En contextos recesivos, mucha gente recicla sus hábitos de consumo. Salir a comer afuera es uno de ellos. Este escenario obliga a los empresarios gastronómicos a reinventarse. No es fácil mantenerse competitivo en un ecosistema donde conviven mucha oferta y poca demanda.
Malcriado: una experiencia que trasciende la gastronomía
Desde que se ingresa al salón hasta el saludo de despedida este espacio, enclavado en Parque Leloir, invita a sumergirse en un ambiente impregnado de sabores, aromas y algunas sorpresas.
Malcriado entiende el concepto: la premisa es complacer y deleitar a sus comensales con potentes estímulos. La magia ocurre desde que se ingresa al salón hasta el saludo de despedida. El restaurante de Marcelo Gil (también dueño de Bruce Grill Station & Wine Bar) ofrece un auténtico tour que involucra todos los sentidos y refuerza la propuesta con un menú de muy buena relación precio-calidad.
La mística del lugar se percibe al traspasar una solemne puerta corrediza de hierro y madera dura. La recepción está custodiada por una pared con estantes repletos de etiquetas de vino. A la izquierda, una pareja disfruta un cóctel de autor ideado por Matías “el Colo” Querel”. A la derecha, una mujer recorre con la vista algunas de las 32 etiquetas de vino (a temperatura de cava) de las máquinas self-service. Finalmente, elige una copa de Blend de Malbec de Luján de Cuyo. “La idea era traer máquinas italianas, pero el dólar se disparó y tuvimos que buscar una alternativa nacional. Fue la mejor opción, resultaron excelentes”, cuenta Gil.
Una pantalla LED hipnotiza con imágenes de fogonazos en alta definición. Las columnas de durmientes de quebracho en desuso separan la recepción del salón principal. Desde esta instancia ya se observa el resto del local, decorado con lámparas de mimbre, plantas colgantes y un mobiliario que fue pensado en su totalidad por el propio Gil.
Ya en el corazón del salón principal, contra un enorme ventanal con vista a la emblemática Avenida Martín Fierro, un hombre, en soledad, arma en un papel una selección de 5 temas musicales que sonarán en algún momento de la noche. En otra mesa, una familia prueba la suerte con un juego de dados. “Si salen dos caras iguales con el dibujo de las copas tenés dos por uno en vinos, lo mismo sucede con los postres, y si sale el dibujo de la tarjeta Malcriado te ganás una gift card con 200 pesos de saldo a favor para usarlo otro día”, explica Gil, quien considera que “ir a comer afuera tiene que ser una verdadera experiencia. Ya no pasa sólo por tener un buen menú y una buena carta de vinos. Hoy necesitás interacción con la gente, tenés que ofrecer entretenimiento. El cliente merece mucho más que una propuesta gastronómica”.
De abogado a emprendedor serial
La historia del creador de Malcriado merece un párrafo aparte. Abogado de profesión (UBA), con 20 años de experiencia, Gil decidió un día cambiar las leyes por la gastronomía. “Hacía contencioso administrativo, me iba muy bien. Pero me cansé de lidiar con los problemas de la gente”, confiesa. Así fue que en 2011 compró un restaurante en Ramos Mejía. Luego abrió un salón de fiestas que actualmente sigue funcionando, después desembarcó en Leloir con una franquicia de Sushi Club, hasta que finalmente abre Bruce, que hoy cuenta con un local propio en Villa La Angostura y un local franquiciado en Bella Vista.
Emprendedor nato, Gil asegura que “ni bien termino una cosa ya estoy pensando en otra”. Admite que le apasiona más la etapa de planificación y creación que el negocio en sí mismo. “Me gusta estar en todo. En los muebles, en los accesorios, en la decoración. Me encargo de pensar la carta, estoy en cada detalle”, comenta el empresario. As así. En Malcriado el concepto de “buen comer y beber bien” traspasa los supuestos clásicos de la gastronomía.
De fondo, los fuegos, grandes protagonistas. La parrilla, el horno de barro y el disco de arado están a la vista de todos, cociendo platos que Gil prepara con sus propias manos para amigos y familiares. “Las vedettes son: al horno de barro el Osobuco del Rey; a la parrilla el T-Bone a la llama, y al disco, bondiola a la cerveza negra”, recomienda.
El salón en planta baja tiene capacidad para 100 cubiertos que se distribuyen entre mesas altas y bajas de hierro y madera armadas alrededor de la barra y de la cocina. En la planta alta, el sector es más íntimo y tiene capacidad para 60 cubiertos. Y cuando la temperatura lo permite, la terraza en planta alta invita a disfrutar el aire libre rodeado de la imponente forestación que a principios del siglo pasado diseñó el reconocido paisajista Carlos Thays.
Sabores criollos
La carta es un manifiesto de típicas recetas criollas argentinas. Las cocciones a la llama de quebracho colorado aportan un particular ahumado y tostado a todas las preparaciones que realiza Leo Toloza, el jefe de cocina. A Leonardo le gusta que lo llamen cocinero, no chef.
La carta tiene opciones de entrada que se pueden degustar en modo tapeo. Un buen ejemplo son las empanadas al horno de barro (no perderse las de osobuco braseado). De la sección de Pinchos, se destaca el de Langostinos que se sirve con papines y panceta. Para los amantes de la carne, el pincho Mini Parri Malcriado es la mejor opción. Tiene morcilla, chorizo, ojo de bife, pechuga de pollo y chinchulines. Otra entrada tentadora es la Provoleta Rellena de pasta de morcilla y cebolla de verdeo con salsa casera. Si la idea es comer pescado, dos alternativas pueden ser: cabezas de calamar fritas con calabaza asada o cornalitos fritos con zucchini.
A la hora del plato principal aparecen en escena los tres fuegos según el método de cocción: la parrilla, el horno de barro y el disco de arado. En el primer caso se destacan la chuleta de cerdo Tom y Jerry de 900 g, y un Tomahawk Steak de 1,6 kg, ambos para compartir. Al disco de arado la idea es llevar la máxima expresión del campo a la mesa con preparaciones como ternerita guisada con verduras de estación o una bondiola con reducción de cerveza negra y puré de batatas con toffee.
Al horno de barro sobresale una de las estrellas de la carta: el Osobuco del Rey, con puré de papas y cebolla salteada y un cordero braseado servido en una torre de papas. Vale la pena probar la ensalada gourmet de mollejas asadas, mix de verdes, champignones, tomates cherry asados y vinagreta italiana.
La sobremesa se extiende con variedad de postres. Algunos más criollos, como un flan tradicional con dulce de leche, crema y caramelo; budín de pan con crocante de nueces o arroz con leche con canela y limón. También hay panqueques, tiramisú o un original cheesecake vigilante: la versión del clásico queso y dulce, con base de galletitas, relleno de cheesecake y dulce de batata.
Para maridar las preparaciones de la carta con vino, Malcriado cuenta con dos sistemas, el tradicional, con la botella en la mesa y las máquinas Newine para que cada cliente se sirva a gusto. Hay 32 etiquetas a temperatura de cava que se sirven en tres medidas: degustación, media copa y copa. El sistema para acceder a este servicio es otro diferencial: el mozo entrega una tarjeta magnética por mesa, que se carga con dinero y al momento de servirse vino se debita el monto correspondiente. Con cada recarga se agrega un 10% adicional de regalo.
“El nene no tuvo suerte”, reza un cartel con luz de neón rojo colgado del techo. “Ese letrero es en honor a mamá. Cuando yo dejaba una relación sentimental, ella decía: ‘El nene no tuvo suerte’. Mi madre falleció en 2008 y no pudo ver mi recorrido en el mundo de la gastronomía. Papá, que también falleció, sí fue testigo, lo mismo que mi hermano, quien es un fiel seguidor de mis proyectos”, remata Gil.
Los recomendados
ALMUERZO O CENA
Para empezar: Provoleta grillada sobre pan de especias y pesto italiano.
Precio: $370
Plato principal (para compartir): Osobuco del Rey con puré de papas y cebolla ($945) o T-Bone steak a la llama de quebracho ($975)
Postre: Cheesse cake vigilante, con base de galletita, queso y dulce de batata.
Precio: $280
Precio de vino por botella: entre $300 y $1.500
CÓCTEL DE AUTOR
Amor Francés: Jagermaister, vino blanco dulce, triple sec, jugo de lima y jugo de maracuyá. Precio: $390
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