La campaña gruesa luce prometedora. Después de las lluvias que dejó octubre y con las que comenzó noviembre, las primeras estimaciones de producción de soja ponen al cultivo en torno de las 50 millones de toneladas, dos veces y media la obtenida el ciclo anterior.
La cuenta pendiente para aumentar los rendimientos
Comenzó la siembra de soja y ya se implantaron más de un millón de hectáreas.

Producción. Cuando se aplican planteos de nutrición combinados también crecen los rindes.
Los números son promisorios y si se tiene en cuenta el “carry” entre campañas y la previsión de importaciones, la oferta total de soja en la Argentina según la Bolsa de Comercio de Rosario llegaría a las 58 millones de toneladas, con la consecuente reactivación de la industria procesadora que a priori proyecta exportaciones netas de poroto de soja y productos derivados por u$s18 mil millones, diez mil millones más que la campaña pasada.
Pero para que todas estas estimaciones se vuelvan realidad, hay un largo camino a transitar. No hay magia ni trucos. Para que las más de 17 millones de hectáreas que se sembrarán se transformen en grano (o dólares) los productores deberán realizar inversiones millonarias, poner todo su conocimiento agronómico, utilizar la tecnología que las empresas ponen a disposición y esperar que el clima acompañe.
Lo positivo de todo esto es que estarían dadas todas las condiciones para que esos deseos se transformen en realidad cuando llegue el otoño.
Entre las “decisiones estratégicas” para el inicio de la campaña de soja 23-24, Fertilizar Asociación Civil destacó la importancia de aplicarle al cultivo fósforo, azufre y micronutrientes porque, además de aumentar rendimientos y calidad, se preserva el recurso suelo.
Martín Díaz-Zorita, asesor técnico de Fertilizar AC y docente investigador en la Facultad de Agronomía de la UNLPam, resaltó que “en soja, como en todos los cultivos, acceder a una nutrición balanceada permite mejorar los rendimientos y la calidad de sus granos por sobre la práctica actual de fertilización”. Esta afirmación se apoya en resultados de ensayos a campo de más de 7 años que estudian el comportamiento de la soja y otros cultivos ante las variadas formas de manejar la nutrición que aplican los productores argentinos”.
Rendimientos
Según el experto, “la práctica frecuente de fertilización -la que realiza el promedio de los productores- es también una de las limitantes para lograr cultivos de alta producción ya que cuando se aplican planteos de nutrición combinando dosis adecuadas de fertilizantes con fósforo y aportes suficientes de azufre y micronutrientes, los rendimientos alcanzados son hasta 20% superiores a los frecuentes”.
La tecnología esta disponible, sólo hay que incorporarla. Gisella Santella, gerenta de desarrollo de Novozymes aseguró a Ámbito que ”la inoculación con bradyrhizobium, que es lo que permite la fijación biológica de nitrógeno, es indiscutible y es una técnica muy adaptada. Lo que pasa es que a la nutrición del cultivo con nitrógeno también hay que complementarla correctamente con el adecuado aporte de fósforo, que es otro de los macronutrientes importantes para el cultivo. Entonces, no es sólo nutrir una parte, sino hacer una nutrición integral”. Para lograrlo, Novozymes lanzó un bioestimulante con el que se pueden lograr casi 400 kg por hectárea adicionales en rendimiento.
A pesar de las explicaciones del caso, la realidad es que hoy en día el 70% de los lotes de soja no cubren la necesidad de fósforo y este déficit puede explicar hasta el 40% de la pérdida de producción. Cada año, al comenzar la campaña, surge la misma pregunta: ¿por qué no crece la aplicación de fertilizantes en soja?
Desde Yara Argentina, una empresa que promueve soluciones de nutrición de cultivos amigables con el ambiente, Alvaro Ferrer, Agrónomo de Sustentabilidad y Desarrollo de Nuevos Negocios para la zona Córdoba, explicó a Ámbito que “los productores apuntan a fertilizar más que todo las gramíneas.
Muchos encaran una fertilización de manual o teórica, sin apuntar a un objetivo. Cuando hablo de un objetivo no es solo la nutrición de cultivos, sino también la reposición de fósforo en el suelo. Creo que la principal equivocación es no hacer el análisis de suelo y después, quedarse con un solo producto. Se apunta más a levantar el piso de rendimiento, pero tenemos que pensar no sólo en levantar el piso, sino también en buscar esos techos más altos. Ahí es donde nos diferenciamos cuando hacemos una fertilización nutricional durante todo el ciclo de cultivo”.
Llegar a esas últimas etapas con un correcto y adecuado esquema de nutrición puede marcar la diferencia en cuanto a la rentabilidad. En este sentido, Catalina Luna, Asesora de Desarrollo de mercado y producto de Amauta Agro, aseguró a Ámbito que “una vez avanzado el ciclo del cultivo se da un estrés fisiológico natural que la planta debe enfrentar (sequía, granizo, olas de calor, heladas tardías y tempranas) y para salir de esa situación debe gastar mucha energía. En nuestro caso ofrecemos un producto que aporta aminoácidos libres de cadena corta, que la planta puede incorporar rápidamente a sus vías de metabolismo antiestrés y que le generan un ahorro energético muy importante para que pueda salir de esa situación”.
La campaña de soja esta en marcha y si bien existe la tecnología para aumentar los rendimientos, no debemos olvidar que el punto de partida para la toma de decisiones siempre es la rentabilidad y allí se cruzan (o chocan) los caminos de la agronomía con la economía.
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