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Guido Parisier: "Roma es como el escenario de un gran teatro"
« Por el hotel pasaron los grandes artistas de la época», recuerda Guido. Vittorio Gasman, Roberto Carlos, Alain Delon y Jean Paul Belmondo, el actor con quien mantiene una prolongada amistad. Belmondo no aceptaba dobles en sus películas, era ágil y arriesgado. Las escenas más peligrosas en clásicos de aventuras como «El hombre de Rio» o «El Magnífico», las interpretaba él mismo. Amaba el fútbol y jugaba de arquero porque su agilidad le permitía atajadas acrobáticas. Belmondo amaba la acción y las mujeres. Una noche en Mar del Plata unió las dos pasiones: hizo equilibrio en una cornisa del Hermitage, para entrar por la ventana a la habitación de una belleza casada.
El hotel era el centro de la actividad de Mar del Plata. Enero y febrero eran intensos. En abril cerraba para ser reacondicionado y, a veces, redecorado, para abrir en diciembre.
Parisier asocia esos años a una elegancia que ya no está en Mar del Plata. Recuerda que «una noche el secretario del presidente de la República no pudo entrar a una fiesta en el salón Versalles porque no tenía corbata. El funcionario no aceptó que le prestáramos una corbata».
Otro detalle: en el hotel se organizaban ocho desfiles en cada temporada y no eran masivos, sino por invitación. En uno de los eventos, recuerda, se les hizo a todas las modelos un tapado de visón blanco, que no era parte de la creación del modisto, sino se utilizaron para buscar un efecto.
Los espectáculos eran de primer nivel. En el Hermitage cantó la italiana Mina en su apogeo. Bailó y actuó el elenco del Moulin Rouge de París. Estuvieron Antonio Jobim, Vinicius de Moraes, el rockero francés Johnny Halliday y su mujer Silvie Vartan. El galés Tom Jones dio un show memorable.
Algunas de las amistades que Guido hizo en el Hermitage fueron sus anfitriones en otras ciudades del mundo. Recuerda las espléndidas comidas de Jean Paul Belmondo en su casa. «Las mujeres que invitaba eran las más lindas de Europa, no terminabas de ver una y se te cruzaba otra.»
Más tarde, conoció al otro gran francés «for export», Alain Delon. «Es un gran conversador y tiene anécdotas fantásticas. Es un tipo de una vida tan agitada que siempre tiene historias a mano.» Del actor de la película « Los aventureros» y « Rocco y sus hermanos», recuerda una frase: « Los hombres tenemos la apariencia de la mujer que amamos».
La relación con el actor francés se profundizó en los años de Carlos Menem, ya que Delon tuvo una gran amistad con el ex presidente, a quien conoció cuando vino a visitar a Carlos Monzón en la cárcel. Guido, que presidió el Instituto de Cinematografía en aquellos años, recuerda que por Menem dejó de lado el rechazo al peronismo que le venía desde muy joven.
Su padre, Israel Parisier, en 1922 llegó de Francia, empobrecido por la Primera Guerra Mundial, instaló después de algunos años, una droguería. En un buen momento del negocio desarrolló un perfume que bautizó Eva. Era la primera presidencia de Perón y le obligaron a cambiar el nombre a su creación.
Tantas noches de Roma dejaron su enseñanza. Parisier abrió Hipopotamus en Buenos Aires, frente al cementerio de la Recoleta. Su esposa, la arquitecta Mónica Caffarelli, la decoró con dos leones que miran al Valle de la Muerte en Egipto. El restorán y disco fue exitoso durante once años.
Hoy, Guido junto a Mónica siguen visitando Roma, la disfrutan, la aman, pero la pasión no es la de antes. «La diferencia son 40 años, ahora es una ciudad absolutamente impersonal, como todas las grandes ciudades del mundo.» Algunas noches van a comer y bailar a «La bella blue» que sobrevivió al tiempo, pero no están los personajes de antes. A ellos hoy los visitan en sus casas. Otra gente hace la noche de Roma. No se equivocó quien la definió como «la Ciudad Eterna».
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