24 de mayo 2016 - 11:47

Acta de defunción a la unión aduanera

 La decisión de Brasil y Argentina de avanzar en lo que denominan "flexibilización del Mercosur" supone de hecho el certificado de defunción del bloque en tanto unión aduanera, tal como se lo concebía hasta ahora.

Dicha reforma, esto es la posibilidad de que cada país avance unilateralmente en negociaciones de libre comercio con terceros países o bloques, perforará de modo decisivo el arancel externo común, ya ampliamente vulnerado por infinidad de excepciones e irregularidades.

El canciller de Brasil, José Serra, confirmó ayer en conferencia de prensa lo anticipado por Ámbito Financiero y confió a la "creatividad" de los diplomáticos encontrar un enfoque formal que permita avanzar en ese sentido sin necesariamente derogar de jure la unión aduanera y revertir el bloque a una mera zona de libre comercio. No será necesario, tampoco; se espera que los hechos sean suficientes.

Serra fue enfático al afirmar, en respuesta a una pregunta de este diario, que encontró "una buena recepción" de la Argentina a su iniciativa, pero una consulta en nuestra Cancillería introdujo un matiz: el brasileño le planteó la cuestión a Susana Malcorra pero de modo menos tajante que lo que dejó traslucir más tarde y "la Argentina no va a regalar nada en una futura negociación".

Se entiende la cautela. El concepto de Mercosur que prime en el futuro no debe generar adhesiones o rechazos por motivos puramente ideológicos. Lo que está en juego son las condiciones que las empresas argentinas van a encontrar en el mercado del vecino, preferentes hasta hoy pero, si la idea de Serra se aplica de modo radical, peligrosamente diluidas en el futuro.

Esto es así porque si Brasil cierra un acuerdo de libre comercio con un tercer país, evidentemente le ofrecerá a éste un arancel general muy inferior al del actual Mercosur proteccionista. Así, las compañías argentinas se encontrarían en ese mercado con empresas acaso más competitivas, lo que daría lugar a un fenómeno de desvío de comercio.

En un tramo de la conferencia de prensa, Serra explicó que "nuestra idea es crear mecanismos que agilicen y flexibilicen posibles negociaciones con terceros países. Inclusive, un miembro del Mercosur puede iniciar una negociación y que luego otros se sumen", estimó.

La frase no es inocente. Indica que Brasil pretende avanzar en una apertura multilateral, con Argentina o sin ella. El visitante admitió que hay una visión plenamente compartida con el Gobierno de Mauricio Macri respecto de las ventajas de un Mercosur abierto, pero una negociación sobre bases nacionales necesariamente implicará condiciones diferentes para cada país.

Una derivación interesante de lo anterior es la posibilidad de que Itamaraty esté pergeñando un esquema para apartar, también de facto, a Venezuela de la dinámica del bloque. Si la idea de las negociaciones comerciales "por afuera" prospera y cada país "puede sumarse" a ellas, es previsible que la Argentina de Macri y que Uruguay y Paraguay, que han rogado por años por una salida de ese tipo, sean parte de la tendencia. La Venezuela chavista simplemente miraría desde afuera y seguiría perteneciendo a una unión aduanera vacía.

El avance del plan implica problemas jurídicos de calado, ya que las decisiones en el bloque deben tomarse por unanimidad de sus miembros.

La adopción de una idea de "Mercosur bonsái" implica, por un lado, la derogación de la Decisión 32 de 2000 del Consejo del Mercado Común y, por el otro, ni más ni menos que una reforma del Tratado de Asunción. ¿Cómo lograrlo si Venezuela veta la idea?

Caracas ya es miembro pleno y participa de las decisiones, pero la demora en adecuar su legislación a las normas del bloque podría proveer una excusa. El proceso será inevitablemente conflictivo.

Acaso las soluciones "creativas" que Serra pide a los diplomáticos brasileños impliquen, simplemente, una autorización genérica para que los miembros negocien con quien deseen. Esto, de más está decirlo, supondría un nuevo retroceso institucional para un Mercosur ya demasiado golpeado.

El bloque regional agoniza desde hace tiempo. En lo que respecta a las responsabilidades argentinas, no se puede dejar de mencionar la aplicación de las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI), la autorización negociada con Brasil para aplicar aranceles excepcionales a un centenar de ítems y otras limitaciones que han sido irritantes para los vecinos. Los dramas económicos de nuestro país y la restricción de divisas que caracterizó los años finales del kirchnerismo llevaron, junto a la crisis en que cayó Brasil desde hace casi dos años, a que el comercio bilateral se hundiera de los casi 40.000 millones de dólares de 2011 a los poco más de 23.000 millones del año pasado, un desplome del 40%.

Pero ni las culpas argentinas ni las brasileñas justifican no enmendar lo que se ha hecho mal y correr ahora el riesgo de arrojar el agua sucia junto con el bebé.

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