9 de julio 2002 - 00:00

Restaurar la República

La Argentina vive una profunda crisis cultural, que es política, económica y social, en un ambiente de creciente escepticismo y canibalismo social equiparable al de una guerra civil. A pesar de ser parte de un mundo en el que convive dentro de una globalización imperfecta, carece de una visión y de un plan estratégico propios.

Los argentinos somos los responsables de esta grave situación y también los únicos llamados a superarla.

Ahora debemos preguntarnos si estamos dispuestos a encarar soluciones y enfrentar los sacrificios sin pretender ninguna ayuda material del exterior, innecesaria por otra parte. Debemos responder si queremos reinsertarnos en el mundo, superar el círculo vicioso de la deuda y el desempleo e inaugurar una nueva institucionalidad democrática, regional y personalizada.

• La condición política

La supervivencia de la Nación y la reforma del Estado requieren la previa reconstitución del poder, que debe ser legitimado por el voto popular. Si los problemas son estructurales, las soluciones no pueden ser transitorias. Los provisariatos ya demostraron que sólo profundizan la decadencia y, peor aún, hipotecan el futuro.

Gobernar y organizar implica
liderazgo y el arte de negociar y entrelazar las potencialidades e intereses de los distintos grupos, internos y externos, para reedificar las instituciones y rehacer el tejido social. En la tarea de recreación de la sociedad se debe rescatar la vocación de servicio del liderazgo, su voluntad de poder, su determinación para conseguir objetivos, para crear oportunidades, para medir riesgos y planear estrategias de negociación.

El liderazgo nacional es el factor más importante, sin el cual cualquier propuesta es inviable. La mayoría de los argentinos debe verse reflejado en él, lo opuesto al rechazo que hoy siente por los políticos. Por la salud de la República, el nuevo gobierno debe llegar cuanto antes, respaldado por una legitimidad de origen que sólo podrá surgir de la igualdad de oportunidades preelectorales. Para que esto sea posible, durante el proceso electoral debe minimizarse la manipulación propia de los oligopolios partidarios y de los multimedios de comunicación. La lógica indica que a mayor renovación política, mayor credibilidad y poder, condiciones indispensables para iniciar la reconstrucción. Por eso muchos proponen la renovación de todos los mandatos. Sin embargo, todavía prevalece en la clase política un frívolo gatopardismo, que la mantiene aferrada a sus bancas.

Estamos en
default con el resto del mundo porque hemos dejado de honrar 50.000 millones de dólares de deuda pública en títulos Brady (6.270), Global (13.173) y Euroletras (25.465). Además, debemos 29.000 millones de dólares a organismos internacionales (FMI, Banco Mundial, BID) y 4.500 millones de dólares a organismos oficiales (Club de París), con vencimientos por 15.729 millones de dólares en lo que resta de 2002 y 2003.

La economía argentina se encamina al cuarto año de recesión-depresión, sin moneda, sin crédito, depredando empleo, vulnerando contratos públicos y privados y sin esperanza. Como parte de una desorbitada globalización financiera internacional, nuestras propias alquimias financieras se agotaron después de la torpe devaluación y la arbitraria pesificación asimétrica.

El único camino viable del nuevo gobierno será, entonces,
vincular directamente el levantamiento del default con el aumento de las exportaciones, ya que para poder pagar hay que generar divisas.

Como la suerte de los acreedores está atada a la suerte del crecimiento económico y al incremento de las exportaciones argentinas, la creación de empleos productivos será la consecuencia deseada.

Para ello, la deuda de u$s 50.000 millones serán canjeadas
sin ninguna quita por un bono a 30 años con fecha única de emisión y con una tasa de interés flotante igual a Libor. El título sería del tipo de «zero cupón», ya que capital e intereses serán pagados 100% al vencimiento. Pero el nuevo gobierno argentino se compromete a rescatarlo anticipadamente y en forma automática obligándose por ley a aceptarlos a 100% de su valor actualizado más intereses corridos al día de su presentación y como ingreso de 20% del valor de cada exportación argentina. Si exportamos u$s 25.000 millones, rescatamos y pagamos títulos por u$s 5.000 millones, con los fondos depositados en el fideicomiso a crearse que se nutre de los derechos de exportación.

Si duplicamos o triplicamos las exportaciones, cobran más y antes, pero con crecimiento. Excelente negocio para todos, pero especialmente para el país, porque
creamos empleo y cancelamos deuda.

El esquema mejora la competitividad de las exportaciones argentinas, ya que si el bono argentino de rescate automático (Barra) se cotizara a 75% de su valor nominal y con ello se puede pagar 20% del valor de las exportaciones, lo que mejorará es el precio recibido por el exportador o disminuirá el precio efectivo pagado por el importador del resto del mundo.

Las proporciones las determinará la estructura de cada mercado en particular. Si todo el beneficio lo tuviera el importador, pagaría u$s 95 por un producto que vale u$s 100 en el mercado, haciéndose más atractiva la importación desde la Argentina. Si todo el beneficio lo tuviera el exportador, cobraría u$s 105.

No siempre se da que el la feliz coincidencia del interés nacional con el de los acreedores del resto del mundo. Si éste es el caso, no podemos desaprovechar la oportunidad de convertir el pago de la deuda externa en el inicio de una
estrategia productiva basada en el desarrollo de actividades comerciables internacionalmente.

• El puente social

Sólo con inversión se crea trabajo, producción y exportación. Sin embargo, el regreso de la confianza, afectada durante los últimos dos años por fábulas que provocaron la huida masiva de capitales, llevará tiempo. Mientras tanto, y frente a una desocupación estructural bochornosa, se requiere un puente social que permita transitar las etapas hacia la plena ocupación con paz social.

Para ello debe crearse un «seguro de desempleo único, universal y automático» financiado con la eliminación simultánea de todos los programas sociales nacionales y provinciales.

Seguro de desempleo con listado de beneficiarios y liquidación centralizada difundida vía Internet, pero de acceso, aceptación y control descentralizado, en cabeza de las directoras de las escuelas. El orden de prioridades se inicia con padres de familias desocupados con hijos menores o en edad escolar.

El seguro incluye atención de la salud desde el nacimiento y comedor escolar, con obligación de educación de los hijos.

El cheque de $ 200 mensuales básicos más familia numerosa, lo recibe la madre o esposa, con la firma de la directora de la escuela del barrio, previa verificación personal sobre la condición de desocupación del padre.

El costo anual para
dos millones de familias desocupadas es de $ 5.000 millones, financiado con la eliminación de todos los planes trabajar, alimentarios y de ayuda directa, incluidos los municipales.

(*) Economista, ex secretario de Hacienda de la Nación y jefe de Gabinete de Economía.

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