Más que una moda de desarrollo personal, prácticas como la filosofía práctica, el coaching ontológico o la psicología humanista rescatan una necesidad urgente y atemporal: volver a pensar por nosotros mismos. En una cultura saturada de respuestas instantáneas, el valor está en las preguntas que incomodan, profundizan y transforman.
Reentrenar el pensamiento: por qué Sócrates sería hoy un facilitador del pensamiento crítico y no un influencer
Lo que más escasea no es la información, sino la capacidad de pensar con profundidad, criterio y autonomía. En tiempos de inmediatez, volver a la raíz filosófica del pensamiento es un acto subversivo.
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Sócrates estimulaba a todos sus oyentes a realizar un examen de conciencia.
Vivimos en la era de las soluciones rápidas. Motores de búsqueda, inteligencia artificial, tutoriales exprés y gurúes de redes sociales nos entrenan, día tras día, para buscar respuestas listas y externas. Sin embargo, lo que más escasea no es la información, sino la capacidad de pensar con profundidad, criterio y autonomía.
Aquí es donde disciplinas que beben de la tradición socrática vuelven a cobrar relevancia. Ya sea en un espacio de diálogo filosófico, en una conversación terapéutica o en una sesión de Coaching ontológico bien entendida, lo que se cultiva no es la transferencia de conocimientos, sino el arte de preguntar. No para obtener una respuesta correcta, sino para observar distinto y abrir nuevas formas de habitar el mundo.
Desde el coaching ontológico entendemos que cada conversación puede transformar al observador que somos: esa manera particular y única de ver, interpretar y accionar en el mundo. Las preguntas que realmente incomodan y movilizan surgen muchas veces de un quiebre, un momento de interrupción que abre la puerta al aprendizaje. Ahí donde antes veíamos certezas, aparece la oportunidad de elegir con conciencia.
Sócrates, el pensador griego que caminaba por el Ágora sin manuales ni fórmulas, no enseñaba: preguntaba. A través de su método mayéutico, ayudaba a sus interlocutores a “parir” sus propias ideas. Hoy podríamos verlo como un precursor del pensamiento crítico y un facilitador de procesos de conciencia. ¿Qué nos diría frente a la saturación de contenidos, la cultura del multitasking o el síndrome del burnout? Probablemente, lo mismo que entonces: “Conócete a ti mismo”. Y quizás hoy también: “Conversa contigo mismo. Cuestiona lo que das por hecho. Escuchá antes de responder”.
Este enfoque no se limita al ámbito profesional. Es igualmente transformador en nuestras relaciones cotidianas: cuando en lugar de reaccionar con certezas, preguntamos con curiosidad a nuestros hijos; cuando en vez de imponer, escuchamos de verdad a nuestra pareja; cuando nos detenemos a observar nuestras creencias, automatismos y emociones antes de juzgar o decidir. Educar, amar y convivir también puede ser —y quizás debería ser— un acto filosófico.
La ontología del lenguaje —una corriente de pensamiento que inspira al coaching ontológico, entre otros enfoques— parte de una premisa poderosa: no solo hablamos de la realidad, sino que la construimos con nuestras palabras. Nuestras conversaciones no son neutrales: crean mundos posibles. Por eso, cambiar una conversación puede ser el primer paso para cambiar una vida. Esta idea también es compartida por pedagogías transformadoras, corrientes de educación emocional o incluso por la literatura, cuando nos invita a habitar otros mundos y sentidos.
En el mundo laboral, donde más de la mitad de los empleados reportan sentirse emocionalmente desconectados (Gallup, 2024), retomar espacios de pensamiento propio y de conversación profunda se vuelve no solo necesario, sino estratégico. Ya no se trata de repetir frases motivacionales, sino de generar preguntas que abran nuevas posibilidades de acción, sentido y bienestar. Preguntas que, muchas veces, no se responden en Google.
En tiempos de inmediatez, volver a la raíz filosófica del pensamiento es un acto subversivo. Y si logramos reinstalar el valor de la pausa, el silencio, la escucha y la pregunta —desde donde sea que lo hagamos—, estaremos cultivando algo más profundo que una técnica: una práctica cultural para una nueva era de conciencia.
Porque como plantea el coaching ontológico, transformar nuestra manera de conversar —con otros y con nosotros mismos— es el primer paso para transformar la manera de ser en el mundo.
Psicóloga, Vicepresidente de la Asociación Argentina de Coaching Ontológico Profesional (AACOP)
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