal se estabiliza, se planifica una segunda intervención para reconstruir el cráneo, utilizando una prótesis personalizada.

Lejos de ser una decisión apresurada o extrema, la craniectomía descompresiva responde a un razonamiento fisiopatológico claro y a una necesidad clínica urgente. Si bien no todos los pacientes con ACV requerirán esta intervención, en los casos seleccionados puede marcar un punto de inflexión entre un daño neurológico irreversible y una recuperación significativa.

Como neurocirujano, me resulta fundamental que la comunidad comprenda que detrás de cada decisión quirúrgica hay un análisis riguroso, basado en evidencia científica y en el compromiso de preservar la función cerebral y, ante todo, la vida.

Médico Neurocirujano – M.N. 130405. Instagram: @consultoriodedolor Sitio web: www.consultoriodedolor.com.ar

Dejá tu comentario

Te puede interesar