Praga es una de las muestras de cómo le gusta viajar a Pancho Ibáñez. Tomó diez días para conocerla, sin ir a otros lugares.
¿Oriente u Occidente? Esa es sólo alguna de las preguntas que siempre debe contestar Pancho Ibáñez al hablar de sus viajes. Por eso, su respuesta ya está meditada: «Siempre digo que tengo una gran vocación europea. No dudo si me dicen si prefiero un viaje a Asia o a Europa, donde tengo muchas deudas pendientes aun como para embarcarme en una aventura tailandesa o ir a Indonesia si todavía no conozco a fondo los Balcanes. Ahora tengo la obsesión de ir conociendo poco a poco lo que fue la ex Yugoslavia, comenzando por Croacia y seguir por Macedonia, Albania, que no las conocemos. Yo no vengo ni de Africa ni de Asia, vengo de Europa, mis ancestros están en Europa, entonces tengo que comenzar por hacer el trabajo casero, lo que tengo más cercano».
El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
Pero en ese ir y venir por los diferentes continentes, Pancho Ibáñez ha recogido algunas apreciaciones de diferentes ciudades que pueden servir para cualquier viajero (no turista) que esté pensando en aplicar la idea de que «todo tiene que ver con todo» y adentrarse en cada lugar:
«Yo tenía un prejuicio con Hong Kong. Pensaba que iba a conocer un enclave británico en medio de China. Y cuando la conocí, antes de que pasase a manos de China continental, me di cuenta que era muy tradicional.»
«En Praga está la ciudad nueva (que se fundó un poco después del 1500) y la ciudad vieja. Praga es la leyenda del Golem y es Kafka. Es la Segunda Guerra Mundial -un tema que siempre me interesó- y el Teatro Negro.»
«Otros recuerdos de viajeros son las pequeñas ciudades imperdibles como Brujas, en Bélgica, un país al que generalmente se va de paso.»
«Ir a México no es tomarme un tequila. Es ir al DF y visitar el Palacio de Maximiliano, un noble europeo que en la época napoleónica por arreglos se convierte en emperador de México aunque después es fusilado.»
«Cuando conocí París, sentí un déja vù. Nunca había estado en París, pero había leído tanto, desde «La Revolución Francesa», «El Jorobado de Notre Dame» y «Los miserables» o la ocupación alemana en la Segunda Guerra que París era una ciudad más mía, como Buenos Aires. Pero fue un error. Nunca se sabe cómo era. Yo tenía una idea y me dio la sensación de que ya la conocía.»
Dejá tu comentario